- Más
La fuerza de un pueblo
Público chino durante el desfile del 3 de septiembre de 2025 en la plaza Tian´anmen de Pekín. (Foto: Sergi Lara)
Por Sergi Lara
Tras el emocionante y apoteósico desfile del pasado 3 de septiembre en el centro de la ciudad de Pekín, donde tuve la oportunidad de asistir como público entre miles de personas, puedo decir que este evento ha sido toda una demostración de capacidad organizativa y de movilización del pueblo chino. Algo que ya se demostró el año 2008 durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín. A lo largo de las últimas dos décadas, pues, la República Popular China ha ido aumentando de manera gradual sus demostraciones de fuerza y organización, pero en este momento lo que destaca sobre todo es su rol de país líder para iniciar una nueva etapa histórica a escala global.
Sin embargo, este liderazgo chino para unir un gran número de países asiáticos, pero también africanos e incluso latinoamericanos, es ahora una realidad que es vista como toda una amenaza para la hegemonía occidental liderada por los Estados Unidos de América. Y sin duda, todas las tensiones geopolíticas que se vienen sucediendo en los últimos años tienen que ver con esta cuestión. Lo importante en este caso para China y para sus aliados es que nadie está dispuesto a ceder a ningún chantaje o amenaza occidental como en épocas pasadas. El discurso del presidente chino Xi Jinping que abrió el desfile de Conmemoración de los 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial del 3 de septiembre fue muy claro y explícito en este sentido.
De aquel discurso destaco algunas frases que bien seguro estuvieron muy pensadas y calculadas, pero que al mismo tiempo demuestran la confianza y la determinación que hay en este momento en la República Popular China para encarar su futuro. Un futuro que China liga al resto de países de lo que se conoce como el Sur Global para crear un nuevo marco de relaciones y cooperación, y con ello enterrar para siempre a la hegemonía occidental de los últimos dos siglos. Unas frases para la historia que van a marcar un antes y un después:
“Solo tratándonos como iguales, viviendo en armonía y apoyándonos mutuamente podemos salvaguardar la seguridad común, eliminar las causas profundas de la guerra y prevenir la repetición de tragedias históricas”.
“Hoy, la humanidad se enfrenta una vez más a la disyuntiva entre la paz o la guerra, el diálogo o la confrontación, el beneficio mutuo o la suma cero”.
“El pueblo chino se mantiene firme en el lado correcto de la historia y del progreso de la civilización humana, se adhiere al camino del desarrollo pacífico y trabaja codo con codo con los pueblos de todos los países para construir una comunidad de futuro compartido para la humanidad”.
“¡El gran rejuvenecimiento de la nación china es imparable! ¡La noble causa de la paz y el desarrollo de la humanidad triunfará sin duda!”
Frases en clave interna y en clave externa para dejar bien claro cuál es la posición china y cuál es su compromiso con el resto del mundo. No es de extrañar que unos pocos días antes del gran evento celebrado en la plaza Tiananmén de Pekín, los presidentes de China, Rusia y la India sellaran de manera nítida su alianza estratégica para hacer valer sus respectivas fortalezas como potencias emergentes. Una alianza para conseguir de una vez por todas que la economía real basada en la fuerza del trabajo, en la productividad y en los recursos energéticos se imponga a la economía especulativa basada en los entramados financieros y en la impresión de dólares o euros.
Personalmente, como observador y analista de esta situación en el camino de China para desbancar a los Estados Unidos en la hegemonía mundial, considero que más allá de las propias capacidades tecnológicas y organizativas, el pueblo chino sobre todo tiene un activo fundamental que no tiene Occidente, como es la fuerza de su gente. La fuerza de un pueblo de casi 1.500 millones de personas con una gran cantidad de población joven que al mismo tiempo tiene una gran ambición y no está frustrada como pasa en Europa y en los Estados Unidos. En este aspecto es donde radica el gran éxito del modelo de “socialismo con peculiaridades chinas”, pues por un lado está la fortaleza de un Estado que no quiere dejar a nadie atrás y que planifica el futuro con todos los recursos posibles, mientras que, por otro lado, está una población movilizada y optimista que quiere conectarse con el resto del mundo.
Durante estos días en los que me encuentro en Pekín como privilegiado observador y analista, veo muy claramente como la población joven de China tiene unas enormes ansias por hacer valer su formación y sus conocimientos para liderar una nueva etapa del país en la que va a ser imprescindible que la conexión real con el mundo esté fundamentada en lo que el presidente Xi Jinping dijo en su discurso; “el rejuvenecimiento imparable de la nación china”.
Cuando pienso por otro lado en la desmovilización de la población occidental en cada país, o por lo menos la poca movilización para reclamar derechos fundamentales que afectan a sus propias vidas, percibo que la crisis allí es mucho más profunda. Ya no es solo que los estados estén secuestrados por los intereses privados de grandes familias o corporaciones, sino que la población también ha perdido el vínculo con valores espirituales. Y no me refiero a valores religiosos o culturales, sobre todo me refiero a la idea de tener un interés verdadero por adquirir conocimientos y por abrazar la vida. Da la sensación de que la desmotivación sea un escenario buscado por las élites occidentales, pero en realidad es el resultado de décadas de políticas irresponsables pensando solo en la satisfacción material inmediata.
Tomando de referencia los 80 años transcurridos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en China su duro proceso de desarrollo a través de cuatro generaciones de personas, demuestra que finalmente el modelo ha dado sus frutos, algo solo posible gracias a la mentalidad oriental basada en las enseñanzas de Confucio. Unas enseñanzas en las que la paciencia y la resistencia son fundamentales a la hora de diseñar un proyecto individual y colectivo. La China de hoy, moderna, pero con valores tradicionales y fuertes convicciones, sin duda está ya lista para asumir el papel de liderazgo que le ha reservado la historia. Su gente cree en ello y se siente respaldada por todo el trabajo hecho gracias al sacrificio de sus antecesores. En Occidente sería muy conveniente adoptar esta mentalidad para hacer efectiva esa cooperación a escala global que reclama China, apoyándonos todos en nuestra fuerza y en nuestra diversidad como humanidad.
Sergi Lara, divulgador geográfico y asesor turístico. Este artículo fue publicado primero en elpais.cr el 4 de septiembre .