Jimmy Carter, ex presidente de Estados Unidos. (1977-81).
Por Jimmy Carter
Pekín, 23/09/2015(El Pueblo en Línea)- China me ha fascinado desde mi primera visita a Qingdao en 1949, poco tiempo antes de que la República Popular fuera fundada el 1ro de octubre, cuando cumplí 25 años.
Yo era gobernador de Georgia cuando el presidente Nixon hizo su histórica visita a China en 1972 y se decepcionó porque no hubo movimientos adicionales para establecer relaciones diplomáticas entre nuestros dos países. Este tema lo ubiqué como una alta prioridad cuando llegué a la presidencia e iniciamos negociaciones de alto nivel con líderes chinos. Estos esfuerzos lograron el éxito y el 15 de diciembre de 1978 el vice premier Deng Xiaoping anunció que el mutuo reconocimiento tendría lugar a principios del año siguiente. Tres días después, Deng anunció las dramáticas reformas que llevaría a cabo en su país, y que "abriría hacia arriba". Pocos anticiparon cómo estas dos decisiones determinarían en la comunidad mundial.
Desde que dejé la oficina oval, hemos hecho varias visitas a China y he sido recibido por sus más altos líderes políticos, empresarios del sector privado y por los ciudadanos en muchas comunidades.
El Centro Carter, a pedido del gobierno, llevó a cabo tareas importantes, incluyendo la implementación y evaluación de las elecciones en 600.000 pueblos de China, equivalentes a casi dos tercios de la población. Ahora nos concentramos en el trabajo para reducir errores de percepción sostenidas por una nación sobre otra, convocando foros anuales para mejorar la relación y encontrar maneras para que los Estados Unidos y China mantengan la paz y promuevan el desarrollo en otros países, especialmente en África.
En los últimos años, durante mis cuatro encuentros con el presidente Xi Jinping , él ha subrayado, al igual que Deng Xiaoping, la necesidad de respetarnos mutuamente y cooperar en todo lo que sea posible, a pesar de las grandes diferencias de nuestra historia, cultura y sistemas políticos.
Como los Estados Unidos, China enfrenta muchos retos internos. Lucha para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos que viven más lejos de la costa este, y quiere transitar de una economía -relativamente floreciente- basada en las exportaciones a una economía más orientada al consumo interno. A diferencia de ayer, hoy su impacto político y económico se hace sentir en casi todos los rincones del globo.
Durante los últimos 35 años, China se ha mantenido en paz con sus vecinos y otras naciones, pero su extensión e influencia ha traído la contención, especialmente en relación a las disputas en sus mares del sur y del este.
Aunque muchos de mis sucesores en la presidencia de Estados Unidos han expresado comentarios negativos sobre las relaciones con China durante sus campañas, casi todos ellos han actuado con moderación después de ser elegidos. Estoy seguro de que la misma situación ha existido en China.
La primera visita oficial del presidente Xi Jinping a los Estados Unidos les ofrecerá a ambos presidentes, Xi y Obama, una oportunidad de explorar cómo nuestras dos grandes naciones pueden relacionarse pacíficamente, como iguales y con respeto mutuo.
Los chinos deben comprender que a Estados Unidos les gustaría ver una China libre, próspera y pacífica y que no queremos socavar el ascenso de China. Del mismo modo, los estadounidenses necesitan entender que China es diferente a la Unión Soviética que enfrentamos durante la guerra fría. China debe ser animada a participar y defender el orden internacional, regido por las leyes y normas internacionales.
Mientras que existen desafíos actuales que amenazan con hacer fracasar la relación de Estados Unidos y China, estoy seguro de que Deng Xiaoping estaría de acuerdo conmigo que ninguno de estos retos son más desalentadores que los que trabajamos en el pasado para conquistar juntos el futuro.
Encontrar caminos hacia la paz y el desarrollo sostenible es la base de la misión del presidente Obama y del presidente Xi.
Con muchos conflictos vigentes y la salud de la economía mundial aún frágil, ahora es el momento para que cada nación defienda un orden mundial favorable a la paz y al desarrollo.
Los dos presidentes deben utilizar su reunión para acordar más que para desaprobar. Pueden forjar un consenso sob re cómo construir la confianza, y a través de la colaboración de Estados Unidos y China actuar para resolver nuestros desafíos comunes. Nuestro compromiso conjunto para tomar la iniciativa y resolver los problemas ambientales, establecería un ejemplo que otras naciones podrían seguir.
(Editor:Elena G.,Rocío Huang)