TAIYUAN, China, 6 ago (Xinhua) -- Un libro con aterrorizantes historias de mineros chinos forzados a la esclavitud por tropas japonesas hace siete décadas, muchos de los cuales eran niños, será publicado pronto, en el marco del próximo 70° aniversario del fin de la guerra.
El trabajo, llevado a cabo por un grupo de los propios mineros, incluye narraciones personales de más de 180 personas e investigación sobre las fosas comunes donde decenas de miles de sus compañeros mineros fueron enterrados en la ciudad de Datong, en la provincia de Shanxi, norte de China.
"Este año se cumple el 70° aniversario del fin de la guerra contra la agresión japonesa, por lo que es un buen momento para que nuestras historias sean escuchadas", declaró a Xinhua Gao Huaixiu, de 82 años de edad, un importante contribuyente del trabajo.
En 2003, Gao y más de 300 personas que hicieron excavaciones para la explotación de carbón para el ejército japonés durante la guerra establecieron un instituto para estudiar la historia de las minas de carbón de Datong bajo el sometimiento japonés y las fosas comunes de mineros.
Actualmente, sólo 38 de los 300 están vivos, y tienen entre 78 y 94 años de edad. "Los sobrevivientes están muriendo, pero afortunadamente mantenemos nuestra memoria viva con palabras, imágenes y videos", dijo Gao.
El instituto encontró 20 fosas comunes, cada una con los restos de más de 1.000 mineros. Entre 1937 y 1945, más de 14 millones de toneladas de carbón fueron extraídas de Datong, a costa de las vidas de más de 60.000 mineros.
Aunque han pasado 73 años, Gao no puede contener las lágrimas cuando recuerda el día de 1942 cuando, a la edad de apenas ocho años, junto con su padre fue subido a un camión en el centro de Beijing por soldados japoneses. Después de un viaje de dos días, comenzó su pesadilla de tres años en la mina Baidong en Datong.
"En nuestro dormitorio se apiñaban más de 100 personas. Estábamos tan hambrientos que algunas veces teníamos que comer ratas", recuerda Gao.
"No teníamos equipo de protección y sólo vestíamos nuestras ropas cotidianas al bajar al fozo", dijo Wang Debao, de 85 años, otro de los mineros.
Los sádicos supervisores, brutales perros guardianes y alambre de púas volvían imposible el escape. "Aún si hubiéramos logrado escapar, nunca podríamos haber sobrevivido. Sólo contábamos con vales utilizados en la mina", indicó.
La desnutrición, el arduo trabajo, la peste y los desastres de minería afectaron a Gao, quien tenía apenas 11 años cuando su calvario llegó a su fin. Presenció enfermedades, desesperación y muerte todos los días. Los mineros enfermos eran puestos en cuarentena en un patio separado donde los dejaban sufrir y esperaban la muerte.
Al principio, los cuerpos de los mineros muertos eran colocados en ataúdes, pero ante el aumento de los decesos, los esqueletos eran tirados en las laderas y lanzados en zanjas.
"No sólo los muertos eran abandonados, sino también quienes estaban demasiado enfermos para trabajar", comentó Gao.
Gao y Wang a menudo estuvieron expuestos a brutales escenas, como ver que los cuerpos de hombres y de otros niños con quienes habían trabajo y vivido, eran devorados por perros y lobos. "No se pueden imaginar cómo una jauría de más de 100 lobos puede surgir de una árida ladera", expresó Gao.
Para evitar epidemias, los cuerpos eran reunidos y quemados en fosas comunes.