ANALISIS: Los desafíos del nuevo Gobierno de Dilma Rousseff
Algunos de ellos, como el que actualmente vive la petrolera estatal Petrobras, salpican a la presidenta por su presunto conocimiento del caso cuando formaba parte del Consejo de Administración de la mayor empresa de Brasil.
Rousseff deberá intentar rebajar los ánimos a la polarización que ha vivido el país en estas elecciones, ante los defensores de la gestión de 12 años de Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) y sus detractores, quienes se agregaron alrededor del candidato socialdemócrata Aécio Neves, derrotado hoy.
La polarización se verá reflejada en el siempre complicado Congreso brasileño, donde la reñida campaña electoral puede pasar factura al Partido de los Trabjadores a la hora de buscar aliados para poder formar gobierno y gobernar con tranquilidad.
También a nivel interno, Rousseff deberá lograr restablecer la confianza en la petrolera estatal Petrobras, la mayor empresa del país y otrora un orgullo para el país, objeto de varios escándalos de corrupción y desvío de dinero que han centrado la campaña electoral.
La endémica corrupción brasileña, a la que Dilma prometió "hacer limpieza" en la campaña electoral de hace cuatro años, será otro asunto que centrará la atención en su segundo mandato, tras los innumerables escándalos que hubo en su primera gestión en la presidencia.
Recuperar la confianza del mercado será otra dura tarea para la presidenta electa, que ha visto cómo los inversores y el mercado financiero le retiraban gradualmente su apoyo tras las políticas intervencionistas de su gobierno.
En su segundo mandato, promete, habrá una ofensiva para "elevar las inversiones".
Brasil ya pasó del cuarto al quinto puesto en el ranking de entrada de inversión extranjera en 2013, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la primera caída desde 2009.