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Defensa de derechos humanos en Occidente, una treta geopolítica
Por Eduardo Klinger Pevida
Algunas potencias dominantes en el actual orden internacional dan prioridad a los derechos civiles y políticos e ignoran, incluso pisotean, los derechos económicos y sociales de muchas de sus propias poblaciones, y de pueblos de otras partes.
Las naciones ricas invierten mucho en armas para matar, pero fallan en abordar los problemas sociales críticos de sectores importantes de sus propios países. Estas mismas naciones se erigen en defensores arbitrarios y subjetivos de los derechos humanos en todo el planeta, por intereses geopolíticos, olvidándose de sus propios ciudadanos quienes son sistemáticamente excluidos de la riqueza de la que les gusta ostentar.
En Estados Unidos, el país más rico y poderoso del mundo, elementos en los que se basa su egocentrismo y supuesto "excepcionalismo", hay cerca de 40 millones de personas, el 12 por ciento de su población total, que viven en la pobreza, de acuerdo con datos oficiales. El Fondo para la Defensa de los Niños reporta que uno de cada seis niños vive por debajo del umbral de la pobreza en Estados Unidos, el único país que no forma parte de la Convención sobre los Derechos del Niño.
Las organizaciones internacionales señalan que cerca de 900 millones de personas padecen hambre en todo el mundo y que la cifra aumenta, no disminuye. Sin embargo, no se está librando ninguna guerra contra el hambre. Al contrario, las guerras están generando más hambre y pobreza. Incluso en la rica Unión Europea, 17 de cada 100 adultos sufren "inseguridad alimentaria grave".
Cuando cada año producimos el doble de alimentos de los necesarios para alimentar al mundo, pero decenas de millones corren el riesgo de morir de hambre, entre ellos 1,4 millones de niños, sufrimos un problema sistémico.
Hoy se calcula que entre 667 y 685 millones de personas están atrapadas en condiciones de pobreza extrema, 89 millones más que antes de la pandemia. Si China fue capaz de sacar de la pobreza extrema a más de 100 millones de ciudadanos para declararse libre de ese flagelo en 2020, en medio de la pandemia, ¿por qué no pueden hacerlo otros?
La desigualdad económica aumentó en 2021, contribuyendo aún más al crecimiento de la pobreza. A principios de 2022, Human Rights Watch (HRW) denunció que la concentración de riqueza en Estados Unidos había alcanzado su nivel más alto en 40 años, con el uno por ciento de los hogares más ricos apropiándose de "aproximadamente un tercio de toda la riqueza privada".
El informe de HRW destaca cómo los índices de pobreza entre los hogares negros, latinos y nativos americanos duplicaban los de los hogares blancos, lo que "pone de relieve la persistencia de disparidades basadas en la raza y la etnia".
En el escenario de la ONU, China ha indicado que es urgente erradicar el racismo y la discriminación sistémica que persisten en muchas naciones, condiciones que se ven agravadas por el rechazo de los inmigrantes que huyen de la miseria heredada de los sistemas coloniales y de un orden internacional brutal que es hora de reformar.
¿Acudirán al llamado de China quienes dicen estar tan preocupados por los derechos humanos?
En la Declaración Universal de los Derechos Humanos todos los derechos enumerados son precisamente "universales", ninguno es más importante o relevante que otro. Sin embargo, las élites consideran la inclusión social verdaderamente integral como una amenaza existencial que pondría en peligro su capacidad para dominar y manipular.
Los inflexibles "paladines" de los derechos humanos se centran en el conjunto de derechos civiles y políticos que dicen garantizar en sus sociedades, y descuidan en gran medida los derechos sociales y humanitarios.
Atacan a China por luchar contra terroristas que masacraron a cientos de civiles chinos en su propio territorio en 2014 y hablan de campos de concentración que ni siquiera sus sofisticados satélites pueden localizar. En el colmo del cinismo, quienes difunden propaganda antichina son los mismos que han mantenido un campo de concentración en Guantánamo, privando de toda protección jurídica a cientos de presuntos terroristas encarcelados lejos de su territorio nacional.
En su feroz campaña contra China, son apoyados por los mismos que permitieron a la CIA practicar la tortura contra los musulmanes en sus propios países. No es necesario demostrarlo, lo han reconocido.
Como manifiesta el artículo 28 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, "toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos".
Por ello es deber de todos luchar por un nuevo orden mundial que promueva el bien común en un futuro de bienestar compartido.
Nota del editor: Eduardo Klinger Pevida es miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana y director del Centro de Análisis y Estudios sobre China y Asia.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las posiciones de la Agencia de Noticias Xinhua.