Un grupo de niños sirios refugiados de entre 10 y 17 años de edad viajan apiñados en una pequeña camioneta pickup para dirigirse a su lugar de trabajo en el campamento para refugiados de Marjeyoun en el sur de Líbano.
Fadi Abou Sankari, el supervisor como lo llaman los niños, empieza a distribuir "su carga" en los campos en donde los menores se convierten en los "esclavos" de los terratenientes.
Algunos de los menores trabajan en los campos de olivos quitando ramitas a los troncos, otros son desplegados en el viñedo y participan en el recorte de parras, otros se quedan a recolectar pepinos, fresas y malvas y el resto se encarga de la irrigación de las cosechas a través de canales conectados con pozos artesianos.
Pero el trabajo más peligroso de los niños sirios es rociar los campos con pesticidas sin usar ningún tipo de ropa protectora.
Si alguno de los niños es sorprendido tratando de guarecerse del calor del sol a la sombra de un árbol, Ali al-Dib, horticultor de Marjeyoun, les grita que vuelvan al trabajo y que si los vuelve a ver sin trabajar no podrán regresar nunca más.
Este no es un caso aislado pues la mayoría de los cultivadores se comportan igual con los trabajadores sirios, los explotan en los campos de manera inclemente todo el día y les pagan la mitad de lo que gana un trabajador promedio, lo que claramente viola la ley laboral libanesa.
Hassan Amro, padre de un niño trabajador sirio desplazado de la devastada ciudad siria de Aleppo, dijo que el principal problema es que "el terrateniente paga al supervisor, quien a su vez paga a los trabajadores luego de tomar entre 20 y 30 por ciento de lo que debe pagar a los niños".
Amro dijo a Xinhua que "el terrateniente paga 15.000 libras libanesas a mi hijo Walid (10 dólares), pero el supervisor sólo le da 10.000 (6.35 dólares)".
Los propios trabajadores hablan del maltrato. Hanan, una joven de 14 años de edad desplazada con su familia de Aleppo, dijo a Xinhua que "nos maltratan todo el día y constantemente nos regañan y nos insultan. Lo que nos hace aguantar es la necesidad. Así que nos forzamos a nosotros mismos a seguir trabajando a pesar de ser maltratados porque finalmente nosotros y nuestras familias tenemos que comer".
Samira al-Ali,una trabajadora asistencial, dijo a Xinhua que "lo que la generación joven de refugiados sirios está enfrentando va en contra de todas las reglas y reglamentos. Es una explotación grave e injustificada. La necesidad de dinero de los refugiados no debería ser objeto de los estados de ánimo y los intereses de un patrón".
Al-Ali señaló que entre 30 y 40 por ciento de los niños sirios refugiados están entrando al mercado laboral a costa de su educación y que las agencias humanitarias deben discutir seriamente este tema con el fin de encontrar una solución apropiada antes de que sea demasiado tarde".
De acuerdo con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), Líbano alberga más de 1,1 millones de sirios. Acnur calcula que el 50 por ciento de los refugiados son mujeres y niños.