[Foto: IC]
Gland, 19/08/2019 (El Pueblo en Línea) - Con el paso de los años,las jirafas reticuladas, la subespecie que vive en la meseta Laikipia, en el centro de Kenia, empezaron a escasear. Su hábitat se ha fragmentado y reducido cada vez más, mientras algunos siguen matando a las jirafas solo por sus huesos y cerebro, considerados como remedios para el sida, o sus colas, destaca la Agencia Andina.
A nivel del continente africano, entre 1985 y 2015 el número de jirafas mermó alrededor de un 40%, de acuerdo a cifras de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que identifica sin embargo distintas dinámicas regionales.
En Somalia, Sudán del Sur, República Democrática del Congo o la República Centroafricana, los conflictos favorecen la caza furtiva y hacen casi imposible los intentos de estudiar y proteger a este animal.
En África Austral se registraron notables aumentos, pero en África Oriental, la jirafa reticulada perdió alrededor de un 60% de sus ejemplares, mientras que la jirafa nubiana ha sufrido un pérdida trágica del 97%. En África Central, la jirafa del Kordofán vio su población disminuir un 85%.
El anuncio de la UICN de la clasificación de la jirafa en la categoría de especies "vulnerables" fue recibido con relativa sorpresa a finales del 2016. En 2010, aún estaba clasificada como una "preocupación menor".
"La jirafa es un gran animal al que se ve fácilmente en los parques y reservas, lo que pudo dar la falsa impresión de que todo iba bien", analiza Julian Fennessy, copresidente del grupo de especialistas de la UICN para las jirafas y okapis. "El problema se sitúa principalmente fuera de los espacios protegidos".
Por estas razones, numerosos observadores hablan de una "extinción silenciosa".
"En comparación con otras especies carismáticas como los leones, elefantes y rinocerontes, se sabe muy poco sobre las jirafas", señala Symon Masiaine, coordinador del programa de estudio y de protección de las jirafas "Twiga Walinzi" (Guardianes de las jirafas, en idioma suajili), en Kenia, a principios de 2016.
Arthur Muneza, de la Fundación para la Conservación de la Jirafa, recuerda que la primera investigación profunda sobre este animal data de 2004, en Namibia, y que muchos datos sobre las jirafas se recogieron en estudios sobre otros animales.
Especifica además que la UICN, ante la ausencia de datos fiables, hubo de esperar hasta 2018 para poder establecer el nivel de amenaza para algunas subespecies.
La reticulada y la masai están ahora clasificadas "en peligro", la nubiana y la Kordofán "en peligro crítico de extinción".
La última propuesta pretende regular el comercio internacional de las jirafas dentro de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES, por sus siglas en inglés), que se reúne del 17 al 28 de agosto en Ginebra. Pero aquí también hay una gran falta de datos.
Seis países africanos, incluidos Chad y Kenia, proponen clasificar a la jirafa en la "lista de especies que no están necesariamente amenazadas de extinción actualmente, aunque podrían estarlo si el comercio de sus ejemplares no se controla rigurosamente".
Los apoyos de la propuesta muestran "preocupación" y señalan que una clasificación obligaría a los países miembros a recopilar datos sobre las exportaciones.
Los críticos denuncian una propuesta guiada por "la emoción" en vez de por los "hechos científicos", aduciendo la poca información disponible. Desde Estados Unidos - el único país que cataloga estas importaciones- se indica que la mayoría de los trofeos de jirafas proviene de países donde sus poblaciones aumentan (Sudáfrica y Namibia).