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Japón nunca termina de romper con el militarismo

Por Xinhua | el 24 de diciembre de 2025 | 09:01

Para manipular la educación y la opinión públicas, la derecha japonesa ha promovido durante mucho tiempo el revisionismo histórico para "blanquear" los crímenes de guerra.

El hecho de que Japón nunca haya purgado a fondo la ideología militarista en el período de posguerra ha llevado a la aparición de figuras como Takaichi. Durante décadas, las fuerzas de derecha de Japón han estado conspirando para restaurar sus agendas.

Tras la derrota y rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, la nación, habiendo sido el principal instigador de la agresión, debería haberse sometido a un ajuste de cuentas exhaustivo. La Proclamación de Potsdam estipulaba claramente que "debe eliminarse para siempre la autoridad e influencia de aquellos que han engañado y extraviado al pueblo de Japón para embarcarse en la conquista mundial".

Sin embargo, con el inicio de la Guerra Fría, la política de Washington hacia Japón cambió fundamentalmente: de debilitar y desmilitarizar a Japón a cultivarlo y rearmarlo. Como resultado, el ajuste de cuentas con el militarismo japonés quedó inconcluso. Una política diseñada para expulsar a los militaristas de las esferas política, económica y pública también fue suspendida, permitiendo que muchas figuras bélicas regresaran al poder.

El caso más emblemático es el de Nobusuke Kishi. Un vestigio del militarismo que se desempeñó como ministro de Comercio e Industria en el Gabinete de Hideki Tojo y fue detenido como sospechoso criminal de guerra de Clase A, Kishi inesperadamente regresó a la política y se convirtió en primer ministro de Japón en 1957. Su ascenso marcó el "resurgimiento" de las fuerzas militaristas en el Japón de posguerra. Atsushi Koketsu, profesor emérito de la Universidad de Yamaguchi, observó que el sistema político de posguerra de Japón fue, en parte, establecido por aquellos que una vez libraron una guerra de agresión, agregando que su influencia continúa hasta el día de hoy.

Como resultado, las fuerzas de derecha de Japón se envalentonaron para crecer y enconarse. Durante décadas, las fuerzas de derecha han trabajado para revivir el militarismo, negar la historia de agresión de Japón y liberarse de las restricciones del orden internacional de posguerra.

Sus intentos han sido visibles en acciones como las visitas al Santuario Yasukuni. Durante la guerra, Yasukuni sirvió como una herramienta de adoctrinamiento militarista, glorificando la "lealtad al emperador". Después de que 14 criminales de guerra de Clase A, incluido Hideki Tojo, fueran en secreto consagrados allí en 1978, el santuario se convirtió en un símbolo de glorificación de la guerra de agresión de Japón. Desde entonces, los políticos japoneses han visitado continuamente el santuario. La propia Takaichi lo llamó públicamente "un santuario de la paz" y lo ha visitado casi cada año en los últimos años.

Para manipular la educación y la opinión públicas, la derecha japonesa ha promovido durante mucho tiempo el revisionismo histórico para "blanquear" los crímenes de guerra. Afirman que Japón libró una guerra por "autopreservación y autodefensa". También intentan desacreditar los reconocimientos de crímenes de guerra como una "visión masoquista de la historia". En 1997, académicos de derecha fundaron la Sociedad Japonesa para la Reforma de los Libros de Texto de Historia, que ha trabajado con políticos de derecha para impulsar revisiones de libros de texto. Términos como "invasión" de China fueron suavizados a "avance" o "entrada", mientras que atrocidades como la Masacre de Nanjing y el reclutamiento forzoso de "mujeres de solaz" fueron etiquetadas como "cuestionables".

Esta derecha también busca cualquier oportunidad para "liberar" al ejército japonés. La piedra angular de la Constitución pacifista de Japón es el Artículo 9, que renuncia al derecho de la nación a participar en la guerra o a recurrir a la fuerza militar para resolver conflictos internacionales. Durante décadas, este artículo ha sido una restricción fundamental para los esfuerzos militares de Japón.

Sin embargo, los grupos de derecha han trabajado incansablemente para socavar esta misma cláusula. Tras el fin de la Guerra del Golfo, Japón envió dragaminas a la región del Golfo, marcando el primer despliegue en ultramar de las Fuerzas de Autodefensa (SDF, siglas en inglés). Durante la guerra en Afganistán, Japón envió buques navales para proporcionar suministros de combustible a las fuerzas estadounidenses, representando el primer despliegue en ultramar en tiempos de guerra de las SDF. En la Guerra de Irak, efectivos de las SDF fueron desplegados en territorio iraquí, la primera vez que fueron enviados a un territorio extranjero en medio de un conflicto activo.

