(Foto: GlobalTimes)
Por Shen Yi
Beijing, 20/10/2019 (El Pueblo en Línea) - En los últimos días, en las calles de Cataluña, España, han ocurrido violentas manifestaciones, muy similares a las perpetradas en Hong Kong y que, sin embargo, han sido definidas como “un hermoso panorama” por algunos países occidentales. Ellos han propagandizado que el extremismo y la violencia acontecida en Hong Kong poseen base y razón, pero el apoyo a los manifestantes de Cataluña sacude y hace peligrar los cimientos y estabilidad de España. Además, subrayan que de ninguna manera el gobierno español lo permitirá. Su actual y oportunista proceder que deslegitima el vandalismo en Cataluña es una bofetada contra ellos mismos, revelando su hipócrita actitud al tratar el problema de Hong Kong.
Los países occidentales han cavado un enorme agujero donde caen ellos mismos y del cual se han dado cuenta de que no es fácil salir. Por supuesto, ellos pueden seguir defendiéndolo con aguzado vozarrón, pero no serán capaces de vendarle los ojos a todo el mundo.
¡El motín! Guiada por esos países, la fiera ha franqueado la barrera y ha dado la vuelta para morder a los mismos que se presentan ante los demás como un modelo de democracia y libertad. Desde Londres hasta Cataluña de España, los iracundos se han “inspirado” en la horda que destroza el orden de Hong Kong. Esta irónica escena es una fuerte bofetada dada por la realidad a estos países manipuladores que hoy pagan su arrogancia y prejuicios.
“Los demonios” liberados por los países desarrollados de Occidente después de la guerra fría bajo la bandera de “la libertad de Internet”, ahora centran su punta de lanza sin vacilación sobre estos países. Explicado bajo las premisas de la Teoría de Decadencia Política del fallecido sabio estadounidense Samuel Phillips Huntington, los gobiernos de los países desarrollados de Occidente no pueden seguir implementando un gobernanza eficaz dentro del nuevo escenario de la revolución de las tecnologías de la información. Si no se puede rectificar efectivamente la decadencia de la capacidad y el sistema de gobernanza, todo el mundo acelerará su entrada en el cambio trascendental, sin precedentes durante los últimos cien años.
El origen de este conflicto tiene su raíz en una base económica más profunda. En 2016, Steve Bannon, estratega jefe del equipo de campaña presidencial de Donald Trump, hizo una descripción clásica: el exceso de la exportación de China condiciona el agotamiento de los obreros industriales de los Reinos Unidos y Estados Unidos. Bannon tiene razón de forma parcial. La razón principal del surgimiento del populismo y los movimientos de violencia a escala global en este ciclo se apoya en el derrumbe de la clase integrada por los obreros industriales de los países desarrollados. Sin embargo, Bannon debe tener muy claro que el verdadero responsable no es China, sino los peces gordos de las finanzas de Wall Street, cuya avaricia por la ganancia ha superado no sólo la devoción por el interés nacional estadounidense, sino también el respetuoso temor a Dios.
Europa y Estados Unidos saben muy bien dónde reside el problema. Sin embargo, bajo las limitaciones existentes de las estructuras políticas, económicas y sociales, apenas pueden adoptar una solución ineficaz: construir un enemigo ficticio y exteriorizar la contradicción.
Es decir, traducir la insatisfacción interna acumulada en algunos conceptos morales abstractos y juicios de valor que miran hacia afuera y siempre en dependencia de las supuestas ventajas del occidente.
Se debe subrayar que este tipo de propaganda incendiaria y la infiltración subversiva ha logrado algunos éxitos iniciales. Pero el truco, construído a base de mentiras, se irá “fuera de control” y luego tendrá un “efecto contrario” tarde o temprano. La paradoja de los países occidentales sobre el tema de Cataluña y Hong Kong es una manifestación de que el agua venenosa les salpica a sí mismos, aunque han intentado verterla hacia afuera. Es muy difícil para ellos porque no pueden explicar sin tacha la obvia mentira construída sin que salgan dañados.
Para China y otros países del mundo, no es necesario meterse en el juego aburrido de “quién es peor” con los países occidentales.
Centrarse en aumentar la capacidad y mejorar el sistema administrativo, beneficiar al pueblo, así como hacer esfuerzos para construir la comunidad conjunta del destino humano son la dirección correcta, por la que merece realmente la pena luchar.
En cuanto a los países occidentales, pueden seguir paseándose por el “hermoso paisaje”. Si lo quieren, están en su derecho.
(Web editor: 赵健, Rosa Liu)