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Karla Zapata Pérez, profesora de la Universidad Normal de Pekín: Los abuelos y los niños son símbolos muy importantes en el Festival de la Primavera

Pueblo en Línea  2021:02:08.12:28

Beijing, 08/02/2021 (El Pueblo en Línea) -El Año Nuevo Chino o Festival de la Primavera es la festividad más importante del calendario lunar en el gigante asiático. Durante esta celebración, la familia honra a sus ancestros, se deleitan con suculentos platos, regalan “sobres rojos” a los niños y piden por un ciclo de buenas cosechas.

En esta nueva serie de testimonios titulada “Año nuevo chino del Buey: prosperidad a través del esfuerzo, la tenacidad y el paciente trabajo”, Karla Zapata Pérez, profesora de la Universidad Normal de Pekín, comparte sus experiencias sobre el Festival de la Primavera, una solidaria vivencia que permite entender mejor la cultura y ancestrales tradiciones del pueblo chino.

Karla Zapata Pérez, profesora de la Universidad Normal de Pekín

El corazón palpitante de la metrópolis se había volcado a los hogares, a la familia

Mi primera celebración del Año Nuevo chino data del año 2008, año de la Rata. Apenas tenía 5 meses en este país e igual tiempo estudiando el idioma, vivía en la Academia de Cine de Pekín y fuimos pocos los estudiantes extranjeros que nos quedamos durante las vacaciones de ese invierno. Recuerdo que el último día del año fui a visitar a una familia amiga que vivía cerca de Sanlitun y regresé a la universidad recién comenzada la noche, había acordado con una compañera de Bolivia y otra de Japón, cenar juntas en el dormitorio del campus. Recuerdo aquel recorrido de manera muy vívida: el Tercer Anillo desierto, el sol ocultándose ante mis ojos, una voz electrónica anunciado las paradas y el conductor del bus como única compañía. La cena de año viejo estuvo ajustada a nuestras posibilidades de becarias. Comimos jiaozi, niangao y mi amiga japonesa sacó una botella de baijiu que alguien le había regalado, fue la primera y última vez que lo probé.

Aquella noche me pareció curioso sentir la soledad que circulaba por las calles, fue fascinante imaginar cómo el corazón palpitante de esta metrópolis se había volcado a los hogares, a la familia. Entonces, entendí desde la vivencia lo que explicaban en clase. 

Descubrir la feria en el templo

En 2008 también hice mi primera incursión en un Miaohui, es decir, una Feria en el templo. Yo no tenía idea de a qué actividad iba, mis amigos mencionaron un parque y en aquella época solo me ocupaba de conocer lugares y de tomar el bus correcto para no perderme, ya que no contaba con todas las facilidades tecnológicas que tengo ahora para movilizarme. Llegué al lugar. Mi primera visión de la entrada del Parque Ditan fue un amasijo de gente tratando de comprar el ticket de acceso a la felicidad del día. Imaginé que acceder a lo que había tras los faroles rojos sería imposible, hasta que una de nuestras amigas chinas agitó en el aire un lote de boletos como si de banderas se tratase. Entonces, se abrió ante mis ojos, de manera tímida y decididamente impactante, la puerta de una de las actividades públicas de año nuevo chino que considero más bonita. Toda una fiesta de bienvenida para la primavera, en el corazón de los parques. Un espectáculo lleno de puestos de comida, juegos, representaciones de tradiciones antiguas, bailes, entretenimientos sobre hielo y tantas otras muestras culturales que variaran dependiendo del lugar que visites. Una tradición que tiene un lugar especial dentro de mis rituales de año nuevo.

Retratar las luces y colores que inundan el cielo a las 12 de la noche

Otro recuerdo que atesoro con especial cariño, fue el recorrido que hice por las calles de Pekín el año nuevo de 2009, también año del Buey. En esa oportunidad me reuní con amigos fotógrafos para retratar las luces y colores que inundaban el cielo a las 12 de la noche. Para mí fue impresionante ver la cantidad de fuegos artificiales que se utilizaban, las montañas de papel y cartón quemado que, en oportunidades, impedía el tránsito de los coches, así como la fascinante magia (producto de un arduo trabajo) que nos permitía disfrutar de calles impecables a la mañana siguiente, como si todo lo observado la noche anterior hubiese ocurrido solo en nuestras mentes. Una tradición que, por seguridad y protocolos anticontaminación, ya no se puede observar en el centro de Pekín.

