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Tibetanos en Beijing mantienen vivos sueños y fe

Actualizado a las 11/01/2016 - 08:48
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BEIJING, 9 ene (Xinhua) -- Qime Yangjain cree que ella fue una pastora nómada en su vida anterior.

Cuando la elevada altitud y clima difícil en su poblado natal empeoraron su cardiopatía, ella renunció a su empleo bien pagado en el buró fiscal del Tíbet en Lhasa y se mudó a Beijing para recibir tratamiento.

Ella contaba con 39 años de edad cuando decidió ganarse la vida en la capital en 2007, sin familia, sin empleo y sin un domicilio permanente. "Sentí que una mano invisible me impulsaba y creí que era mi destino".

Ahora tiene 47 años, y Yangjain es dueña de uno de los restaurantes tibetanos más famosos de Beijing. El Palta Dungkar, un edificio tradicional estilo tibetano cerca de una zona diplomática en Sanlitun, en el este de Beijing, ofrece comida tibetana típica.

Palta Dungkar, que significa "caracola blanca prometedora" en tibetano, era originalmente una tienda de recuerdos que vendía obras tibetanas en el centro de Lhasa. Cuando Yangjain ofreció promover su marca en Beijing, ella tuvo confianza en que la comida tibetana sería tan atractiva como las pinturas Thangka, pero más asequible para la gente promedio.

Todos sus 16 meseros y meseras son de origen tibetano y Yangjain los trata como sus propios hijos. En caso de mala conducta, ella los hace copiar el "Corazón Sutra", un texto budista de arrepentimiento. "Espero que su fe y pasión no cambiarán en la ciudad de ritmo apresurado".

Yangjain dijo que tiene sensaciones encontradas respecto a la capital. "Me encanta el aire de dignidad imperial de Beijing. Siento que de alguna manera estoy destinada a estar aquí".

Aunque cada vez que regresa a Lhasa por las fiestas de Año Nuevo, llora como niña enfrente de la estatua de Sakyamuni, en el Templo de Jokhang, aliviada de estar de nuevo en casa.

PERSIGUIENDO SUEÑOS

Al menos 20.000 tibetanos están viviendo permanentemente en Beijing, trabajando o en la escuela, de acuerdo con un estudio del Instituto de Estudios Tibetanos Contemporáneos.

Dolkar Tsering era un estudiante tímido de 18 años de edad cuando llegó por primera vez desde su aldea tibetana en Shangrila, de la provincia de Yunnan, suroeste de China. La aldea entre las montañas está a casi 100 km de la ciudad de Shangrila y a 58 horas de Beijing en tren.

Tsering pasó cuatro años estudiando en la Academia de Música Contemporánea de Beijing, y durante al menos dos años y medio trató torpemente de adaptarse a la vida en Beijing.

Luego de que concluyó la escuela, se volvió actor e interpretó papeles pequeños en varias películas.

"Me sentía como un indigente, un camarón entre una multitud enorme", indicó Tsering, que solía sentirse bien como el niño mayor en casa, respetado por su parientes y alguien en quien sus padres confiaban.

"Mi madre pedía mi opinión en casi todo en la familia, incluidos los asuntos triviales como si vendía las nueces de nuestro único árbol", dijo Tsering.

La nostalgia a menudo invade a Tsering, quien ahora tiene 24 años y a veces tiene que reprimir su urgencia de regresar a casa. "Necesito interpretar más papeles en películas y obras de teatro, de preferencia de temas religiosos, para establecerme".

El espera que su experiencia en Beijing algún día le permitirá dirigir su propia película en su poblado natal.

"La titularé 'Cuatro Temporadas'. La película presentará los niños tibetanos caminando a la escuela en primavera, a los campesinos tibetanos trabajando en verano, la cosecha en otoño y el hermoso paisaje de las praderas en mi casa en invierno".

MANTENER LA FE

Tsering todavía sigue los rituales tibetanos de orar en los templos el día 1 y 15 de cada mes en el calendario tibetano, prender incienso y rezar oraciones en el Templo Yonghegong Lama del centro de Beijing.

La mayoría de los tibetanos son budistas devotos y mantienen su fe aunque estén lejos de casa.

Rigzin Gyatso, un nativo de la provincia de Qinghai, noroeste de China, opera una compañía que vende pinturas Thangka de su poblado natal. El nombró a su compañía por Tsongkhapa, fundador de la Secta Sombrero Amarillo del budismo tibetano.

Su casa en Beijing, un departamento pequeño en el distrito Chaoyang en la parte oriental de la ciudad, está decorado con pinturas de rollo estilo tibetanas, estatuas budistas y lámparas ghee similares a las de cualquier monasterio en comunidades tibetanas.

"Mi experiencia en Beijing me ha enseñado a ser amable y tolerante, lo que va de acuerdo con las enseñanzas budistas", dijo Gyatso, de 33 años de edad.

En su juventud, Gyatso insistía en que la autoestima era parte de la identidad tibetana y en que él se ganaría la vida sólo de una manera "decente y respetable".

Gyatso fue capacitado como médico tibetano en una universidad médica de Chengdu, capital de la provincia de Sichuan. Pero su primer empleo --un especialista de salud con una compañía tibetana de medicamentos en Beijing-- involucraba masajear y lavar los pies de sus clientes con agua caliente hervida con hierbas tibetanas.

"Estaba muy lejos de mis expectativas y me sentí incómodo el primer día", reconoce Gyatso, quien tenía 23 años en esa época. "Pero me convencí de que era el punto de partida de mi sueño para promover la cultura tibetana, y que debía aprender a ser humilde".

Ese empleo le enseñó más acerca de la medicina tibetana y le permitió conocer a gente de distintos círculos. Algunos de ellos son sus amigos y socios de negocios en la actualidad.

En las dos últimas décadas, un número creciente de tibetanos han decidido emigrar a las ciudades grandes en busca de nuevas oportunidades.

Chengdu, un punto de escala importante para los tibetanos durante sus viajes largos a otras regiones del interior del país, es hogar de más de 30.000 residentes tibetanos permanentes, además de una población flotante de entre 150.000 y 200.000 tibetanos, de acuerdo con las cifras más recientes disponibles publicadas en 2012 por el Instituto de Estudios Tibetanos Contemporáneos.

Su migración ha provocado un auge cultural tibetano en las ciudades internas que sacia la curiosidad de los habitantes de la ciudad respecto a las áreas remotas de la meseta.

"Mi padre siempre soñó con viajar al Tíbet, pero a sus 78 años de edad, su cardiopatía e hipertensión son problemas reales a altitudes elevadas", dijo Wang Xin, un contador de Beijing. "Se emocionó mucho cuando lo invité platillos tibetanos en el restaurante Palta Dungkar el Día del Año Nuevo".  

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