El alcance operativo de las fuerzas militares de Japón ha seguido expandiéndose, vaciando de forma gradual los principios de su Constitución pacifista.

Esta tendencia se aceleró notablemente durante la Administración de Shinzo Abe. En 2015, el Gobierno japonés forzó la aprobación de una nueva ley de seguridad que permite a Japón ejercer la autodefensa colectiva cuando países "estrechamente relacionados con Japón" sean atacados. Esto creó una apertura legal para el paso de Japón de la defensa a la ofensiva.

Ahora, Takaichi, quien se autoproclama heredera política de Abe, intenta llevar esta reinterpretación ya peligrosa a un terreno aún más arriesgado para Japón y la región.

A menos que Japón enfrente este legado no resuelto con honestidad y moderación, el espectro del militarismo continuará filtrándose en su política con consecuencias que se extienden mucho más allá de sus costas.

Imagen del 2 de diciembre de 2025 de Ukeru Magosaki, exfuncionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón, hablando durante una reunión, en Tokio, Japón.(Xinhua/Jia Haocheng)

El ascenso político de Takaichi se ha cultivado en el suelo venenoso del revisionismo histórico. Desde cuestionar la Declaración de Murayama, considerada la culminación de la disculpa de Japón por sus agravios antes y durante la Segunda Guerra Mundial, hasta negar la Masacre de Nanjing y glorificar símbolos militaristas, ella se ha alineado con facciones que se niegan a ajustar cuentas con la pasada agresión de Japón. Lo que es aún más alarmante, medios japoneses han revelado que Takaichi fue fotografiada en cierta ocasión con el líder de un grupo neonazi en Japón.

Durante décadas, los políticos de derecha de Japón, como Takaichi, se han quedado estancados en una visión mundial centenaria, incapaces, o no dispuestos, a superar la mentalidad que una vez alimentó la agresión de Japón. Sus percepciones de China están definidas no por hechos o desarrollos contemporáneos, sino por la nostalgia de las ambiciones imperialistas, la negación de las atrocidades bélicas y el desprecio por los compromisos solemnes que Japón hizo al normalizar las relaciones con China.

La Administración de Takaichi también parece ansiosa por desviar la atención de los desafíos internos, incluido el gobierno en minoría, la disminución del apoyo al Partido Liberal Democrático de Takaichi y el descontento con la gestión, mediante la puesta en escena de una política exterior de confrontación.

Impulsada por múltiples factores, Takaichi ha acelerado su peligrosa agenda. No solo ha hecho comentarios imprudentes con respecto a Taiwan, sino que también ha impulsado un aumento drástico en el gasto de defensa, buscado revisar documentos de seguridad clave, intentado relajar aún más las restricciones a las exportaciones de armas, insinuado el desarrollo de submarinos de propulsión nuclear e incluso mencionado la revisión de los tres principios antinucleares de Japón.

Frente a hechos históricos y legales claros, Takaichi no ha reconocido sus errores ni retirado sus falacias, sino que las ha intensificado. Esto demuestra plenamente que sus comentarios sobre Taiwan de ninguna manera fueron un desliz momentáneo, sino una exposición deliberada de sus intenciones políticas. Algunas voces lúcidas en Japón han señalado que Takaichi opera bajo, al menos, dos errores de juicio fatales.

Primero, ha juzgado mal el panorama internacional. Un editorial en el periódico japonés Asahi Shimbun señaló perspicazmente que en un momento en el que Estados Unidos busca estabilizar sus relaciones con China, los comentarios de Takaichi "carecen de una perspectiva amplia", poniendo en entredicho los cimientos de la diplomacia japonesa. Otros comentaristas señalaron que Takaichi intentaba vincular a Estados Unidos con su arriesgada agenda y hacer que Washington "pague la factura", lo cual no es más que una peligrosa apuesta política.

En segundo lugar, ha subestimado la determinación de China. La cuestión de Taiwan está en el núcleo de los intereses centrales de China y es la línea roja que no debe cruzarse. Al desafiar los intereses centrales de China, sin duda enfrentará una respuesta firme y decidida de la parte china.

(Web editor: Zhao Jian)