NACIONES UNIDAS, 1 oct (Xinhua) -- La imagen de China en la arena mundial ha estado marcada, durante mucho tiempo, por su peso económico: desde los grandes volúmenes comerciales hasta el vasto mercado doméstico, el país asiático se ha conocido como una fuerza motriz en términos económicos que empuja el crecimiento global.
Sin embargo, la reciente visita del presidente chino, Xi Jinping, a Estados Unidos y a la sede de las Naciones Unidas ha dado a conocer una nueva área de la influencia china: los compromisos de ofrecer multimillonarias ayudas para las naciones más necesitadas, incluso cuando China sigue siendo un gran país en vías de desarrollo.
En su intervención el lunes ante los 193 miembros de la Asamblea General, el presidente Xi se comprometió a proporcionar 1.100 millones de dólares estadounidenses en apoyo a los esfuerzos de pacificación de la ONU y la Unión Africana.
Justo el día antes, el gobernante asiático anunció la concesión de una suma inicial de 2.000 millones de dólares para contribuir al cumplimiento de los objetivos de desarrollo mundial post-2015, cifra que se puede incrementar hasta los 12.000 millones de dólares para 2030. Además, también hizo un compromiso de 10 millones de dólares con la agencia de la ONU dedicada a la promoción de los derechos de la mujer.
Durante su visita de Estado a EEUU entre los días 22 y 25 de septiembre, Xi aseguró que aportaría 3.100 millones de dólares para ayudar a los países en vías de desarrollo a luchar contra el cambio climático.
Las promesas que Xi realizó durante su viaje a EEUU y la ONU envían un mensaje claro a la comunidad internacional: China confía en asumir las debidas responsabilidades internacionales como la segunda mayor economía del mundo. Con crecientes compromisos financieros para hacer frente a los retos globales, China ha pasado de ser un participante a transformarse en un líder en los asuntos mundiales.
Cabe mencionar que los programas chinos de asistencia no están ligados con ninguna condición económica o política. A diferencia de algunas naciones que utilizan el poder de su monedero para obtener ganancias políticas, China considera sus programas de ayuda extranjera como parte integral de los esfuerzos para la construcción de una comunidad de destino común para la humanidad.
Además de la promesa de ayuda, Beijing también forjó varias plataformas para facilitar la cooperación en áreas similares de desarrollo. El Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII), que tiene 57 países fundadores hasta ahora, está previsto que comience a operar hacia finales de este año, y las iniciativas de la Franja y la Ruta están ganando terreno en decenas de países a lo largo de la antigua Ruta de la Seda en Asia, Europa, Medio Oriente y Africa. El sistema chino de compromiso global a varios niveles para promover la paz y el desarrollo está tomando forma gradualmente.
Este tipo de pasos proactivos para asumir sus responsabilidades internacionales, sin embargo, deben siempre ser considerados a la luz de su actual estatus como nación en desarrollo. El PIB por cápita de China se mantiene por debajo del promedio mundial, con unos 70 millones de personas todavía viviendo en la pobreza. El país ha logrado éxitos extraordinarios al sacar a cientos de millones de personas de la pobreza, pero el empeño está lejos de haber sido completado.
Mirando hacia adelante, China está experimentando un gran cambio, al pasar de un modelo de crecimiento liderado por la inversión a otro impulsado por el consumo. Dado que se trata de una economía abierta con una población de 1.300 millones, la gran transformación ofrece mayores oportunidades a los socios de inversión y comerciales regionales y globales.
La prosperidad de China ha reformado la economía global. El efecto colateral continuará y fructificará en múltiples áreas.
(Editor:Rosa Liu,Rocío Huang)