La alegría de estar juntos otra vez

También me gustaría rememorar el año del Caballo, de 2014, cuando una familia china, muy querida por mí, me invitó a recibir el año con ellos. Una experiencia inolvidable en la que viví de cerca todos los preparativos para la noche vieja, acercándome mucho más al valor que tienen pequeños y ancianos dentro de las tradiciones del año nuevo. Abuelos y niños, un símbolo muy importante dentro de la vida familiar: las raíces y el futuro, según mi interpretación. Ese año formé parte de un exquisito y tradicional banquete que reunió a varias generaciones, venidos desde distintos puntos de la geografía. Una noche especial, en donde reinó la alegría de estar juntos otra vez.

Plan para recibir el año del Buey: comer jiaozi y ver la Gala de Noche Vieja

Por lo que corresponde a la cena de noche vieja me reuniré con una amiga que este año no irá a recibir el año con sus padres, en el norte de China, en respuesta al llamado que las autoridades han hecho para evitar la movilización masiva. Entonces, el plan es comer jiaozi, hacer algunos platos tradicionales chinos y ver la Gala de Noche Vieja.

En relación a las costumbres o ritos, haré la limpieza de casa entre el 4 y el 10 de febrero y, por supuesto, cambiaré el mensaje que tengo alrededor la puerta de mi departamento. Por otra parte, también suelo visitar las tiendas próximas al Templo Lama para comprar amuletos de suerte que coloco en casa. Otros años he visitado el Templo Badaochu o Tanzhesi durante el último día del año, para mí es muy agradable y relajante. Actividad que deseo poder retomar en lo que la situación del virus nos lo permita. 

¿Festividades que en Venezuela sean parecidas al Año Nuevo de China?

Tal vez podría mencionar la celebración del Año Nuevo occidental. Por lo menos, en mi familia, se acostumbra reunirse en noche vieja y hacer un gran banquete para agradecer el año transcurrido y pedir por un año nuevo lleno de salud y oportunidades de prosperidad para todos. Evidentemente, los platos que se comen se adaptan a cada país y ciudad. Se decoran las casas, lo que podría ser equivalente a la decoración con faroles que vemos aquí. Algo que si es completamente diferente es que en Venezuela no existe un programa como la Gala de Noche Vieja, creo que sería imposible dado nuestro carácter dicharachero y bailador. Lo que si hacemos es colocar la radio nacional, que coloca música bailable y hace el conteo de los últimos segundos del año y nos permite oír en vivo las campanadas de la Catedral de Caracas. De cualquier manera, siento que hay un innegable punto en común, y es esa emoción de despedir el año viejo y recibir un año nuevo en compañía de tus seres queridos. Me parece que eso es un valor que es universal, sin importar lo cerca o lejos que puedan estar las culturas. 

2020: memorable collage emocional

Para mí el año 2020 fue un año de muchos retos y cambios muy drásticos, que me obligaron a redimensionar mi capacidad de respuesta ante la incertidumbre. Además, esta época, en general, dado que aún la estamos viviendo, me ha llevado a reflexionar mucho sobre la importancia que tiene la acción individual para sustentar lo colectivo. Por otra parte, me parece que he experimentado la misma incertidumbre y temores que el resto de los seres humanos que han vivido y siguen viviendo los estragos de la epidemia. Así como en algunos casos he transitado por la impotencia, el desconcierto, la esperanza, la desesperanza y un sinfín de sentimientos capaces de hacer un memorable collage emocional.

Puedo decir que durante el 2020 pasé de sentir cierta tranquilidad (al saberme en un país que, por estrictas que fuesen sus medidas, daba claras señales de estar haciendo lo que era necesario para la contención epidemiológica), al desasosiego absoluto que me produjo la llegada del primer caso del virus a Venezuela. También reconozco que fueron indescriptible las emociones que experimenté al ver las calles abarrotadas de silencio y de semáforos que le indicaban al vacío cuando detenerse y cuando seguir adelante.

Por otra parte, si bien desde que vivo en China la palabra “despedida” se volvió norma de gran parte de las relaciones humanas que establezco, el 2020 rompió cualquier récord imaginablemente en relación a ese tema, al menos para mí. Sumándole a ese factor: éxodos inesperados, despedidas en las que no hubo despedida, retornos retrasados por meses, retornos que viven en el limbo, casas embaladas en ausencia de quienes les dieron vida. 

Año del Buey de Oro: entereza, sabiduría y alto nivel de conciencia

Me gustaría expresar lo que espero de mí misma durante el periodo que está por venir: entereza para seguir velando por mi salud física, mental y espiritual, ya que eso puede servir para que no me transforme en un problema más para el país donde resido o para mi país de origen. También espero poder adquirir la sabiduría necesaria para sortear las dificultades que se presenten y sobre todo, un alto nivel de conciencia para comprender que, aún en lo pequeño, soy parte fundamental de la solución. 

(Web editor: 周雨, 赵健)

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