El Capitolio y una señal de stop en Washington D.C., Estados Unidos, el 13 de febrero de 2020. (Xinhua / Liu Jie)
Estados Unidos está siguiendo deliberadamente un camino equivocado en el rastreo del origen de COVID-19, incluso si sabe claramente que China nunca aceptará su manipulación o la llamada segunda fase de estudios sobre los orígenes de COVID-19 que apunta solo a China.
Para desacreditar a China, Estados Unidos no solo ha recurrido a teorías de conspiración, sino que también afirma trabajar con aliados y socios para presionar a Beijing.
Dados los actuales resurgimientos de la epidemia de COVID-19 en todo el mundo, especialmente el regreso sin precedentes del virus en EE.UU, lo que Washington ha hecho es obviamente obstaculizar y retrasar el importante tema científico del rastreo del origen, hecho que muestra su indiferencia por los derechos de vida y salud de todas las personas del mundo, incluidos los ciudadanos estadounidenses.
La cooperación de una gran potencia es de vital importancia para hacer frente a los desafíos globales, como la pandemia de COVID-19. En 2014, la notable y fructífera cooperación entre China y Estados Unidos en la lucha contra el virus del Ébola sirvió de ejemplo de colaboración entre las principales potencias en la lucha contra las enfermedades. ¿Por qué Estados Unidos no cumple con las expectativas de la sociedad internacional y convierte las relaciones entre China y Estados Unidos en una confrontación cuando la pandemia amenaza la seguridad del mundo y plantea serios desafíos para el propio país norteamericano? Estas prácticas irracionales provienen del mal desempeño del gobierno y del creciente descontento de los ciudadanos estadounidenses. Para cambiar las contradicciones internas, la Casa Blanca utiliza erróneamente a China como chivo expiatorio, deseando mostrar su "responsabilidad" y buscar ganancias políticas a través de una postura dura sobre China.
Según el New York Times, el número de casos nuevos diarios en promedio semanal se situó en 71.231 en EE.UU a fecha del 29 de julio. Un hecho tan amargo demuestra una vez más que establecer un enemigo imaginario no ayuda en nada a los problemas que actualmente enfrentan EE.UU. frente a infecciones interminables, conflictos raciales, violencia con armas de fuego, desigualdad de riqueza, división social y mala gobernanza en EE.UU. Más bien apunta a problemas estructurales profundamente arraigados en la sociedad estadounidense.
Washington sabe muy bien que estos problemas fueron provocados por EE.UU, y que sólo EE.UU puede resolverlos, pero sigue desperdiciando arbitrariamente recursos políticos para provocar enfrentamientos con otros países. Todo ello expone plenamente los defectos de la democracia estadounidense que prioriza los espectáculos sobre la gobernabilidad.
La actual administración en la Casa Blanca prometió restaurar el "alma" de Estados Unidos, declarando que tanto su política interna como externa servirían a la clase media del país. Sin embargo, existe una brecha cada vez mayor entre la promesa y los hechos, ya que la agenda política de Estados Unidos ha sido secuestrada por la intensificación de las luchas partidistas en el país.
El presidente de Estados Unidos considera que avanzar en la equidad racial es la más importante entre sus cuatro prioridades, y mencionó “un grito por la justicia racial, que se está gestando hace unos 400 años” en su discurso de inauguración. Sin embargo, la Ley de Justicia Policíal de George Floyd aún no se ha aprobado.
Mejorar la construcción de infraestructura es un consenso poco común alcanzado entre los demócratas y los republicanos, pero los actos relevantes ni siquiera están en proceso, ya que los dos partidos siempre se oponen entre sí por el simple hecho de oponerse.
Según una encuesta, el 59% de los ciudadanos estadounidenses entrevistados dijeron que no estaban satisfechos con el funcionamiento de la democracia estadounidense y el 55% dijo que eran pesimistas sobre el futuro de su país.
"Las amargas luchas partidistas por los derechos de voto, la política de seguridad nacional, un programa de infraestructura masivo, la aplicación de la ley y las reformas de la política de armas, e incluso el estado de las relaciones raciales, son señales de que el alma de Estados Unidos está en juego", dijo Ted Johnson, director del Programa de Becarios del Brennan Center for Justice.
Hace veinte años, un académico estadounidense señaló que desde el final de la Guerra Fría, muchos estadounidenses han estado sufriendo un síndrome de privación del enemigo. Hoy, este síndrome es aún más evidente. Algunos estadounidenses creen estúpidamente que un enemigo imaginario fuera de EE.UU ayudará al país dividido a recuperar sus objetivos. Impulsada por una filosofía tan errónea, la actual administración estadounidense continúa con las políticas extremas e incorrectas sobre China iniciadas por su predecesor, intensificando sus esfuerzos para contener a China y desafiando con frecuencia a esta última. La paranoia de la Casa Blanca sobre el rastreo del origen del virus refleja exactamente sus cálculos políticos. En otras palabras, estas prácticas engañosas revelan la cobardía del gobierno de Estados Unidos.
La revista estadounidense Foreign Policy dijo recientemente en un artículo que las relaciones entre Estados Unidos y China ya están en su peor punto en décadas, y que el enfoque sorprendentemente confrontativo de la administración probablemente empeore las cosas, mientras que daña otros intereses estadounidenses en el proceso.
En julio de hace 50 años, Estados Unidos sufrió disturbios raciales y protestas contra la guerra, y la confianza de los estadounidenses en el futuro de su país llegó a su punto más bajo. En un discurso pronunciado en Kansas City, el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, recordó a los estadounidenses la importancia de una fortaleza moral y espiritual saludables con un ejemplo del colapso de los imperios antiguos. Tres días después del discurso, el asesor de seguridad nacional de Nixon, Henry Kissinger, visitó en secreto China. Cuando los dos países reanudaron los intercambios, la sólida interacción entre ellos benefició a los dos pueblos e incluso al mundo entero en general.
Hoy, es necesario que la Casa Blanca extraiga sabiduría de la historia. Tal como dijo el historiador estadounidense Melvyn Leffler, al pensar en el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y China, la atención debería centrarse más en Estados Unidos.
Estados Unidos sigue siendo su propio mayor enemigo. El desarrollo de China nunca se ha basado y nunca se basará en un Estados Unidos en decadencia. Lo que el gobierno de Estados Unidos debe hacer es restaurar verdaderamente su alma perdida corrigiendo sus errores. Utilizar a China como un enemigo imaginario provocará un enfrentamiento entre los dos países, lo que no solo obstaculizará los esfuerzos de Estados Unidos para resolver sus problemas internos, sino que también dividirá a la sociedad internacional. Si ese es el caso, lo que se dañará será más que la lucha global contra la pandemia de COVID-19.
(Zhong Sheng es un seudónimo que utiliza a menudo el Diario del Pueblo para expresar sus opiniones sobre la política exterior y los asuntos internacionales de China).
(Web editor: 吴思萱, 周雨)