Edward suele pasar horas estudiando lo bello y lo ingenioso de la arquitectura clásica de China, con los cuales él inventa refugios para animales callejeros que tanto es pragmático como puede considerarse un elemento cultural en los rincones de la ciudad.
Es innegable que en China exista una industria ilícita de robo, secuestro, matanza de los animales de compañía y la venta de su carne por un beneficio de costo cero e inmoral, una realidad difícil para que el joven arquitecto acepte cuando ve a los gatos sucios, flacos, los que representan un triste estado de vivir pero siguen dándole cariño al extranjero sin razón particular.