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Washington debe restaurar sus relaciones con el mundo

Actualizado a las 12/11/2016 - 10:08
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BEIJING, 11 nov (Xinhua) -- Durante los últimos 16 años, la conducta de Washington en el exterior ha hecho más mal que bien al mundo y es ahora el momento adecuado para que Donald Trump, el presidente electo estadounidense, comience a considerar una restauración de las relaciones del país con el resto del planeta.

Con una campaña muy cargada y extremadamente negativa, Trump logró esta semana una victoria electoral que lo convertirá en el próximo presidente de Estados Unidos, precisamente en un momento en el que el mundo está en un punto de inflexión.

La economía mundial se balancea sobre el precipicio de una posible recesión económica y las proclamas contra el libre comercio y la globalización aumentan a niveles sin precedentes.

En el Medio Oriente sigue reinando el caos, mientras la exuberancia económica y la estabilidad geopolítica de la región de Asia-Pacífico están siendo sometidas a prueba.

Y todo esto tiene cierta conexión con Washington y sus décadas de política exterior al servicio de sus propios intereses.

El mandato del presidente George W. Bush se caracterizó por la doctrina del unilateralismo y los ataques preventivos. La invasión deliberada de Irak sin causa demostrable y la guerra que desencadenó, con más de medio millón de iraquíes muertos, sigue siendo un ejemplo clásico de lo abusiva que puede ser una superpotencia.

Su sucesor, Barack Obama, ha buscado trasladar los recursos diplomáticos y militares de Washington del Oriente Medio a Asia-Pacífico. No obstante, su retirada de Irak, mal asesorada y precipitada, ha dado fuelle al terrorismo y el auge del Estado Islámico es el resultado de esa política inepta.

En Siria, la administración de Obama apoya tozudamente un cambio de régimen manteniendo vivas a las fuerzas de oposición en una guerra civil prolongada que ha desplazado a millones de sirios, los cuales están huyendo en masa hacia Europa y otras partes del mundo.

La estrategia de "pivotar hacia Asia" de Obama también ha enturbiado las aguas en Asia y el Pacífico. El intervencionismo de Washington en muchas de las disputas marítimas en la región tiene tan sólo un propósito: mantener a los países de la zona divididos y distraídos para mantener incontestada su supremacía.

La ejecución de esta doctrina, además, ha ahondado la desconfianza entre Beijing y Washington y podría, eventualmente, desestabilizar toda la región.

Durante la campaña presidencial, Trump ha presentado numerosas ideas políticas y económicas increíbles para abordar los asuntos mundiales. Aunque la propuesta de "América primero" sea alterada, su propuesta aislacionista y contra el libre comercio no es en absoluto una bendición para la comunidad internacional en este momento crítico.

Cuando sea presidente, Trump debe ayudar a fortalecer el estancando crecimiento comercial mundial, en lugar de contrarrestarlo. Como empresario de éxito, debe conocer los beneficios que una transacción comercial sólida puede llevar a su país y al resto del mundo.

Sin embargo, debe tratar el comercio como lo que es, un refuerzo clave del crecimiento económico global, y no como un arma geopolítica. La elevada popularidad del Acuerdo de Asociación Transpacífico ha demostrado no la muerte del libre comercio, sino más bien la demanda de más arreglos comerciales inclusivos, tanto locales como globales.

En el Medio Oriente, EEUU debe ser una potencia responsable, en vez de un entrometido irresponsable. Terminar con el prolongado derramamiento de sangre en Siria y la amenaza del terrorismo debe centrar su agenda en esa región. Así es como se puede curar la crisis de refugiados.

La Casa Blanca de Trump debe replantearse Asia-Pacífico, la región con la economía más vivaz del mundo, con el objetivo último de mantener allí la tranquilidad y la vitalidad.

Calificar a Beijing de manipulador la moneda y culparlo por el déficit comercial estadounidense sería una mala opción para la venidera administración estadounidense, ya que el ascenso pacífico de China debería significar más oportunidades para EEUU y el mundo, no algo que deba ser equilibrado.

Como presidente electo que se prepara para dirigir el país más poderoso del mundo, Trump debe saber que hacer lo correcto, aunque sea a veces poco popular, es más importante que seguir las promesas venenosas hechas en la campaña electoral.

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