Descubren la razón por la que muchas civilizaciones antiguas no reconocían el color azul |
Fuente:agencias
Londres,22/02/2016(El Pueblo en Línea)-El mundo de Homero parecía psicodélico: las ovejas eran vinotinto; la miel, verde; el cielo, a menudo, bronce.
El primer intelectual que sabemos que notó algo raro fue William Ewart Gladstone (1809-1898), quien no sólo fue primer ministro británico cuatro veces, sino que también era un apasionado de la obra del poeta épico Homero.
A pesar de las maravillosas descripciones en "La Ilíada" y "La Odisea", que incluían frases como "la aurora con sus sonrosados dedos", en ningún momento pintaba algo de celeste, índigo o añil.
Gladstone repasó entonces todo el relato, pero fijándose especialmente en los colores mencionados.
Encontró que, mientras el blanco aparecía unas 100 veces y el negro casi 200, los otros colores no tenían un rol tan protagónico.
El rojo estaba mencionado menos de 15 veces, y el verde y amarillo, menos de 10.
Se puso entonces a leer otros textos de los antiguos griegos y confirmó que nunca aparecía el azul.
Gladstone concluyó que los griegos de la época no tenían el sentido del color desarrollado, y que vivían en un mundo en blanco y negro, con algunos destellos de rojo y brillos metálicos.
La pesquisa de Gladstone inspiró al filósofo y lingüista alemán Lazarus Geiger, quien se preguntó si el fenómeno se repetía en otras culturas.
Y sí: en el Corán, en antiguas historias chinas, en la versión antigua de la Biblia hebrea, en las sagas islandesas y hasta en las Vedas indias, sobre las que dijo... Ulises navegaba por mares que no necesitaban ser azules.
Pero eso no fue lo único que descubrió, sino que además había una secuencia común en todos esos lenguajes. Primero aparecen las palabras para negro y blanco u oscuro y claro -del día y la noche-; luego llega el rojo -de la sangre-; después le corresponde el turno al amarillo y al verde, y sólo al final, el azul.
"¿Quién dice que el cielo y el mar son azules? ¿Acaso son del mismo color?", cuestiona un experto en neuropsicología cognitiva. Y probablemente tiene razón en objetar ese punto de vista.
Él hizo experimentos con una tribu de Namibia cuyo lenguaje no tiene una palabra para el azul, pero sí varias para diferentes tipos de verde.
Cuando les mostró 11 cuadrados verdes y uno azul, no podían encontrar el que era distinto, pero si en vez de azul ese cuadrado era un tono tan levemente diferente de verde que nosotros difícilmente lo notaríamos, lo señalaban inmediatamente.
Y es que, si nos ponemos a pensar, pocas cosas en la naturaleza son azules: una que otra flor quizás, las alas de algunas mariposas, las plumas de ciertas aves, los zafiros, el lapislázuli.
Nada ha cambiado en nuestra visión. Por siglos hemos tenido la misma capacidad física de ver distintos tonos, pero no la misma necesidad de verlos.
"Era perfectamente normal decir que el mar era negro, pues cuando está de color azul oscuro, parece negro, y eso era suficiente en esa época; una sociedad simple funciona perfectamente bien con negro, blanco y un poco de rojo", afirma el experto.