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Una sola China
Por Thalía Fuentes
Taiwán, región que forma parte inalienable de China, se ha convertido en una pieza imprescindible para los Estados Unidos en el juego que intenta sostener para mantener la “hegemonía mundial” y presionar a China, una potencia emergente que viene pisando con fuerza sus talones. Moverse en una cuerda floja nunca será fácil para el malabarista; una realidad cada más visible para el mundo. No en vano, durante una conferencia el 4 de mayo de 2024 en la Universidad de Oxford (Reino Unido), Josep Borrell, alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea, dijo que EE.UU. ha perdido su “estatus hegemónico”, mientras que China se “eleva a la categoría de superpotencia”.
El lunes de la pasada semana se volvieron a mover los hilos detrás del asunto de Taiwán. Lai Ching-te asumió “la presidencia” de esta isla e instó a China a “detener su intimidación política y militar a este territorio cuya soberanía reivindica Beijing”. Asimismo, en su discurso reclamó que “ha llegado una gloriosa época para la democracia de Taiwán” y agradeció a los ciudadanos por “rechazar la influencia de fuerzas externas” y “por defender firmemente la democracia”.
Pero, para entender, hay que revisitar la historia. ¿Dónde se ubica Taiwán? ¿Qué pasó en ese territorio? ¿Tiene el gigante asiático razones en sus demandas? ¿Por qué Estados Unidos está tan interesado en meter sus narices en asuntos externos?
La isla de Taiwán se encuentra frente a las costas de la parte continental de China. Limita al norte con el mar de la China Oriental, y al sur con el mar de la China Meridional, mientras que la costa oriental de la isla está bañada por el océano Pacífico y está próxima al archipiélago de las islas Ryūkyū, perteneciente al Japón. Posee unos 36 000 km² de extensión.
“Taiwán ha pertenecido a China desde la antigüedad. Una gran cantidad de registros históricos y anales documentan el desarrollo de Taiwán por parte del pueblo chino en períodos anteriores”, señala el libro “La cuestión de Taiwán y la reunificación de China en la nueva era”, publicado en el 2022.
Según el texto, las primeras referencias se encuentran en “Seaboard Geographic Gazetteer” compilado en el año 230 por Shen Ying del Estado de Wu durante el Período de los Tres Reinos. A partir de las dinastías Song y Yuan, los gobiernos centrales imperiales de China establecieron organismos administrativos para ejercer jurisdicción sobre Penghu y Taiwán.
En 1624, los colonialistas holandeses invadieron y ocuparon la parte sur de Taiwán. En 1662, el general Zheng Chenggong dirigió una expedición y los expulsó de la isla. Luego, la corte de Qing instituyó más órganos administrativos en ese territorio. En 1684, se estableció una administración de prefectura de Taiwán bajo la jurisdicción de la provincia de Fujian. En 1885 se convirtió en la vigésima provincia de China.
En julio de 1894, después de que Japón lanzara una guerra de agresión contra China, el gobierno Qing se vio obligado a ceder Taiwán y las islas Penghu. Precisamente, una de las peticiones de los comunistas de China durante la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa (1931-1945) era la recuperación de Taiwán.
El 9 de diciembre de 1941, el gobierno chino emitió una declaración de guerra contra Japón y divulgó que todos los tratados, convenciones, acuerdos y contratos concernientes a las relaciones entre China y Japón habían sido derogados y, por consiguiente, China recuperaría Taiwán y las islas Penghu, se explica en la introducción del libro“La cuestión de Taiwán y la reunificación de China en la nueva era”.
La “Declaración de El Cairo” emitida por China, Estados Unidos y el Reino Unido el 1º de diciembre de 1943 declaró que era el propósito de los tres aliados que todos los territorios que Japón le había robado a China, como el noreste, Taiwán y las Islas Penghu, debían ser devueltos al gigante asiático. Más adelante, en la Proclamación de Potsdam (firmada por China, Estados Unidos y el Reino Unido el 26 de julio de 1945 y posteriormente reconocida por la Unión Soviética) se reiteró que se cumplirían los términos de la Declaración de El Cairo.
