Por Omar Mendoza
SANTIAGO, 14 oct (Xinhua) -- Tras varios años de negociaciones, llegaron a su fin la semana pasada con éxito las negociaciones del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), en el que participaron 12 países que integrarán una enorme zona de libre comercio.
El acuerdo apunta a reducir las barreras arancelarias y contar con estándares comunes para Estados Unidos, Canadá, México, Perú, Chile, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Vietnam, Malasia, Singapur y Brunei, que representan el 40 por ciento de la economía mundial.
Además, podría remodelar industrias e influenciar desde los precios del queso, hasta el costo del tratamiento para los enfermos de cáncer. El acuerdo ahora va al Congreso del país para su aprobación.
El presidente estadounidense, Barack Obama dijo que, con el TPP "podemos ayudar a nuestras empresas a vender más productos y servicios en el mundo".
Obama había asumido la aprobación de ese convenio como un tema de alta prioridad en su segundo mandato, buscando priorizar la relación con la región de Asia-Pacífico.
Sin embargo, la precandidata demócrata a la presidencia del país, Hillary Clinton, expresó su oposición al TPP, afirmando en una entrevista para la cadena de TV PBS que "lo que sé es que, a partir de hoy, no estoy a favor de lo que he podido saber sobre eso".
Y seguidamente apuntó que desde el principio había dicho que este debía "ser un acuerdo comercial que cree buenos empleos en EEUU, aumente los salarios y mejore nuestra seguridad nacional, y sigo creyendo que eso es lo que tenemos que cumplir".
Esta postura tomó de sorpresa al mundo político estadounidense, y particularmente a su propio Partido Demócrata, mientras que los republicanos la acusaron de expresar penosas divagaciones sobre el TPP a su propia "conveniencia política".
Por su parte, Joseph Eugene Stiglitz, premio Nobel en Economía y profesor de la Universidad de Columbia, comentó que "algunos llaman al TPP un motivador de reformas. Yo lo llamo un motivador de desigualdad que socava las protecciones básicas de los individuos en nuestras economías".
Comentó que una evidencia clara de que EEUU no ha hecho concesiones es que seguirá dando subsidios a los productores agrícolas, advirtiendo que, en lugar de unir al mundo, este tipo de tratados, como el TPP, van contra un acuerdo comercial global, como el que ha estado negociando la Organización Mundial de Comercio (OMC).
A su juicio, "la realidad es que este es un acuerdo para 'administrar' las relaciones comerciales y de inversión de sus miembros, y para hacer esto en representación de los más poderosos 'lobistas' (grupos de presión) de negocios de cada país".
Comentó que el TPP no aparenta ser el mayor acuerdo regional de comercio e inversión de la historia, indicando que Nueva Zelanda ha amenazado con retirarse del acuerdo debido a la forma en la que Canadá y EEUU administran el comercio de los productos lácteos.
Por su parte, Australia no está contenta con la forma en la que EEUU y México administran el comercio del azúcar, mientras que Estados Unidos no está contento con la forma en la que Japón administra el comercio del arroz.
"Ellos representan solo la punta del iceberg en términos de cómo el TPP implementaría una agenda que, en los hechos, funcionaría en contra del libre comercio", precisó Stiglitz, indicando que "no debería sorprender a nadie que los acuerdos internacionales de EEUU produzcan comercio administrado en lugar de libre comercio".
En Chile, donde hubo cierta aprensión hacia el TPP, se recibió con satisfacción el cierre de las negociaciones, tras resolverse exitosamente el punto de la protección de medicamentos biológicos, logrando que se respetara en los próximos 5 años.
Según el gobierno, la presencia de Chile en el TPP representa la consolidación de esta política y permite a las empresas locales contar con nuevos mercados, al mismo tiempo que actualiza los tratados vigentes.
También calificó el Acuerdo como "bueno" y "balanceado", con "importantes beneficios para el país", esperando que el comercio con el resto de los 11 países siga creciendo y se diversifique la oferta exportadora.
No obstante, ahora la preocupación en Chile sobre el TPP no es las restricciones que pudiera tener el acuerdo entre países del Pacífico, sino el tema de la salud, la cobertura sobre derechos de autor y la licencia sobre medicamentos biológicos, así como el futuro contenido de Internet.
El TPP ofrece a las empresas extranjeras protección legal contra los gobiernos que les apliquen medidas que van desde la expropiación, hasta acciones discriminatorias para favorecer a una competidora local.
Por ello, la controversia entorno al TPP no solo es respecto a la reducción de aranceles, subsidios agrícolas o cuotas de importación, sino también a temas como la propiedad intelectual, la normativa ambiental, los estándares regulatorios y la protección al inversionista extranjero.
El acuerdo más grande de la historia, que debe ser ratificado por los parlamentos de los doce países miembros antes de entrar en vigencia, desmantela miles de aranceles que hoy gravan a productos estadounidenses que ingresan principalmente en Asia.
También elimina numerosos aranceles que los productos asiáticos deben pagar para entrar al mercado estadounidense.
Cada país miembro accede a mercados sin impuestos y puede adquirir los productos a precios más baratos, y como quedan fuera del acuerdo los productos que son subsidiados en alguno de los países socios, el beneficio es claro para todos los firmantes.
Sin embargo, actualmente casi todos los países han reducido sus aranceles y muchos, además, tienen acuerdos de libre comercio con sus principales proveedores y compradores, de modo que eliminar aranceles tendrá un impacto mucho menor.
Según los expertos, la controversia se produciría por la unificación normativa y regulatoria, la cual constituye un aspecto importante del TPP, con todos los inconvenientes señalados. Ahora hay que ver cómo el TPP verdaderamente contribuye al desarrollo de sus 12 países miembros.