Por Raymond Zhou
Pekín,28/11/2014(El Pueblo en Línea)-La primera vez que he detectado en China una fisura preocupante en la percepción pública dentro de la tendencia hacia autodefinirse dentro de los códigos de "perfil bajo" fue en la reacción que se produjo después de un comentario que hizo el cineasta Feng Xiaogang, y que se convirtió en un fenómeno dentro de las redes sociales.
Me quedé perplejo al ver que la palabra "diaosi" se extendió como la pólvora y me sorprendí aún más cuando pude constatar su uso como recurso autodescriptivo. El significado literal de la palabra "diaosi" es vello púbico masculino y, como los genitales masculinos se utilizan como un signo para menospreciar, "diaosi" también se utiliza para subrayar la extrema insignificancia de alguien insignificante.
¿Por qué una persona que se respeta a sí mismo se describe con semejante calificativo? Esgrimió públicamente Feng Xiaogang, quien fue acusado de perder la sintonía con la brújula popular.
Para alguien que se hizo de un nombre, representando de manera no oficial el instinto humorístico de los chinos de a pie, esta reacción de su público fue como una bofetada en pleno rostro.
"Diaosi" no es realmente una aporte del glosario en línea. Ha estado en uso dentro de muchos dialectos chinos, por lo general como un término crudo para definir a alguien que luce mal físicamente o que tiene mala suerte. De vez en cuando, ha sido tomado en su sentido contrario para indicar arrogancia. Que yo sepa, la palabra "diao" apareció en la prensa cuando Jay Chou, la superestrella taiwanesa la hizo su muletilla en el sentido de "impresionante".
Tengo que señalar que, como la mayoría de los términos del argot popular, los descriptivos de los órganos sexuales tienden a ser usados en exceso y, como tal, muy pronto pierden su connotación literal, hasta el punto de que muchos "escupen" las palabras o frases con poco o ningún conocimiento de su etimología.
No me dí cuenta -hasta bien entrada la edad adulta- que algunos términos con los que crecí están impregnados de connotaciones sexuales y que algunos de esos términos no tendrían sentido si son utilizados por el otro género, aunque algunas mujeres insistan también en llamarse "diaosi".
A pesar de que estas expresiones tienen largos recorridos etimológicos, su repentina popularidad no puede solamente ser explicada por el poder de multiplicación que tienen en China las redes sociales. Para investigar el proceso, el autor Ma Xiaoyan se remonta a la década del 90, cuando el comediante Stephen Chow fue aclamado en las aulas universitarias como la voz popular por excelencia. Desde entonces Chow ha sido venerado por los jóvenes como un verdadero dios. Chow, a menudo retrata a un hombre "poquita cosa" que es rescatado por una hermosa dama. El humor de Chow acidifica la vulnerabilidad latente en las legiones de jóvenes chinos que no han podido identificarse con el arquetipo tradicional del héroe fuerte que rescata del peligro a la mujer en apuros. Por supuesto, el hombre termina imponiéndose, pero no a través de una postura heroica, bravía o por el respeto marcial ganado en sobresalientes contiendas, sino por la simulación de su apocamiento o la aparente aceptación, sin reparos, del rol de "mandado u oprimido" dentro de las circunstancias impuestas.
En una cultura competitiva, donde la masa se esfuerza hasta el paroxismo por conquistar metas más altas que nunca parecen tener fin, el común de los mortales necesita un pretexto lenguístico para "bajar" de nuevo, para justificar un retorno sin partida. No todo el mundo puede ser un Jack Ma o un graduado de Harvard. Cuando la percepción de éxito es configurada -casi exclusivamente- por la fama y el dinero, se necesita mucho valor, como algunos sostienen, para ponerse de pie y proclamar que no se ha podido amasar el paradigma de éxito social, pero que sí se puede ser feliz disfrutando los modestos logros de cada día.
Otros consideran que es una tendencia al servilismo, una especie de humor autodestructivo y mordaz que enmascara su complejo de inferioridad y timidez, y que revela su eterna devoción por pertenecer a un grupo social más envidiable que la irrefutable realidad que los inocula.