Por Cheng Lu
GUIYANG, 24 jun (Xinhua) -- La hora de juegos de 24 alumnos de preescolar de la guardería de la aldea de Yelang es diferente a la de la mayoría. A diferencia de los profesores tradicionales, que tienden a controlar la clase, Liu Fen da más libertad a los niños y permite que hagan lo que prefieran, los observa y registra sus comportamientos.
Esta maestra de 28 años de edad es la única de la guardería, que se encuentra en la ciudad de Tongren, en la provincia suroccidental china de Guizhou.
Ella nació en una aldea remota de Guizhou y no fue a la guardería. "No había guardería en mi aldea. Había que caminar dos horas por la montaña para llegar a la escuela de primaria más próxima. Para divertirnos jugábamos al escondite y hacíamos figuras de barro", recordó.
Llegar a ser profesora de guardería era para ella un gran reto, pero en 2016 el Ministerio de Educación de China y UNICEF pusieron en marcha un plan de cinco años para mejorar la calidad de los centros de preescolar rurales en Guizhou.
El proyecto se fija como objetivo beneficiar a cerca de 10.000 preescolares de 100 guarderías en Guiyang, Zunyi y Tongren, además de en la prefectura autónoma miao-dong de Qiandongnan.
Dentro del proyecto los profesores rurales acceden a formación y apoyo de expertos en educación infantil temprana de forma regular, indicó Chen Xuefeng, especialista de UNICEF para el desarrollo y la educación infantil.
Además, se han creado centros de recursos educativos en Tongren, de forma que las guarderías pueden compartir libros y material didáctico.
El centro de la aldea de Yelang se abrió en 2014 y está entre los 25 proyectos piloto de Tongren. Con la guía de los expertos se ha creado un entorno amable para los niños, en el que hay espacios para diferentes actividades, como la lectura, los juegos con bloques o el arte, y en donde se exponen trabajos artísticos de los menores. También hay una pared con neumáticos para que los niños trepen.
La profesora no sigue los antiguos métodos de enseñanza y considera que su trabajo "no es solo transmitir conocimientos, sino fomentar los intereses de los niños y contribuir a su desarrollo general y su bienestar".
"Les cuento historias recopiladas por los expertos del ministerio y de UNICEF para mejorar su competencia lingüística y matemática y sus habilidades sociales, y ayudo a los de más edad a que se preparen para la escuela primaria", indicó Liu.
La clase no está dominada solo por ella y la mayor parte del tiempo los alumnos pueden elegir un espacio y aprender por sí mismos. "Solo intervengo cuando hay un riesgo o me piden que juegue con ellos", explicó.
Tongren puso en marcha en 2013 un programa para habilitar guarderías, dentro del que, en lugar de construir nuevos edificios, se aprovecharon aulas de escuelas de primaria y secundaria y oficinas de los comités de asuntos de los aldeanos. Al cierre de 2017 había más de 1.600 de estos centros en la ciudad, siete de cuyos 10 distritos están clasificados como áreas afectadas por la pobreza.
Antes de que se crease la guardería de Yelang los residentes del entorno debían desplazarse en motos para llevar a los niños a la guardería central o pagar 200 yuanes (31 dólares) al mes por un bus especial. Los menores cuyos padres habían migrado a una ciudad para trabajar se quedaban en general en casa con los abuelos.
Las guarderías de aldea han llegado a unos 50.000 niños en las zonas rurales de Tongren y las estadísticas muestran que más del 87 por ciento de los que tienen entre tres y seis años van a uno de estos centros en la actualidad, frente al 45 por ciento que lo hacía en 2013.
"La calidad de la educación no está determinada solo por las instalaciones, sino también por los profesores", afirmó Zhang Chunhua, responsable de la oficina de educación preescolar de Tongren, que destacó que el programa con UNICEF ayuda a mejorar la calidad de la educación en las áreas rurales porque proporciona formación específica a los profesores.
Los cambios educativos se notan en el rendimiento de los niños. Liu Taoxiu, una abuela que se quedó a cargo de su nieto, Zhou Yucheng, después de que los padres del menor se trasladasen a trabajar en Wenzhou, destacó el cambio que ha visto en él. "Antes rara vez saludaba a las visitas, pero ahora es más extrovertido y educado", indicó.
Liu Fen asiste a actividades de enseñanza e investigación en el centro de Gaolouping dos días al mes, en los que debate sobre su interacción con los alumnos, analiza los problemas de desarrollo que ha detectado y prepara actividades. También recibe ayuda de los expertos a través de llamadas telefónicas y las redes sociales.
Aunque su salario es de apenas 2.000 yuanes al mes y solo va a su casa una vez a la semana por la distancia, la profesora disfruta de su trabajo. "Me gustan los niños y me esfuerzo continuamente para darles a los niños del rural una educación similar o incluso mejor que la de los de la ciudad", afirmó.