Por Dai Lina, Pueblo en Línea
Beijing, 06/01/2017 (El Pueblo en Línea) - EE.UU. siempre se ha presentado como un modelo en términos de democracia y libertad de prensa. No sólo apunta con el dedo a otro país con diferentes sistemas, sino que además interfiere en sus asuntos internos. Sin embargo, ¿existe realmente la llamada libertad de prensa en EE.UU.? La respuesta es “NO”.
Revisando el desarrollo de la democracia y los más de 200 años de historia de EE.UU., es fácil ver que la evolución de los medios es de hecho un resultado histórico que tiene diferentes misiones y connotaciones en diferentes momentos. Sin embargo, EE.UU. ha convertido a los medios de comunicación en su herramienta y ha adoptado un doble rasero en su práctica de la comunicación internacional, pidiendo a otros países a que respeten la libertad absoluta de prensa mientras que EE.UU mantiene una libertad condicional.
Sin lugar a dudas, EE.UU. es uno de los países más comercializados con una industria líder de medios. El país ha experimentado dos grandes transiciones en sus medios de comunicación este siglo: La Ley de Comunicaciones de 1934 y la Ley de Telecomunicaciones de 1996.
La primera ley sentó las bases para la privatización de la radio de Estados Unidos, y la segunda ofreció una gestión de medios más relajada permitiendo a organizaciones de otras industrias fusionarse con medios de comunicación. Como resultado, la política del dinero se ha introducido en la industria de los medios de Estados Unidos, que más tarde ha sido monopolizada.
En primer lugar, el monopolio dirigido por la política del dinero en los medios de comunicación ha destruido aún más la política democrática del país. La privatización, la capitalización y la mercantilización han contribuido a la supremacía del dinero en la industria de los medios, y la comercialización y la baja calidad han provocado una crisis de la comunicación pública. Los programas de entretenimiento, que son ajenos a la vida pública, adormecen a la audiencia, lo que lleva a la alienación política o la apatía política. En consecuencia, la democracia se ha convertido en un juego político sin la participación del público.
En segundo lugar, la conspiración de las élites de los medios y los políticos ha violado el principio de la democracia de que “la mayoría gobierna”. Tal conspiración se llevó a cabo bajo la cobertura de "neoliberalismo", que se centra en la privatización, la capitalización, la mercantilización y el debilitamiento de las funciones gubernamentales.
La ley aboga por un sistema de monitoreo de medios más relajado y permite la fusión. De acuerdo con la ley, las élites políticas más pequeñas son capaces de dominar la política y la ideología, y representan la voluntad de la sociedad atomizada, por lo que la introducción de políticas públicas no necesita un debate público. Como consecuencia, las decisiones sobre los asuntos públicos se han convertido en un juego entre una minoría de las élites.
Además, dada una industria altamente monopolizada de los medios de comunicación y la disminución de la comunicación pública, los temas importantes, como "quién controla los medios de comunicación" y "a quién sirven los medios de comunicación" no están abiertos al debate público.
Como propiedades privadas, los medios de comunicación no son capaces de realizar su función social al máximo. Por ejemplo, los medios de comunicación de Estados Unidos nunca incorporarán el enorme gasto de las elecciones presidenciales a su agenda pública.
Esto indica que la llamada libertad de prensa de la burguesía es de hecho un fraude de la ideología que no sólo legaliza el status quo, sino que también engaña al público y nubla el sistema opresor. Los medios de comunicación son una parte del sistema político capitalista, pero apenas se exponen a los asuntos que amenazan el orden social capitalista.
En un sentido, la objetividad y la independencia no sólo son importantes ideologías de las organizaciones de medios de comunicación, sino también un pretexto de los países capitalistas para ejercer la hegemonía.
Los medios de comunicación de Estados Unidos, en su historia, han hecho un gran trabajo en cuanto a la protección de los derechos de los ciudadanos y la lucha contra la corrupción política. La función pública de los medios de comunicación, por ejemplo, se reflejó plenamente en "muckraking", el movimiento de derechos civiles de los afroamericanos y el escándalo Watergate.
Sin embargo, corroídos por la política del dinero, los medios de comunicación de Estados Unidos se han convertido en cómplice de la corrupción política y destructores de la política democrática.
El sistema capitalista de los medios de comunicación estadounidenses causará inevitablemente una disminución de la influencia de los medios y expondrá su naturaleza anti-democrática. Mientras tanto, el monopolio por parte de algunos medios de comunicación grandes terminará transformando la desconfianza de la gente en dudas y protestas.
La libertad y la responsabilidad forman una paradoja. La responsabilidad sólo puede lograrse con un cierto sacrificio de la libertad. El llamado concepto de "responsabilidad y libertad" es sólo una visión de la industria de los medios de EE.UU., y la "libertad de prensa" es nada más que una herramienta del país para contener a sus competidores.
(El autor es vicepresidente del Instituto de Periodismo de la Academia de Ciencias Sociales de Shanghai)