Días después de que la República Popular Democrática de Corea (RPDC) desatase una preocupación generalizada con su anuncio de que había realizado una prueba exitosa de su primera bomba de hidrógeno, Estados Unidos, en una maniobra destinada a incrementar la tensión en la región, hizo volar un bombardero estratégico B-52 sobre Corea del Sur.
El ejército estadounidense fue inequívoco al afirmar que el vuelo del bombardero con capacidad nuclear fue "en respuesta a la reciente acción provocativa de Corea del Norte (RPDC)", pero fue incapaz de darse cuenta que este alarde de poder militar influirá aún más en la delicada situación de la Península de Corea.
Estados Unidos no es el único que ha planteado una respuesta de línea dura contra la cuarta prueba nuclear de Pyongyang desde 2006.
Justo después de que la RPDC difundiese el test de la bomba de hidrógeno, Corea del Sur reanudó sus emisiones de propaganda contra Pyongyang, cuatro meses después de haber apagado los altavoces de alta potencia situados a lo largo de la frontera.
Si la historia ofrece algún tipo de guía, esta clase de tácticas de presión por parte de Washington y Seúl difícilmente podrán tener éxito en reprimir la ambición nuclear de Pyongyang. Al contrario, contribuirán a endurecer la determinación de la RPDC de ir tras su propósito de conseguir capacidades nucleares.
Para restaurar la estabilidad en la península todas la partes tienen que, en primer lugar, ejercer la contención y evitar cualquier acción que pueda empeorar una situación ya frágil.
En cuanto a Estados Unidos y sus aliados en la región, tienen que dar una muestra convincente de su proclamado compromiso con la estabilidad en la Península de Corea y más allá.
Por lo que respecta a la RPDC, necesita entender que con la violación repetida de sus obligaciones de no proliferación se está quedando progresivamente aislada de la comunidad internacional.
Como vecino cercano y firme defensor de la paz en la Península Coreana, China, junto con algunos otros miembros de la comunidad internacional, ha hecho grandes esfuerzos para ayudar a alcanzar una paz duradera en la península.
China se opone a cualquier movimiento que pueda complicar aún más la situación en la península y considera imperativo que todas las partes ejerzan la contención y trabajen de manera conjunta para una temprana reanudación de las largamente estancadas conversaciones a seis bandas, las cuales todavía se erigen en la salida más prometadora para el problema de seguridad que se prolonga por una década.