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ESPECIAL: Entusiasmo, la mejor arma de un cafetalero salvadoreño en la CIIE

Actualizado a las 10/11/2018 - 10:41
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Por Chen Yin y Carmen González

SHANGHAI, 9 nov (Xinhua) -- "Este es un mapa de Centroamérica y aquí está El Salvador. Somos este puntito tan pequeño", explica a los visitantes Eduardo Salazar, un salvadoreño que pertenece a la quinta generación de cafetaleros de una saga que se inició cuando sus tatarabuelos, un español y una italiana, llegaron al país centroamericano "no te puedo decir cómo".

Salazar ha venido a la primera Exposición Internacional de Importaciones de China (CIIE, por sus siglas en inglés) bien pertrechado e incluso trae una tostadora que maneja desde su celular para mostrar a los visitantes chinos el laborioso proceso que entraña saborear un café de máxima calidad.

"Nuestro café es uno de los mejores del mundo", dice a Xinhua este joven empresario, que un día decidió "poner las manos en la tierra" y recuperar los cafetales de su familia, ubicados, según podemos ver en su móvil, frente a un volcán activo, el Chaparrastique.

Hasta hace apenas unos meses, los caficultores del país centroamericano, cuya población ronda los seis millones de habitantes, no tenían acceso al gigantesco mercado chino debido a que no había relaciones diplomáticas entre ambos países.

Según revela el caficultor, ver a la multitud de chinos que visitan la feria con un vaso de café en la mano le hizo percatarse de que el mercado del paíss asiático tenía un potencial aún más grande de lo que esperaba.

En el tueste del café, detalla, "resaltamos sus atributos, los aromas con notas a frutas, la acidez y la dulzura", para así adaptarse a la milenaria cultura del té del país asiático. Una vez tostado, un barista profesional lo prepara. "Lo que queremos hacer, más que una cata, es una experiencia gastronómica".

A su vera, Hugo Hernández, presidente del Consejo Salvadoreño del Café, explica la importancia de que jóvenes como Salazar regresen a este cultivo, emblemático en el país, con nuevos métodos y tecnologías, y creen trabajo para una generación que ha buscado en la emigración una forma de salir adelante.

"Mi tatarabuelo metió todo su corazón, todo su empeño en ese cultivo y logró tener grandes extensiones de tierra. Mi bisabuela vivió de la caficultura y mis abuelos también. Pero hay un dicho que dice 'padre mercader y nieto pordiosero', y la tercera generación que fueron mis abuelos acabó ese trabajo", cuenta Salazar.

Sin embargo, "mi papá, logró mantener la finca y luego vine yo" a volver a ponerla en pie, relata Salazar, quien "con mucho esfuerzo" ha conseguido vender su café en París.

"Me enamoré del café, de la agricultura, empecé a renovar esas tierras, a trabajarlas, a arrancar árboles viejos y sembrar árboles nuevos. Me trasladé a la finca y le metí todo mi empeño, mi corazón, todo mi amor a ese cultivo, a rehacer beneficios, a crear procesos. Y tuve la sorpresa que la tierra me dio un buen café, lo mandé a catar y me dio una buena calificación", comenta.

Como muchos de sus países vecinos, El Salvador está en proceso de desarrollo y el café puede ser un buen acicate. En su pequeña empresa, por ejemplo, trabajan ahora 30 personas.

El 60 por ciento del café salvadoreño es de especialidad. De la producción total, el 43 por ciento se exporta a Estados Unidos, el 29 por ciento a Europa y el 16 por ciento a Asia, el mercado que más está creciendo y donde lo que interesa es la calidad, dice Hernández.

Para Salazar, la CIIE es sin duda una buena oportunidad para entrar en el mercado chino, pero también una plataforma de intercambios y aprendizajes. "Estamos para abrir mercados, para conocer el mercado, hacer un contacto con China y poder mejorar la calidad de nuestro café en El Salvador implementando nuevos procesos, métodos, tecnología o tendencias", indica.

Al igual que en el caso de El Salvador, pequeñas y medianas empresas de otros países latinoamericanos que participan en la feria tienen ahora la oportunidad, antes impensable, de llevar sus productos hasta el otro lado del océano y establecer contactos efectivos con los importadores chinos.

"¿Cómo está nuestro café? ¿Bien?", pregunta Salazar a los visitantes. Pese a la barrera idiomática, las sonrisas satisfechas y el intenso aroma a café valen más que mil palabras.

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