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Siguiendo los pasos de Edgar Snow en el noroeste de China
Álvaro Lago posa para una foto frente al monumento que representa al soldado con la trompeta fotografiado por Edgar Snow, en el Memorial de la Revolución Roja de Obreros y campesinos del condado Tongxin, en la ciudad de Wuzhong, región autónoma Hui de Ningxia. [Foto por Zhou Yu, Diario del Pueblo digital]
Por Álvaro Lago
Hace poco pasé unos días viajando por el noroeste de China para seguir los pasos de Edgar Snow, el primer periodista extranjero que entró en la región después de que se convirtiera en la base revolucionaria del Partido Comunista de China en la década de 1930, tras la Larga Marcha. En particular, decidí adentrarme en el condado Tongxin de Wuzhong, en la región autónoma Hui de Ningxia, y posteriormente en el condado Huan de la provincia de Gansu, ambos lugares relativamente cercanos.
Estrella roja sobre China fue el primer libro que leí después de mudarme a Pekín en 2011. Leer sobre la situación en los años 30 del siglo pasado siempre me ha hecho preguntarme cómo es el lugar en la actualidad, y qué queda de esa reminiscencia revolucionaria.
Cuando llegué al condado Tongxin descubrí un lugar moderno que promueve la educación, la protección del medio ambiente y el alivio de la pobreza, dimensiones del desarrollo cuyos orígenes inició el PCCh y Snow relató en su obra.
Si bien fui a ver el lugar y cómo se ha transformado, no anticipé varias experiencias que al menos se parecieran levemente a las suyas.
Eso fue cuando volví a leer Estrella roja en el viaje y descubrí que era un libro diferente al que había abordado al principio.
Las palabras eran las mismas. Pero he cambiado. Esto se debe a que desde entonces he pasado 13 años viajando extensamente por todas las provincias, explorando el desarrollo de China, mientras que me encontré por primera vez con Pekín hace 13 años.
Uno de esos sucesos involucra fotos de personas con sombreros intercambiados tomadas frente a viviendas en cuevas en Bao'an, que fue rebautizada en honor al héroe revolucionario, Liu Zhidan, "el Robin Hood de China", después de su muerte.
Visité la caverna de Mao Zedong que sirvió de fondo para la foto más icónica del retrato del presidente, que Snow tomó en 1936. Había visto el sombrero real en un museo de Pekín hace unos años.
Snow pensó que el cabello de Mao era demasiado largo. Así que le puso su propia gorra del Ejército Rojo al presidente antes de tomar la legendaria foto, que vi por primera vez en las primeras páginas de Estrella Roja.
Me tomé fotos con la gente local en el mismo condado donde vivió Mao, una antigua fortaleza y una de las primeras bases del PCCh.
En el condado Huan, también me invitaron a tomar café recién molido, lo que me recordó el deleite de Snow cuando le ofrecieron una taza de té inesperada en el condado Wuqi, dada la extrema dificultad de conseguir la bebida en ese momento. El hombre que me atendió sospecha que su máquina de café, que compró hace tres años, fue la primera del condado, algo que me hizo reír mucho.
De alguna manera, sentí en la zona una serie de paralelismos o extrañas similitudes con Snow. No solo por las fotos que me llevé del lugar o el café molido. Además, ambos somos periodistas extranjeros que viajamos a lugares que los extranjeros rara vez o nunca habían pisado, y tras ello, ambos tratamos de difundir la realidad de China en el mundo.
Edgar Snow exploró el país y sobre todo la zona del noroeste durante una época de múltiples guerras. Yo, sin embargo, he tenido mucha más suerte. Unos 80 años después, China se ha levantado de la privación extrema para alcanzar el primer objetivo del centenario de lograr una sociedad moderadamente próspera en todos los aspectos.
Y ambos nos hemos dedicado a nosotros mismos y a nuestros escritos a narrar historias no solo sobre China, sino también sobre la esperanza hecha realidad. En mi caso, debido al avance de las tecnologías, he realizado más reportajes en vídeos.
Ahí es quizás donde nuestras historias, individuales y compartidas, personales y publicadas, se cruzan más allá del tiempo pero no del espacio. Y por ello, sentí la necesidad de venir al “Gran Noroeste” y encontrarme con el espíritu de un alma trabajadora y que dedicó su vida y trabajo a la difusión de la verdad, como planeo seguir haciendo yo.