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Día de la Victoria en China, una conversación entre la historia y los actuales desafíos globales

Por Xinhua | el 02 de septiembre de 2025 | 15:22

Soldados participan en un ensayo para el venidero desfile militar del Día de la Victoria, en Beijing, la capital china, el 12 de agosto de 2025. (Xinhua/Yin Gang)

Soldados participan en un ensayo para el venidero desfile militar del Día de la Victoria, en Beijing, la capital china, el 12 de agosto de 2025. (Xinhua/Yin Gang)

Cuando China conmemore este miércoles su victoria en la Segunda Guerra Mundial hace 80 años, el gran acto multitudinario en la Plaza Tian'anmen no será un gesto de vanagloria, sino un momento de reflexión sobre los desafíos que enfrenta el mundo actual.

La ocasión busca recordar el inmenso costo humano de un conflicto que dejó más de 100 millones de muertos y heridos en todo el mundo. China, en particular, sufrió un número desproporcionado de víctimas: durante los 14 años de la Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa, sufrió más de 35 millones de bajas y vastas extensiones de su territorio fueron arrasadas.

El país tiene todos los motivos para conmemorar su epopeya. En una batalla entre la justicia y el mal, la luz y la oscuridad, entre lo progresista y lo reaccionario, el pueblo chino luchó sin descanso, no solo por la supervivencia, sino también por la justicia misma.

Aquella lucha, la mayor contra la agresión extranjera en la historia moderna de China y la que implicó el sacrificio más grande, aseguró al pueblo chino su primera victoria completa en la liberación nacional e impulsó a la nación desde las profundidades de la crisis hacia una senda de rejuvenecimiento.

La resistencia del pueblo chino, la más temprana en iniciar y la más prolongada en la lucha global contra el fascismo, desmiente la narrativa centrada en Occidente de una China pasiva. De 1931 a 1945, China contuvo al grueso de las fuerzas japonesas y eliminó a más de 1,5 millones de soldados enemigos, contribuyendo históricamente a la victoria aliada sobre el fascismo.

Sin embargo, durante mucho tiempo, la memoria colectiva occidental se ha centrado exclusivamente en las batallas de Midway y Normandía, el Holocausto y los Juicios de Núremberg. Las agotadoras campañas y sacrificios de China, que sustentaron la victoria aliada en Oriente, han quedado a menudo en el olvido.

El día de conmemoración constituye un oportuno recordatorio para aclarar las cosas, pues algunos continúan eludiendo las atrocidades cometidas durante la guerra; otros quieren borrar a los actores decisivos de la narrativa, y hay también quien busca difuminar las divisiones mismas del conflicto mediante una imprudente amnesia o un astuto juego de palabras.

Olvidar es traicionar y negar es tentar a la repetición. Ochenta años después, resulta imperativo afrontar el pasado en su totalidad, sin la sombra de sesgos ideológicos ni cálculos geopolíticos. La victoria es más valiosa si evita la necesidad de luchar otra guerra.

El recuerdo de China es más que una mirada al pasado, es un recordatorio de lo que sucede cuando el unilateralismo y la política de poder se descontrolan. La decisión más significativa que tomó el mundo al final de la Segunda Guerra Mundial fue la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Fundada sobre los consensos de posguerra, incluyendo la igualdad soberana y la resolución pacífica de disputas, la ONU sigue siendo la organización intergubernamental más representativa y autorizada del planeta.

El sistema internacional centrado en la ONU ha mantenido a raya en gran medida las guerras directas entre las grandes potencias, al tiempo que ha garantizado décadas de prosperidad global. Sin embargo, hoy en día, se ha visto cuestionado el papel de la organización en la paz y la seguridad mundiales.

El mundo no puede permitirse el regreso a los tiempos más oscuros, cuando se permitía que los poderosos se aprovecharan de los débiles. De hecho, los reclamos por un mundo igualitario, ordenado y multipolar, y por una globalización económica inclusiva y universalmente beneficiosa, son cada vez más fuertes.

Defender el marco de la posguerra no es un ejercicio de nostalgia, es una inversión en el multilateralismo y la previsibilidad, esenciales para la estabilidad, el crecimiento y la seguridad globales.

La conmemoración de este año también evoca la solidaridad de hace 80 años, cuando muchos países dejaron de lado las divisiones y las diferencias ideológicas para unirse contra el fascismo.

Este espíritu es muy necesario hoy en día. El mundo se enfrenta a una confluencia de desafíos: conflictos regionales que desafían una fácil resolución, una economía global lenta y desigual y el implacable avance del cambio climático, por nombrar solo algunos.

En esta realidad interconectada, ningún país puede afrontar los desafíos solo. Tampoco nadie puede esperar prosperar explotando las dificultades de otros. La unidad y la cooperación siguen siendo el único camino viable para el futuro.

La defensa de China de una comunidad de futuro compartido para la humanidad, junto con sus iniciativas globales en materia de desarrollo, seguridad y civilización, contribuyen a recalibrar la gobernanza global en torno a la equidad y la justicia.

Para China, la conmemoración del miércoles reviste especial importancia. Durante el crisol de la invasión japonesa, pocos esperaban que un país agrario y pobre pudiera prevalecer sobre un invasor mecanizado, y menos aún previeron el ascenso del Partido Comunista de China (PCCh) tras un estado de asedio y adversidad.

Subestimar la resiliencia de China hoy sería igualmente imprudente. El país, bajo el liderazgo del PCCh, está bien posicionado para superar los desafíos en su camino hacia la revitalización, ya sean barreras comerciales o contención tecnológica.

De cara al futuro, China se mantendrá estratégicamente firme, se centrará en sus prioridades fundamentales e impulsará una apertura de alto nivel.

Al igual que su contribución en tiempos de guerra, el ascenso actual de China continúa transformando el mundo para mejor.

La segunda mayor economía del mundo ha impulsado más del 30 por ciento del crecimiento global durante años. También ha firmado documentos de cooperación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta con más de 150 países y más de 30 organizaciones internacionales, allanando el camino hacia una mayor conectividad y mayores oportunidades.

Los avances de China en campos que van desde la inteligencia artificial y la robótica hasta la industria farmacéutica están atrayendo la atención mundial. Lo que antes era dominio exclusivo de unas pocas potencias occidentales está cambiando hacia un modelo de innovación global más multipolar y compartido.

Estos avances han aportado certidumbre a un mundo inestable, reforzando la interdependencia económica e impulsando a las naciones hacia una mayor apertura y cooperación amistosa.

La tendencia milenaria natural de China por la armonía, sumada a una arraigada filosofía militar que enfatiza la prudencia en el uso de la fuerza, orienta su perspectiva estratégica. Sus fuerzas armadas, moldeadas por el compromiso del PCCh con el pueblo y templadas por la experiencia en tiempos de guerra, son disciplinadas, mesuradas y decididas. Constituyen cada vez más un contrapeso al aventurerismo.

Un país que resurgió de las cenizas de la guerra se ha convertido en un ancla en un mundo de cambios drásticos. Pocos homenajes podrían honrar mejor la dura victoria sobre el fascismo de hace 80 años.

(Web editor: Rosa Liu, 周雨)