BEIJING, 17 may (Xinhua) -- Washington está llevando a cabo una campaña de intimidación en un intento de coaccionar a Beijing para que se trague las concesiones comerciales que no pueden ser aceptadas.
Mientras blande el gran garrote de los aranceles punitivos, La Administración Trump también está tratando de engañar a la comunidad internacional para que crea que China tiene la culpa de las tensiones comerciales actuales.
La primera mentira es que China ha estado persiguiendo deliberadamente un enorme superávit comercial con Estados Unidos.
Los más importantes economistas en todo el mundo ya han refutado tal afirmación. Según Stephen Roach, un destacado miembro de la Universidad de Yale, el hecho de que Estados Unidos tuviera déficits comerciales con 102 países en 2018 refleja un profundo déficit en el ahorro interno.
Cuando los estadounidenses consumen mucho más de lo que su país puede ofrecer, Estados Unidos debe importar los ahorros excedentes del extranjero y tener enormes déficits de cuenta corriente para atraer fondos extranjeros. Por lo tanto, los déficits comerciales son el resultado y no una especie de conspiración extranjera.
La verdad es que los aranceles aplicados a los productos importados no ayudarán a Estados Unidos a reducir el déficit comercial. Las estadísticas muestran que en 2018, el año en que Washington inició su intimidación arancelaria, el déficit comercial de mercancías y servicios de EEUU aumentó en un 12,5 por ciento, llegando a 621.000 millones de dólares, el récord más alto en diez años.
Otra acusación injustificada hecha por Washington es que el comercio con China está reduciendo los puestos de trabajo en Estados Unidos. Según un informe publicado por el Consejo Empresarial China-Estados Unidos, el comercio entre China y Estados Unidos ha fomentado casi 2,6 millones de empleos en EEUU en una amplia gama de industrias.
Es muy probable que el aumento de los aranceles cause pérdidas de empleos en Estados Unidos porque las cadenas de suministro se interrumpirían y los costos corporativos se elevarían.
En cuanto a las acusaciones de Washington de que China obliga a la transferencia de tecnologías y el robo, no es verídico. Estas acusaciones son evocadas por políticos desesperados de Estados Unidos que buscan sumar puntos. Han ignorado el hecho de que las transferencias de tecnología entre las empresas chinas y sus socios extranjeros ocurren sobre una base de consenso.
En las últimas décadas, China ha logrado un notable progreso en tecnologías de vanguardia porque ha incrementado las medidas para fomentar la innovación y proteger los derechos de propiedad intelectual.
Hasta ahora, China se ha incorporado a casi todas las convenciones internacionales importantes sobre propiedad intelectual. Sus empresas siempre pagan por las patentes que usan. En 2017, las tarifas que China pagó a Estados Unidos alcanzaron 7.130 millones de dólares, representantdo un cuarto del total de los gastos de propiedad intelectual que China pagó a otros países, de acuerdo con las estadísticas.
China ha venido trabajando arduamente para mejorar su ambiente de negocios para las inversiones extranjeras. En enero de este año, el fabricante estadounidense de vehículos eléctricos Tesla Inc. empezó en Shanghai la construcción de una fábrica, siendo la primera empresa automotora foránea que hace esto en China. Eso es un voto de confianza en el país asiático.
Y por último, pero no por eso menos importante, la creencia de Washington en que los aranceles serán pagados por China es otra mentira. De hecho, esas tarifas son un impuesto sobre los ciudadanos estadounidenses.
En realidad, los consumidores estadounidenses ya sienten la presión. De acuerdo con un reciente estudio hecho por la Universidad de Chicago y la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal, el precio de lavadoras se ha incrementado en un promedio del 12 por ciento después de que se impusieran las tarifas adicionales. Un aumento de casi 100 dólares por máquina.
La guerra arancelaria contra China ha provocado una ola de oposición en el sector industrial de Estados Unidos. Varios grupos industriales estadounidenses, entre ellos la Asociación de la Soya de EEUU, la Federación Nacional de Minoristas, y el Consejo de la Industria de la Tecnología de la Información denunciaron la medida de la Casa Blanca, indicando que perjudicará el empleo en Estados Unidos y aumentará los costos para los consumidores estadounidenses.
El hecho de que las relaciones económicas entre China y Estados Unidos son altamente entrelazadas significa que Washington no puede salir ileso de la situación actual.
Además, la estrategia arancelaria de Estados Unidos ya causa impacto adverso en el mundo. Los mercados bursátiles globales han sufrido una caída de montaña rusa en las últimas semanas. Inversionistas están enfrentando enormes incertidumbres, y una futura recuperación económica global queda duda.
Los que toman las decisiones en Estados Unidos precisan saber que la intimidación no es la solución a sus disputas comerciales con Beijing, sino un pacto comercial que respeta los derechos soberanos y las preocupaciones legítimas de China.