El Día de Europa, celebrado por todos los países europeos el 9 de mayo, este año estará enfocado en el tema de la diversidad, una noción que a menudo se dice que está en el centro del proyecto europeo.
Sin embargo, la edición de 2016 ha sido estropeada por el auge de los nacionalistas en una Unión Europea (UE) dividida entre sus Estados miembros, especialmente en la cuestión de migración, y acosada por una profunda crisis de identidad.
El Parlamento Europeo, con sede en Estrasburgo, abrió hoy sus puertas al público, como lo hace cada año con motivo del Día de Europa.
El 9 de mayo es considerada la fecha de la fundación de la Comunidad Europea, cuando en 1950 se dieron los primeros pasos de la Comunidad Europea del Acero y del Carbón (CECA) al pedir Robert Schuman, ministro de Relaciones Exteriores de Francia en esa época, que la producción francesa y alemana de carbón y acero estuvieran unidas bajo una autoridad internacional.
Después de Estrasburgo, varias instituciones europeas con sede en Bruselas rendirán homenaje a este momento fundador mediante la apertura de sus puertas el 28 de mayo y darán la bienvenida a los ciudadanos europeos "en una atmósfera divertida y familiar".
Sin embargo, Europa está lejos de sentirse festiva. "Europa es una promesa, una promesa que no se ha cumplido", dijo el jueves pasado el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, durante un debate sobre el futuro de Europa realizado en Roma.
En el debate también participaron el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker; el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk; y el presidente del Consejo de Ministros de Italia, Matteo Renzi.
A la cabeza de este ambiente pernicioso se encuentra la crisis de refugiados en la que está varada la UE, la cual ha causado que salgan a la luz las profundas divisiones entre los Estados miembros.
Incapaces de abordar la llegada a su territorio de más de un millón de refugiados en 2015, los países europeos han adoptado medidas nacionales que en ocasiones están en contra de sus vecinos y han llegado a un estado de excepción, sin una visión global.
El acuerdo entre la UE y Turquía del 18 de marzo, aún no ha dado resultados tangibles, mientras decenas de miles de refugiados siguen varados en campamentos en Grecia, en espera de su reubicación en los Estados miembros de la UE o de ser regresados a Turquía.
La amenaza de que Grecia salga de la eurozona (Grexit), así como del Brexit con el próximo referendo del 23 de junio en Reino Unido sobre que Reino Unido se quede en la UE o no, los movimientos de independencia en Escocia y Cataluña y el "no" holandés al acuerdo europeo de asociación con Ucrania: todos son factores desestabilizadores del viejo continente.
Tras experimentar un golpe contra la gobernanza en 2005 por el fracaso del referendo constitucional, la UE ha permitido a la opinión pública expresar dudas, escepticismo y una creciente desafío hacia las instituciones y los líderes, en un contexto de restablecimiento de las revisiones en ciertas fronteras internas, de radicalización y amenazas terroristas aparejadas con el creciente sentimiento antimusulmán.
Todo esto se produce durante un período de debilidad económica que sólo sigue exacerbando las tensiones sociales.
Con un crecimiento económico todavía débil (1,4 por ciento pronosticado para este año), el desempleo endémico, el alza de la pobreza y la puesta en duda del papel del euro como moneda común, los europeos tienen muchas razones para no sentirse festivos este 9 de mayo.
En tal contexto, el auge del nacionalismo, junto con esta crisis de identidad del "proyecto europeo", pone en peligro la longevidad, valores y capacidad de la UE para encontrar su lugar en el siglo XXI, sin mencionar la capacidad para encontrar el espíritu del "Día de Europa" y reactivar las ideas de sus fundadores.