BEIJING, 12 jul (Xinhua) -- Al haber desatado la guerra comercial más grande de la historia económica, la administración Trump nuevamente ha probado ser un perturbador del orden económico global.
Solo unos cuantos días después de haber impuesto aranceles del 25 por cienro a 34.000 millones de dólares en importaciones chinas al año, con 16.000 millones más en camino, el Gobierno del país norteamericano fue aún más allá al crear una lista de tributos en contra de otros 200.000 millones de dólares en productos que China le vende.
Esta estrategia proteccionista unilateral perjudica los lazos entre las dos economías más grandes del mundo, desestabiliza los mercados globales y crea el riesgo de descarrilar toda la economía mundial, la cual lleva una década entera tratando de recuperarse de la crisis financiera de 2008.
El menosprecio de Estados Unidos por el sistema de comercio multilateral, que la comunidad internacional ha sabido salvaguardar, trastocará las reglas existentes del comercio global y desestabilizará el ambiente predecible que dicho sistema ofrece.
Estados Unidos se ha beneficiado del flujo libre de productos y capitales. Pero la administración Trump, que no ha logrado solucionar el desequilibrio económico de su país, culpa a la globalización económica de las dificultades que está atravesando su propia economía.
Bajo la falacia de que el país ha sido explotado por el sistema global, el Gobierno estadounidense considera el comercio como un juego de suma cero en lugar de un proceso de ganancia compartida, y recurre al acoso y a la intimidación comerciales en vez de acudir a los mecanismos multilaterales para resolver las disputas.
Al aplicar elevados aranceles al acero y el aluminio de diferentes países, la administración Trump ha querido vincular la economía con la seguridad nacional y ha sentado un peligroso precedente que podría ser tentador para otros Gobiernos. Además, este planteamiento comercial podría desencadenar una secuencia de "toma y dame" que sería perjudicial para el comercio y la inversión en el futuro.
El tiempo probará que la cosmovisión del actual Gobierno estadounidense es equivocada. Pero esto resultará ser extremadamente costoso para la gente de todo el mundo, incluidos los propios estadounidenses.
El impacto de los aranceles de ese país será sentido por los negocios y los consumidores locales, en particular la clase trabajdora, quienes al final tendrán que pagar más por productos hechos en China al tiempo que productos agrícolas y acuáticos de Estados Unidos, así como sus reputados automóviles, perderán todo el terreno que han ganado en el mercado chino.
Cuando el Gobierno de Trump tiró del gatillo parece no haber tenido en cuenta que al final el tiro le saldría por la culata, y que la "victoria comercial" que prometió a su pueblo está hoy más lejos que nunca.
De acuerdo con la consultora comercial estadounidense Trade Partnership, los aranceles sobre el acero y el aluminio resultarán en una pérdida neta cercana a los 470.000 puestos de trabajo después de contabilizar el impacto positivo para sus productores. En resumen, cada empleo generado en el sector habrá costado más de 18 empleos perdidos.
En palabras de Adam Posen, presidente del Instituto Peterson para la Economía Internacional, "el argumento más sensato de Trump en su campaña para la presidencia fue que no desperdiciaría ni las vidas ni la riqueza de los estadounidenses en guerras caprichosas. No obstante, el haber desatado una guerra comercial llegará a ser con el tiempo su 'Afganistán económico': costoso, sin plazo definido e inútil".