El 25 de octubre, después de la rendición de Japón, el gobierno chino anunció que reanudaba el ejercicio de la soberanía sobre Taiwán. A partir de ese momento, China había recuperado Taiwán de jure y de facto a través de una serie de documentos con efecto legal internacional. (Esta nota está en el libro “La cuestión de Taiwán y la reunificación de China en la nueva era” pero no precisa el nombre de los documentos.)
El 1º de octubre de 1949 se fundó la República Popular China, sucesora de la República de China (1912-1949), y el Gobierno Popular Central se convirtió en el único gobierno legítimo de toda China.
“Como resultado de la guerra civil en China a fines de la década de 1940 y la interferencia de fuerzas externas, los dos lados del Estrecho de Taiwán han caído en un estado de confrontación política prolongada. Pero la soberanía y el territorio de China nunca se han dividido y nunca se dividirán, y el estatus de Taiwán como parte del territorio de China nunca ha cambiado y nunca se permitirá que cambie”, cita el texto “La cuestión de Taiwán y la reunificación de China en la nueva era”.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su 26° período de sesiones en octubre de 1971, adoptó la Resolución 2758, que se comprometió a “restaurar todos sus derechos a la República Popular China y reconocer a los representantes de su Gobierno como los únicos representantes legítimos de China ante las Naciones Unidas”. Esta resolución resolvió de una vez por todas las cuestiones políticas, legales y de procedimiento de la representación de China en la ONU, y abarcó a todo el país, incluido Taiwán.
Las agencias especializadas de la ONU adoptaron posteriormente otras resoluciones que devolvían a la República Popular de China su sede legal.
Según opiniones legales oficiales de la Oficina de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de las Naciones Unidas se establece que “las Naciones Unidas consideran a ‘Taiwán’ como una provincia de China sin estatus separado”, y “no se considera que las ‘autoridades’ en ‘Taipei’… disfruten de ningún tipo de estatus de gobierno”. En la ONU, la isla se conoce como “Taiwán, provincia de China”.
¿Quién enciende el fuego?
En los últimos años Taiwán ha sido una pieza de ajedrez utilizada para contener a China. Esa estrategia, sumada a las maniobras del Partido Progresista Democrático (DPP), han sido parte de los esfuerzos de ambas partes para dividir al país.
Pero, la historia se repite una y otra vez. Cuando en agosto de 2022, la congresista estadounidense Nancy Pelosi visitó Taiwán y reavivó diferencias entre China y EE.UU, Wu Qian, portavoz del Ministerio de Defensa Nacional del país asiático, alertaba que la visita de los congresistas era una flagrante violación del principio de una sola China y las disposiciones de los tres comunicados conjuntos China-Estados Unidos, además de que infringía la soberanía y la integridad territorial de China y envíaba una señal equivocada a las fuerzas separatistas a favor de la “independencia de Taiwán”.
Regresando en el tiempo, en varias ocasiones las relaciones entre China y EE.UU. se han tensado por Taiwán.
Aunque Truman, entonces presidente de los Estados Unidos, emitió una declaración el 5 de enero de 1950 en la que reconocían el ejercicio de soberanía de China sobre la isla de Taiwán, después del estallido de la Guerra de Corea, no solo enviaron tropas para ocupar la isla para separar la región de China, sino que también instigaron al “doble reconocimiento” en la comunidad internacional para crear “dos Chinas”.
A los tres meses del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre China y los Estados Unidos, el Congreso aprobó la llamada “Ley de Relaciones con Taiwán”, que le da estatus legal a muchas disposiciones que violan los principios del derecho internacional.
En 1996, luego de la visita del entonces presidente taiwanés, Lee Teng-hui, a EE.UU., China disparó misiles en aguas cercanas a la isla y Washington envió dos portaaviones a la zona en apoyo” a Taipéi, explicó la periodista Claudia Fonseca en el artículo “China y EEUU: La tensión por Taiwán y la política de contención”. Y, como mismo lo hace con Ucrania, Washington también ha aprobado ventas de armas a Taiwán.
A finales de febrero, Mike Gallagher, presidente del Comité Selecto sobre la Competencia Estratégica entre EE.UU. y el Partido Comunista Chino de la Cámara de Representantes, aseguró que el pueblo de Taiwán debe tener confianza en que, independientemente de cuán conflictivas sean las elecciones de 2024, Estados Unidos los apoyará firmemente.
No obstante, Gallagher se lamentó sobre los retrasos de las entregas de armas a Taiwán, que equivalen a 19.000 millones de dólares.
