Guía rápida del año nuevo en Beijing para el extranjero despistado
Beijing tiene una población migrante muy numerosa que en las últimas décadas, y especialmente a partir de la apertura económica al exterior, llegó a la ciudad atraída por los relatos de progreso y riqueza, dejando atrás familia y amigos. Así que cuando llega el año nuevo el número de desplazamientos es tal que pone a prueba la resistencia de las infraestructuras de transporte que el país ha construido a lo largo de los años, sean conexiones aéreas o trenes de alta velocidad. En mandarín hay incluso una palabra para definir el frenesí viajero, "chunyun", que viene a significar "transporte primaveral".
La capital china amanece el viernes día 27 de enero, último día del año lunar equivalente más o menos a la Nochevieja hispana, como si un cataclismo hubiese borrado a la mayor parte de la población. No se oyen bocinazos en los cruces de las avenidas, el metro en hora punta permite escuchar el eco de la voz propia y hasta da la impresión de que hace más frío.
La mayor parte de los comercios están cerrados y los extranjeros que trabajan al ritmo laboral de Occidente se apelotonan en las colas de los supermercados que siguen abiertos. Por todas partes se ven los faroles rojos, tan característicos, y en las puertas de restaurantes estampado, también encarnado, el carácter que denota felicidad. Se pronuncia "fu" y es habitual, en un juego de palabras, colgarlo invertido, porque en chino "llegar" y "boca abajo" se pronuncian igual, según consigue explicarle a uno gráficamente una profesora de chino al cabo de varios minutos.