Xiao Han (cuarto a la izquierda), funcionario, conversa con Deng Zaifa (cuarto a la derecha), residente en la aldea Yikoudao, sobre los esfuerzos del gobierno local para reubicar a los residentes en nuevas zonas urbanizadas. (Foto: Yang Jun)
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Yang es una de las 913 personas que se han trasladado a Tongren desde uno de los pueblos más pobres de una de las provincias más pobres de China.
El gobierno ha proporcionado a los aldeanos de Yanhe y Songtao confortables apartamentos de 20 metros cuadrados por inquilino, que incluyenmobiliario y electrodomésticos.
También ofrece formación para permitir recalificar a los antiguos agricultores hacia numerosos oficios.
Después de llegar a la ciudad, Yang comenzó a ganar 1.500 renminbi (230 dólares) al mes como auxiliar de limpieza. Posteriormente, el gobierno la ayudó a encontrar un nuevo empleo en control de la calidad en una compañía local de tabaco que paga 2.000 renminbi al mes como sueldo básico, más bonificaciones basadas en el rendimiento.
"En Yikoudao no teníamos ningún ingreso sustancial", admite Yang. "Fue realmente duro ganar dinero con la agricultura. Era apenas lo necesario para sobrevivir."
Por lo tanto, ella y su marido se alternaban entre ser trabajadores migrantes y padre-madre de sus tres hijos.
Yang sólo asistió a la escuela primaria durante dos cursos. Es analfabeta: no puede leer y ni siquieraescribir.
Su marido regresa a casa una vez al año, generalmente para el Festival de la Primavera. Él labora como trabajador migrante en la provincia de Zhejiang.
Su hija Zhu Hailu, de 17 años, se ha adaptado bien a la reubicación.
"Sus compañeros de clase y profesores son como ella", indica Yang. "Le era difícil comprender los acentos de los demás, pero los niños aprenden rápido”.
Zhu no tuvo ningún problema en hacer amigos.
"Normalmente, los chicos de 17 años son expertos en muchas cosas, pero ella es una gran novata", admite Yang.
La niña comenzó la primaria a la edad de 8 años en lugar de 7 porque tenía que escalar una hora para llegar a la escuela más cercana.
"El camino era muy peligroso", recuerda Yang.
En dos años, Zhu realizará el examen de ingreso a la universidad nacional. Ella aspira a convertirse en funcionario público.
Yang aprecia el gran alivio que representa vivir en una urbanización.
"Nuestra casa estaba lejos del centro de la ciudad", recuerda. "Si nos enfermábamos, teníamos que ir a un pequeño hospital en Yanhe. Era más de una hora caminando. Si usted se sentía muy mal y no podía caminar, un miembro de la familia o vecino tenía que hacerse cargo".
Además de disfrutar de instalaciones públicas modernas, ella agradeceel hecho de tener agua corriente dentro de su casa.
"Nos bañábamos una vez por semana en el pueblo", admite Yang.
Incluso a un pariente suyo le tomó algo de tiempo acostumbrarse a usar inodoros.
La reubicación ofrece una mejor calidad de vida, aunque también genera nuevos problemas.
Actualmente se organizan programas de alivio a la pobreza para que los funcionarios de Tongren Yanhe ayuden a los aldeanos a adaptarse a la vida en la ciudad.
"Inicialmente fue muy difícil persuadirlos para que se trasladaran. Ellos habían vivido en la aldea durante generaciones", detalla Xiao Han, funcionario público de Tongren. "Ellos albergan dudas acerca de la vida en la ciudad. Es difícil avanzar en el entorno urbano sin calificación profesional o educación."
“Por lo tanto, los jefes de las aldeas visitaron al miembro más anciano de cada familia para persuadirlos a que se reubicaran”, explicó.
"La incineración es también un punto de conflicto", señaló Xiao Han. "Muchos lugareños prefieren ser enterrados en las tumbas de la ladera, junto a sus familiares. Le temen la cremación vigente en las ciudades".