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Cuba recuerda hoy batalla de Cangamba

Actualizado a las 11/08/2014 - 08:34
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Los cubanos recuerdan hoy la batalla de Cangamba, un remoto pueblo del sur de Angola, donde hace 31 años tropas cubanas y angolanas enfrentaron con éxito a unidades de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), tras un cruento combate de ocho días.

El 10 de agosto de 1983, las fuerzas de la UNITA abandonaron derrotadas el cerco tendido alrededor de Cangamba, en la sureña provincia de Moxico, donde esperaban propinar un golpe a las tropas del Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA) y capturar a un grupo de militares cubanos.

La UNITA pretendía hacer prisioneros a los 82 militares cubanos que estaban en la aldea para intentar obligar al gobierno de la isla a negociar directamente con la UNITA, sin la participación del gobierno angolano.

Sin embargo, el objetivo estratégico era aislar la provincia de Moxico, impedir la llegada de refuerzos, para posteriormente apoderarse de Luena, ciudad que pretendían proclamar capital de una llamada "República Negra" escindida de Angola, en busca de reconocimiento internacional.

El ataque comenzó el 2 de agosto con un nutrido fuego de artillería sobre la pequeña aldea defendida por menos de 800 hombres, los que tuvieron que enfrentar un contingente que los superaba en número casi ocho veces.

Los detalles de aquellas jornadas de sangre y fuego están grabados en la memoria de Fidencio González Peraza, hoy coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, quien estaba al frente de los internacionalistas cubanos, entonces con el grado de mayor.

"Aunque la primera decena de agosto fue la más tétrica, desde junio estábamos aislados y cercados; sometidos diariamente a cuatro o más ataques de la denominada (UNITA)", rememoró González Peraza.

"Hubo momentos muy difíciles al quedar totalmente sitiados. El primero, cuando a las FAPLA las desplazaron de sus posiciones ya con pocas municiones y escaso armamento, y se unieron a nosotros en la propia trinchera, en un área que no rebasaba el tamaño de un campo fútbol".

Otro momento difícil fue "cuando una granada de artillería penetró en nuestro puesto de mando y ocasionó la muerte a cuatro combatientes e hirió a algunos de gravedad".

Sin embargo, consideró que las horas más críticas "ocurrieron al terminarse los abastecimientos, incluidos alimentos, agua y medicamentos".

Las tropas sitiadas contaban únicamente con municiones para los fusiles, mientras que toda la técnica de transporte estaba averiada y de los 22 refugios que llegaron a tener, sólo quedaron en pie dos.

"En agosto, rememora, la situación se tornaba muy penosa porque nuestros soldados y oficiales estaban físicamente muy agotados, y algunos hasta se quedaban dormidos en la posición que defendían", evocó González Peraza, quien cuando la intensidad de los combates disminuía, se trasladaba por las zanjas de comunicación hasta las trincheras para infundir valor a sus hombres.

Desde La Habana, el entonces presidente Fidel Castro, quien seguía hora por hora la marcha del combate, envió por radio un mensaje de aliento a los defensores de Cangamba, a quienes pidió que esa localidad "se convierta en cementerio de los mercenarios que sirven a los odiosos intereses de los racistas sudafricanos".

Castro ordenó reforzar y apoyar con inmediatez a los combatientes sitiados, por lo que tres destacamentos blindados, que estaban ubicados en distintas zonas angolanas, avanzaron a marcha forzada hacia la aldea, salvando obstáculos geográficos y enfrentando emboscadas.

Una unidad cubana de tropas especiales, radicada en Luanda, recorrió más de 1.300 kilómetros y llegó oportunamente para asegurar las acciones de la aviación de transporte y de los helicópteros.

La cantidad de bajas sufridas y la amenaza del refuerzo atemorizaron a la UNITA, cuyos hombres se retiraron en desbandada abandonando el armamento y más de 500 muertos en el campo de batalla.

Por la parte cubana perdieron la vida 18 combatientes y 27 resultaron heridos, mientras que las FAPLA computaron entre 60 fallecidos y 177 heridos.

La actitud de González Peraza le mereció que en la noche del 1 de enero de 1989 se le confiriera el título honorífico de Héroe de la República de Cuba, cuya medalla dorada la situó en su pecho el propio Castro.

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