[Foto: IC]
En los últimos años, en China ha ido creciendo una inédita consciencia social que busca alentar -desde todos los sectores posibles- una vejez emocionalmente inteligente y proactiva. La tercera edad china ha ido integrando a su cotidianidad el uso de los teléfonos inteligentes, el pensamiento no lineal y la soltura del argonauta del ciberespacio
Por Yasef Ananda
Recientemente leí una observación de un especialista que confirmaba el notable aumento de la participación de las personas de la tercera edad en la biosfera digital china. También alertaba sobre la peligrosa adicción, desorientación y agotamiento que podría causarles a los ancianos las demasiadas horas de navegación y consumo de contenido en una estructura de pensamiento y movimiento básicamente creada para adolescentes y jóvenes. El hecho que desata la alarma, más que un motivo de nuevas preocupaciones y angustias, reorienta con júbilo hacia una destacable admiración.
Si bien es cierto que la tercera edad es una etapa en declive dentro del ciclo humano y las fuerzas que lo estimulan, tampoco se prescribe como único recurso de amparo el “tirar la toalla” o “esperar el inevitable desenlace” sentando en el banquito (¿o banquillo?) menos llamativo del parque del barrio, dormitando al sol y alienado de todo lo que es vívido, circundante y nutricio. Sin dudas, esa es la escena más recurrida en el imaginario social cuando se evoca al peregrino que añora su “dulce pájaro de la juventud” mientras deja que lo acompase el tiempo, el implacable, el que pasó. Y aunque en ocasiones se hace díficil defender la vejez desde la vejez misma y coronarla como una auténtica etapa del desarrollo interpersonal, con las nuevas tecnologías y otros demonios muchas cosas han ido cambiando a favor. Y hoy donde las dan, las toman.
En los últimos años, en China ha ido creciendo una inédita consciencia social que busca alentar -desde todos los sectores posibles- una vejez emocionalmente inteligente y proactiva (más allá del papel de sacrificado custodio hogareño, cuidador de nietos y eterno deudor de los caprichos del hijo o hija mayor). Existen razones. El envejecimiento de la sociedad china gana terreno y aunque las nuevas políticas que estimulan la natalidad son tomadas en consideración, no parece muy probable que se pueda revertir esa tendencia a corto plazo. A finales del 2018, China tenía alrededor de 249 millones de personas mayores de 60 años, lo que representa el 17,9 por ciento de la población total. En el 2025 la cifra podría superar los 300 millones de habitantes. Tomando en cuenta esta realidad objetiva, no pocos recursos públicos han sido destinados para favorecer una tercera edad más vigorosa, contemporánea, mejor asistida y socialmente útil.
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Aunque tradicionalmente ha sido un terreno más recorrido por los jóvenes y los comerciantes, la tercera edad china ha ido integrando a su cotidianidad el uso de los teléfonos inteligentes, el pensamiento no lineal y la soltura del argonauta del ciberespacio. De acuerdo al Informe sobre el Desarrollo de Internet en China, a finales del 2018 el gigante asiático contaba con 829 millones de usuario de Internet, de los cuales el 12,5 por ciento eran personas de 50 años o más, valor que representa un aumento de 2 puntos porcentuales con respecto al año anterior.
No es un secreto que la vida afectiva del adulto mayor se caracteriza por un aumento del sentido de la pérdida. Muchos jubilados chinos –además de viajar al extranjero, estudiar en las universidades del adulto mayor, militar en asociaciones afines o ejercer el voluntariado social- también han irrumpido como co-protagonistas y hacedores de un auténtico espacio virtual que retrase y mitige el imperioso recorrer de las despedidas. Hoy se les puede encontrar participando en las redes sociales, publicando videos cortos, promocionando ropa y productos, transmitiendo en vivo desde su terruño o desde lugares que consideran pueden interesarnos o entregando su saber en las plataformas educativas. Para muchos de ellos, el ciberespacio es una forma económica de socializar y entretenerse, que no demanda los ingresos de un entorno físico tradicional que abisma cuando ya el individuo no percibe el salario de antes o no puede destinar los ahorros a tal efecto. Para otros, es una oportunidad de actualización permanente y una estrella personal a conquistar. En general, creo que para todos es una singular manera de expandir la vida y surcar, en vertiginosa y propia dinámica confluyente, un sentido de ganancia que se establece y crece como antídoto. El nexo con la vida inmediata y pletórica, sostenido desde lo virtual e inaparente como paradoja, tributa mayúsculas. Compartir cartel con el brillo de la juventud, erosionar el lastre que suele acompañar lo aciago y superar la desorientación (en ocasiones depresión) de sentirse un ser derogado y pretérito en un mundo que es una constante afirmación del futuro, es algo que entusiasma a los ancianos en la nueva era china. Esto es especialmente cierto para aquellos que viven en zonas remotas y rurales donde en muchas comunidades aún se lucha contra la pobreza y se trata de iluminar las zonas más oscura del legado de los hijos y padres dejados atrás.
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Aunque pudiera parecer frívolo, si partimos de la tradición asiática de puertas hacia adentro, el afán de atreverse y sincerarse con desconocidos a través de vídeos cortos donde revelan sus secretos culinarios, comparten un criterio o anécdota, modelan ropa, danzan o sencillamente parodian actitudes modernas que les parecen cómicas -e incluso hasta anacrónicas- destella un modesto cambio de brújula que también tributará en fomento de las relaciones familiares. Filmarse y publicar en plataformas como TikTok y Kuaishou (se estima que de los 320 millones de usuarios activos diarios de TikTok hay 40 millones por encima de los 50 años), es una popular práctica que les puede hacer ganar en autoconfianza a la hora de tomar decisiones y emprender, descondicionando para bien la esfera emocional que suma padecimientos y limitaciones propios de la tercera edad. Además, se produce un fenónemo curioso: a medida que más y más ancianos chinos “asaltan” las redes sociales y el ciberespacio, hay más adolescentes y jóvenes que están dispuestos a ofrecerles su cordial bienvenida, compartir y apoyarlos como fuerza motriz y mayoritaria.
Martín Lutero ensombreció cierta vez al expresar “La vejez es la muerte en vida”. Eran otros tiempos y otras las formas de conquista que exigía el mundo. Hoy podemos contaminar aquel piadoso sentir luterano con un caribeño estribillo cantado por Omara Portuondo, la estrella del Buenavista Social Club, que con su inmaculada voz de 88 primaveras y aún de pie en los escenarios del orbe, nos asegura que “joven ha de ser quien lo quiera ser”.
Los chinos de la tercera edad, cada vez más proactivos y creativos dentro de la biosfera digital y el ciberespacio, le guiñan un ojo a la diva y le regalan un “like”.
(Web editor: 王伟洋, Rosa Liu)