La dinámica de la interacción entre grandes países siempre exige atención, sobre todo en un mundo globalizado, pues no sólo conforma las relaciones bilaterales, sino que también influye en los asuntos internacionales.
En el marco de la recién concluida Cumbre de Seguridad Nuclear, celebrada en Washington, China y EEUU, el mayor país en desarrollo y el más desarrollado del mundo, respectivamente, protagonizaron una serie de provechosos contactos cuya importancia trasciende sus fronteras.
Por una parte, las dos naciones publicaron un comunicado conjunto en el que se comprometieron a cooperar más a la hora de mejorar el almacenaje y la seguridad de los materiales nucleares, a fin de evitar el terrorismo atómico.
Además, acordaron rubricar el 22 de abril, primer día en el que los gobiernos podrán hacerlo, el histórico pacto internacional sobre cambio climático alcanzado en Francia el pasado diciembre, el bautizado como Acuerdo de París.
El cambio climático y la seguridad nuclear son cuestiones delicadas a la par que imperativas. Los dos comunicados conjuntos de Beijing y Washington pretenden dar un empujón al mundo hacia un crecimiento más verde y sumar voluntades a la lucha mundial contra el terrorismo nuclear.
En los últimos años, ha habido una cooperación sólida entre China y EEUU en muchos ámbitos no tradicionales, lo que incrementa la posiblidad de que más países se unan a los acuerdos internacionales sobre esas cuestiones.
Una y otra vez ha quedado demostrado que, en el actual panorama internacional, los beneficios que genera la cooperación entre las dos mayores economías del mundo se expanden con rapidez fuera de ellas y alcanzan al resto del mundo.
En su reunión durante la cumbre, el presidente chino, Xi Jinping, y su homólogo estadounidense, Barack Obama, enviaron una clara señal de que los intereses comunes de ambas naciones superan de lejos sus discrepancias y de que, trabajando juntos, pueden conseguir mucho.
Al igual que cualquier vínculo bilateral, el que mantienen China y EEUU, complejo y multifacético, no está en absoluto exento de fricciones. Sin embargo, no se debería permitir que las diferencias y distracciones eclipsen la visión de conjunto de la cooperación entre ambos países y hagan descarrilar sus relaciones.
A la hora de seguir avanzando, Beijing y Washington deberían poner sus lazos en perspectiva y continuar buscando modos de ampliar sus intereses comunes y su cooperación mutuamente beneficiosa.
Sólo así podrán evitar la llamada trampa de Tucídides, poner las relaciones bilaterales en la senda de un desarrollo saludable y estar a la altura de la responsabilidad que pesa sobre sus hombros de fomentar un mundo de paz, estabilidad y prosperidad.