¿Cuál es la posición de China?
Hay que usar los términos correctos. No se puede decir que Taiwán pertenece a China; Taiwán es China. En el día de la Fundación de la República Popular China, el mismo Gobierno Popular Central del país anunció que estaban dispuestos a establecer relaciones diplomáticas con cualquier gobierno que cumpliera con los principios de igualdad, beneficio mutuo y respeto mutuo por la soberanía territorial.
Si bien la cuestión de Taiwán es histórica e interna debido a la guerra civil de China después de la Segunda Guerra Mundial, las autoridades del país asiático reconocen que el obstáculo más grande para resolverlo hoy día es la injerencia extranjera.
En esta misma línea, el gobierno chino ha propuesto el principio de “la reunificación pacífica y un país, dos sistemas”, como sucede con las regiones autónomas de Macao y Hong Kong, pero nunca se ha comprometido abandonar la reunificación de la Patria por fuerzas armadas, “aunque será el último método”.
“No importa cómo evolucione la situación política en la isla de Taiwán, nunca cambiará la realidad histórica y legal de que ambos lados del estrecho de Taiwán pertenecen a una sola China, así como la tendencia histórica hacia la eventual reunificación de China y la inevitabilidad de este proceso”, declaró el lunes de la pasada semana Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China.
El vocero señaló que ciertos políticos de unos pocos países se dedican a la manipulación política y los “espectáculos personales” sobre cuestiones relacionadas con Taiwán, lo que ha interferido gravemente en los asuntos internos de China y violado el principio de una sola China.
“China condena enérgicamente tales acciones y tomará todas las medidas necesarias para salvaguardar con firmeza su soberanía nacional e integridad territorial”, añadió.
“Llegará el día en que China esté completamente reunificada”.
Entonces, para Taiwán, para los Estados Unidos y para otros países del mundo, ¿por qué se deben adherir al principio de una sola China?
Para Taiwán, la adhesión al principio de una sola China marcará el reconocimiento de la soberanía y del territorio indivisible de China, lo que da a ambos lados del Estrecho de Taiwán una base y una premisa comunes. A través de una consulta igualitaria, pueden encontrar una solución a las diferencias políticas y lograr la reunificación pacífica.
Por otro lado, para los países de la región de Asia y el Pacífico, la situación en el Estrecho de Taiwán ha estado relacionada con la estabilidad de la región de Asia y el Pacífico. La adhesión a la política de una sola China es el camino para mantener la paz y la estabilidad en la región, y avanzar en el desarrollo de las relaciones amistosas entre el gigante asiático y otros países del orbe.
No es un secreto que las provocaciones constantes de EE.UU. hacia China responden a su estrategia de “contención” ante el vertiginoso desarrollo socioeconómico y militar chino, así como a la influencia del gigante asiático escenario internacional. Tal cual tablero de ajedrez, mueve sus fichas para mantener su hegemonía que se tambalea desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
En un artículo publicado en Cubadebate, Fonseca recordaba el discurso del secretario de Estado Antony Blinken, en mayo de 2022, en la Universidad George Washington:
“China es el desafío más serio a largo plazo para el orden internacional” (…) “el único país que tiene tanto la intención como el poder para remodelar el orden internacional y nos alejaría de esos valores universales que han abanderado el progreso mundial en las últimas décadas”.
La Casa Blanca ha insistido en la necesidad de unirse con sus aliados para promover una visión compartida y controlar la región del Indopacífico con su IPEF (Marco Económico Indopacífico para la Prosperidad) y QUAD (Australia, Japón, India, y EE.UU.), además del Aukus (con Australia y Reino Unido). Presionar e intimidar es una estrategia que conocen a la perfección, pero China no cederá.
La cuestión de Taiwán se trata de salvaguardar la soberanía nacional y la integridad territorial; no es un asunto de democracia. Lo ha repetido varias veces el gobierno chino. Su mensaje se alinea con los pilares que defiende su política exterior: respeto mutuo y coexistencia pacífica. Ese tiene que ser el mensaje que extinga ese fuego que EE.UU. intenta avivar.
(La autora es periodista de Cuba Debate, medio cubano de prensa)
(Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no necesariamente reflejan la postura del Diario del Pueblo digital)