Por Raúl Menchaca
MAISI, Cuba, 20 jun (Xinhua) -- El matrimonio formado por Hidalgo Matos y Eufrasia Manzanet tiene el raro privilegio de ser el primero que cada día saluda al sol en Cuba, desde el extremo más oriental de la isla.
Matos trabaja desde hace 37 años en el faro de Maisí, a poco más de 1.000 kilómetros al oriente de La Habana.
Desde el 19 de noviembre de 1862, en ese sitio se enciende a diario una luz que alcanza unas 27 millas náuticas para orientar a los barcos durante su travesía por el complicado Paso de los Vientos, que separa Cuba de la isla de La Española.
La torre, un cono recto de 37 metros de altura sobre el nivel del mar, se alza a unos metros de la costa, por eso el oleaje llega como un rumor apagado, que solo crece cuando el océano se encrespa y las olas rompen con fuerza contra el litoral.
El farero, un hombre delgado que parece curtido por el salitre, pierde las palabras cuando habla con lentitud para comentar sobre la vida en ese lugar, donde unas pocas casas, un pequeño hotel y un centro de refugiados haitianos, parecen orbitar alrededor del gigantesco farol.
Matos compartió a Xinhua que llegó al lugar atraído por la curiosidad, aunque allí se necesitaba un telegrafista, especialidad que desempeñó años antes, pero la tranquilidad le ganó el corazón.
"En realidad fue un gusto mío. Me gustaba, yo sentía curiosidad por el faro y traté de alguna forma de incorporarme a trabajar aquí y logré quedarme trabajando", explicó con parquedad.
Dijo que hay mucha tranquilidad que, sin embargo, se rompe cuando llega un huracán y la pequeña comunidad de Maisí se desaloja.
"Nosotros como tenemos la vivienda (...) nos quedamos, aunque el faro se apaga porque se supone que en ese momento no hay navegación en la zona", compartió.
Después de 26 años de casados, la esposa también disfruta de la quietud del sitio, "que es un lugar muy tranquilo, donde no hay ningún tipo de problemas".
Esta pareja tiene cuatro hijas y seis nietos, quienes viven fuera de Maisí y "más cerca de la civilización", pero los esposos no conciben abandonar el faro, en especial Matos.
"Ya estoy adaptado al sistema de este trabajo, lo conozco bien, lo domino y me mantengo bien en él. Me siento bien en él", dijo con una media sonrisa.
El Paso de los Vientos es un estrecho bravo, difícil de navegar y muy transitado, pues por allí pasan cada día entre 40 y 50 navíos de diverso porte, lo que hace imprescindible el trabajo del farero.
El destello que se aprecia cada cinco segundos es el resultado de la constancia de Matos, quien dos veces cada día sube descalzo un centenar de escalones por una escalera de madera, pintada de verde y construida en espiral.
El entrevistado explicó que el faro se pone a funcionar a las 18:25 hora local, al oscurecer, y se apaga a las 06:00 hora local del día siguiente, al amanecer.
El movimiento de la luz se obtiene por contrapeso, como el péndulo de un reloj, y por eso, aunque la óptica se enciende y apaga desde abajo, hay que darle cuerda de manera manual al mecanismo de rotación.
Hay que subir además a correr y descorrer las cortinas que protegen los cristales en la cima de la torre.
El hecho de que haya que ascender sin zapatos es una decisión asociada a una visita en 1994 del ex presidente cubano, Raúl Castro, quien sugirió que así fuera para proteger la pintura de los escalones de madera.
Pero Matos no solo tiene que dar cuerda y encender o apagar el faro, sino que además se ocupa, junto a otro colega más joven, de la limpieza, pintura y mantenimiento de la instalación que tiene más de 150 años.
Aunque todos lo llaman el faro de Maisí, en realidad se nombra Concha, un apelativo adoptado en honor al militar español José Gutiérrez de la Concha (1809-1895), quien fue gobernador de la isla y Capitán General de Cuba.
Quizás el peor momento de los 156 años de la torre ocurrió en octubre de 2016, cuando azotó el extremo oriental de la isla el huracán Mathew, considerado como el más poderoso de la última década.
Ni las intensas ráfagas de viento, ni el poderoso oleaje, pudieron sin embargo dañar el faro, que hoy se alza como el lugar más oriental de Cuba, sitio donde un matrimonio tiene la facilidad de saludar primero al sol cada día.