La pareja, que tiene un hijo juntos, pretendía realizar una ceremonia religiosa 20 días después de la boda civil y ya había alquilado un salón de fiestas y contratado al fotógrafo, la comida, la decoración, la música y otros servicios para la fiesta.
En su defensa, el novio dijo que tuvo que desembolsar dinero de su bolsillo por haber cancelado la boda, y que la ex novia fue quien tomó la iniciativa de realizar los preparativos del casamiento "ilusionándose sin motivos".
El magistrado encargado del caso, no obstante, le dio la razón a la mujer, que alegó que después de lo ocurrido, fue blanco de numerosas bromas.