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La negación no borra los crímenes de guerra no expiados

Imagen del 11 de diciembre de 2025 de un representante del grupo cívico japonés "No More Nanjing" hablando durante una reunión testimonial sobre la masacre de Nanjing en Tokio, Japón. (Xinhua/Li Ziyue)
Es evidente que un Japón que se niega a reflexionar verdaderamente sobre su pasado mientras acelera su expansión militar corre el riesgo de volver a convertirse en una fuente de inestabilidad regional.
La primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, afirmó erróneamente a principios de noviembre que una "contingencia en Taiwan" podría constituir una "situación que amenaza la supervivencia" de Japón, provocando una crisis diplomática con China.
La firme reacción de China no es ninguna sorpresa. La retórica de la "situación que amenaza la supervivencia" es demasiado familiar para el pueblo chino. Los agresores imperialistas japoneses utilizaron un pretexto similar para lanzar una guerra de agresión contra China que duró 14 años. En 1931, los militaristas japoneses, alegando que "Manchuria y Mongolia son el sustento de Japón", provocaron el Incidente del 18 de septiembre para ocupar el noreste de China. En 1937, repitieron la táctica con el Incidente del 7 de julio, lanzando una guerra de agresión a gran escala contra China. En 1931, los militaristas japoneses, alegando que "Manchuria y Mongolia son el sustento de Japón", provocaron el Incidente del 18 de septiembre para ocupar el noreste de China. En 1937, repitieron la táctica con el Incidente del 7 de julio, lanzando una guerra de agresión a gran escala contra China.
Las recientes declaraciones de Takaichi guardan un parecido alarmante con la retórica utilizada por las fuerzas armadas japonesas antes de la Segunda Guerra Mundial. En aquel entonces, la afirmación de que "Manchuria y Mongolia son el sustento de Japón" se utilizó como pretexto para la agresión de Tokio. Hoy en día, la retórica de "una contingencia en Taiwan es una contingencia para Japón" intenta atraer a Taiwan de China al llamado "perímetro de seguridad" de Japón. Estas peligrosas maniobras huelen a militarismo.
Al restar importancia a la agresión bélica de Japón y amplificar el impacto de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, las fuerzas de derecha del país intentan transformarse de agresores en víctimas.
El Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente lo dejó claro hace mucho tiempo: Japón cometió crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Como afirmó Telford Taylor, fiscal clave del Tribunal Internacional para los Crímenes de Guerra de Núremberg, los bombardeos atómicos pusieron fin a una guerra de la que el Gobierno japonés era directamente responsable.
Sin embargo, los grupos de derecha en Japón siguen intentando vender la mentira de que el país estaba tratando de "liberar Asia" y construir una "Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental". La historia demuestra que su "coprosperidad" significa asesinatos en masa, saqueos, trabajos forzados y expolio cultural. Solo en China, 35 millones de soldados y civiles chinos murieron o resultaron heridos en la guerra, por no mencionar las innumerables ciudades y pueblos reducidos a escombros y las decenas de millones de personas desplazadas durante la agresión japonesa.
Al intentar eludir sus crímenes de guerra, Japón está evadiendo obligaciones claramente definidas en el derecho internacional. Ya sea con la afirmación de Abe de que los japoneses "ya no pueden soportar el destino de seguir pidiendo perdón" o con la intensificada presión de Takaichi para romper con el orden internacional de posguerra, estos políticos japoneses están luchando por eludir su responsabilidad histórica.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los líderes alemanes han tomado medidas concretas para compensar a las víctimas y educar a las generaciones futuras sobre el pasado bélico de Alemania. Como señaló el excanciller alemán Gerhard Schroder, afrontar la historia con prudencia y autorreflexión genera respeto.
El 1 de diciembre, el Gobierno alemán anunció que construiría un monumento en memoria de las víctimas polacas del régimen Nazi. Durante las recientes conversaciones con el primer ministro polaco, Donald Tusk, de visita en Berlín, el canciller alemán, Friedrich Merz, reiteró que el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial no es un capítulo cerrado, sino una responsabilidad permanente.
"El pasado nunca termina", afirmó Merz, señalando que recordar y aceptar la historia "nunca será algo definitivo" y que Alemania asume su responsabilidad histórica.
La historia demuestra que negar o encubrir la agresión tendrá un efecto tremendamente negativo en el futuro de un país. ¿Cómo puede una nación que se niega a reconocer su historia ganarse la confianza o el respeto de la comunidad internacional?
Es evidente que un Japón que se niega a reflexionar verdaderamente sobre su pasado mientras acelera su expansión militar corre el riesgo de volver a convertirse en una fuente de inestabilidad regional. La postura regresiva de Takaichi ya ha provocado fuertes críticas tanto dentro como fuera del país.

Imagen del 21 de noviembre de 2025 de personas asistiendo a una protesta frente a la residencia oficial de la primera ministra japonesa, en Tokio, Japón. (Xinhua/Jia Haocheng)
En Japón, el abandono de Takaichi del compromiso del país con la paz en la posguerra y su alteración del consenso social han incrementado la preocupación pública de que la nación pueda volver a repetir errores del pasado y verse arrastrada nuevamente a las llamas de la guerra. Varios ex primeros ministros la han criticado abiertamente por sobrepasar los límites, mientras que numerosos legisladores y grupos cívicos han cuestionado su idoneidad para ejercer como primera ministra. Académicos y medios de comunicación han advertido que sus acciones imprudentes podrían aislar diplomáticamente a Japón y dañar su economía.
A nivel regional, las peligrosas medidas del Gobierno de Takaichi han socavado el orden internacional de posguerra que durante mucho tiempo ha salvaguardado la paz y el desarrollo duraderos en Asia-Pacífico. Países como Rusia, la República de Corea y Myanmar han expresado sus críticas.
En la escena internacional, las declaraciones de Takaichi, que vinculan una "situación que amenaza la supervivencia" de Japón con la cuestión de Taiwan, han vuelto a despertar los dolorosos recuerdos del militarismo en la comunidad internacional. Como ha señalado el presidente nacional del Partido de los Ciudadanos Australianos, Robert Barwick, las declaraciones de Takaichi "socavan tanto la seguridad de Japón como la de toda la región".
El mundo actual poco se parece al del pasado, y la China de hoy ya no es la que era hace un siglo.
El pueblo chino siempre ha apreciado la paz y sigue comprometido con la lucha por la reunificación pacífica. Sin embargo, en cuestiones importantes relacionadas con la soberanía nacional y la integridad territorial, China nunca cederá ni transigirá. Cualquier intento de interferir en los asuntos internos de China u obstaculizar su reunificación nacional será respondido con contramedidas decisivas.
Hace 80 años, frente al militarismo japonés, el pueblo chino luchó por la supervivencia nacional, el rejuvenecimiento nacional y la causa de la justicia humana. Hoy en día, China es aún más capaz y está más decidida a salvaguardar la paz que tanto le ha costado conseguir.
La paz y el desarrollo son las tendencias predominantes de la época y la aspiración compartida de todos los pueblos. Como miembro fundador de las Naciones Unidas y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, China se mantendrá firme en el lado correcto de la historia. Junto con todas las naciones y pueblos comprometidos con la paz, China salvaguardará el orden internacional de posguerra, defenderá la victoria de la Segunda Guerra Mundial y garantizará que la bandera de la paz y la justicia siga ondeando en lo alto.


