Beijing, 11/11/2020 (El Pueblo en Línea) -"Hay dos cosas que son importantes en la política (EE.UU.). El primero es el dinero, y no puedo recordar cuál es el segundo", afirmó Mark Hanna, ex senador por Ohio, en 1895. Lamentablemente, este axioma sigue siguiendo válido.

Voto temprano presencial para elegir al presidente de Estados Unidos en Alexandria, Virginia, Estados Unidos, 18 de septiembre del 2020. (Foto: Xinhua/ Liu Jie)
Las elecciones del 2020 son un reflejo perfecto de la política monetaria. De acuerdo a los datos del Centro Estadounidense para la Alta Política (CRP, por sus siglas en inglés), grupo de investigación no partidista sin fines de lucro, el costo total de las elecciones de este año, incluyendo presidenciales y al Congreso, se situará en alrededor de 14 mil millones de dólares.
CRP indicó que las elecciones presidenciales del 2020 costarán más de 6.600 millones de dólares, mientras que las donaciones hechas a la carrera por escaños al Congreso superarán los 7.200 millones de dólares.
Con Estados Unidos todavía en plena epidemia, los dos candidatos presidenciales han invertido grandes sumas de dinero en campañas de medios como los anuncios de televisión. Hasta el 19 de octubre, ambas partes ya habían gastado 1.500 millones de dólares en publicidad.
Dado que el dinero decide los votos, es inevitable desde el comienzo de las elecciones que el gobernante de Estados Unidos se convierta en el portavoz de los ricos.
Grandes empresas y grupos con interés especial han puesto grandes cantidades de dinero en las elecciones estadounidenses, esperando a que les devuelvan el favor después de llegar al poder, fustigó el medio ruso Sputnik.
"Teníamos una jerarquía en mi oficina del Congreso", explicó Mick Mulvaney, ex director de la Oficina de Gestión y Presupuesto en 2018. "Si fueras un cabildero que nunca nos dio dinero, no te hablaría. Si fueras un cabildero que nos ha dado dinero, entonces podrías hablar conmigo".
A finales de agosto, 2,8 millones de personas, es decir, el 0,86 por ciento de la población estadounidense, habían contribuido con un promedio de 200 dólares o más a las elecciones federales de este año, proporcionando casi el 74 por ciento de todos los fondos de la campaña.
Un número aún menor, 44.000 personas, habían donado 10,000 dólares o más, sumando casi 2.300 millones de dólares.
Por otra parte, 2.635 personas, alrededor del 0,0001 por ciento de la población estadounidense, aportaron conjuntamente 1.400 millones de dólares.
Los dólares de fuentes privadas que alimentan las elecciones estadounidenses provienen principalmente de una pequeña fracción de la sociedad. Los críticos de la desigualdad estadounidense a menudo hablan del “1 por ciento", pero en el financiamiento de campañas es el 0.0001 por ciento el que importa, indicó un artículo publicado por Richard Briffault, profesor de derecho de la Universidad de Columbia en Nueva York, en The Conversation, una red de medios de comunicación sin fines de lucro.
"Tener un pequeño número de personas muy ricas que financian candidatos políticos distorsiona el proceso político. Esto es menos un quid pro quo clásico, el intercambio de dólares de campaña por votos, que la renuencia de los políticos a tomar posiciones que están en desacuerdo con los intereses de sus grandes donantes. Lo que sube o se mantiene fuera de la agenda legislativa puede estar impulsado por las preocupaciones de los donantes", señaló Briffault.
En la política estadounidense, los intereses de un pequeño número de personas parecen superar los intereses del 99,999 por ciento de la ciudadanía. A esto hay que sumarle más de 200.000 vidas perdidas debido a la pandemia y 30 millones de civiles sin seguro médico. Este es el absurdo de la política del dinero que no cambia con las elecciones estadounidenses del 2020.
(Web editor: 周雨, 赵健)