Imantar hallazgos: 10 años de la cultura del buen Habano en China
Por Yasef Ananda
La sabiduría popular suele afirmar que el Habano es el mejor embajador que tiene Cuba. Su bien labrada distinción y prestigio hacen de este referente cultural un auténtico disfrute espiritual para los cinco sentidos del ser humano.
El escritor Gustave Flaubert en su cuento "Un corazón sencillo", describe a una señora francesa que intenta fijar a Cuba en un mapamundi. En la ensoñada búsqueda de su sobrino, la anciana recrea la identidad del remoto lugar e imagina a La Habana como una ciudad de penetrante mar y nocturno sabor a tabaco, donde todos sus habitantes van y vienen con un puro entre los labios.
Sin el gentil Habano, el aroma de Cuba sería otro. Como otro sería el imaginario popular, que a través de los siglos, ha configurado la identidad de la isla, allende los mares.
Degustar un buen tabaco cubano es una experiencia única e irrepetible, muy diferente al compulsivo consumo de cigarrillos. (Foto: YAC)
Mundos conectados
En mandarín al Habano se le llama Xuejia. Según entendidos, fue un poeta quien bautizo al inesperado visitante. Es curioso el encanto simbólico que tiene el Habano en caracteres chinos: la blanca ceniza (xue), corona el corpus vegetal (jia) donde se hospeda el mismo fuego que hace nacer la nieve que, a su vez, abrasa.
No es de extrañar que en China la cultura del Habano sea tan bien acogida. Tal vez porque su ritual, heterodoxo y preciso, avecina resonancias ceremoniales que lo identifican con una de las más auténtica tradiciones chinas: la cultura del té.