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La revista Science anuncia los diez grandes descubrimientos científicos del 2017

Actualizado a las 22/12/2017 - 14:43
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Recreación de la oolisión de dos estrellas de neutrones - Robin Dienel / Carnegie Institution for Science

Nueva York,22/12/2017(El Pueblo en Línea)- La prestigiosa revista Science ha vuelto a publicar su ránking anual de hitos científicos: la lista revela que, junto al imparable avance de la biomedicina y las herramientas de edición genética, se ha descubierto una nueva especie de primate y se han revelado nuevos detalles sobre el origen del Homo sapiens.

Pero si por algo será recordado el 2017, es por el descubrimiento del año, según Science: la detección de ondas gravitacionales procedentes de la fusión de dos estrellas de neutrones, destaca ABC.

La historia de este importante avance se remonta, como mínimo, a 2016, cuando se logró la primera detección directa de ondas gravitacionales. Estas son unas perturbaciones predichas por la Relatividad de Einstein, e insinuadas experimentalmente en 1978, que recorren el espacio-tiempo a la velocidad de la luz y que se generan cuando masas muy importantes giran a gran velocidad. Al igual que una piedra arrojada sobre un estanque genera ondas, la masa acelerada a grandes velocidades perturba el espacio-tiempo y genera unas distorsiones que pueden ser detectadas lejos de la fuente. De hecho, 2016 fue el año en que, después de décadas de trabajo, el observatorio de ondas gravitacionales por interferometría de láser (LIGO) fue capaz de medir un ínfimo cambio en el espacio-tiempo en la Tierra provocado por la fusión de dos agujeros negros estelares lejanos.

Por entonces, muchos científicos pronosticaron que se acababa de inaugurar una nueva era en la Astrofísica en la que iba a ser posible usar un «nuevo sentido» para asomarse al Universo: desde aquel momento, no solo se podía observar la radiación electromagnética procedente de estrellas o galaxias, aparte de medir la llegada de ciertas partículas, también se iba a poder «escuchar» la huella gravitacional de ciertos eventos poco conocidos o que resultan inaccesibles para los telescopios convencionales. Así, y ya entrado 2017, LIGO, y su contraparte europea, Virgo, colaboraron en la detección de hasta cuatro eventos de fusión de agujeros negros. Estas enormes masas, que atrapan la luz y que no la dejan salir a partir de un horizonte de sucesos, a veces viven en parejas y se fusionan, acercándose y acelerando a velocidades relativistas hasta generar auténticos «rugidos» que llegan a la Tierra en forma de ondas gravitacionales. Poder «escuchar» estos «sonidos» es un modo de comprobar si se cumple lo predicho por la Relatividad y de averiguar nuevas cosas sobre la materia y el Universo.

Pero lo mejor estaba por llegar, porque solo un año después de la primera detección de ondas gravitacionales iba a llegar el momento de la consolidación de la nueva Astrofísica que estudia este fenómeno. En primer lugar, porque las figuras clave que permitieron su detección directa, Barry Barish, Kip Thorne y Rainer Weiss, recibieron el Premio Nobel de Física. Aunque no se puede saber si la Real Academia Sueca de las Ciencias lo tuvo en cuenta, por entonces era un secreto a voces que astrónomos de todo el mundo acababan de hacer una observación alucinante en el campo de las ondas gravitacionales.

Hasta aquel momento se había captado las ondas gravitacionales procedentes de agujeros negros, pero estos objetos, por definición, se caracterizan por no dejar escapar a la luz y por resultar invisibles para los telescopios. Así que, los científicos se preguntaba qué supondría poder captar las ondas gravitacionales de algo que sí se pudiera observar: ¿Cuántas cosas se podrían descubrir sobre el Universo al usar a la vez la «vista» y el «oído»? La respuesta llegó a partir del 17 de agosto de 2017. LIGO y Virgo detectaron una posible señal de ondas gravitacionales. Dos segundos después, el telescopio espacial Fermi, de la NASA, captó un estallido de rayos gamma, una potente emisión de energía cuyo origen es desconocido pero que se sospecha que se origina en la fusión de estrellas de neutrones. Los sistemas automáticos de alerta respondieron, y en cuestión de minutos pusieron en alerta a astrónomos de todo el mundo. Gracias a esto, este fenómeno se convirtió en el evento astrofísico más estudiado de la historia: 70 observatorios del globo y 3.674 científicos de 953 instituciones lo observaron.

Además de la detección de ondas gravitacionales, la revista Science destacó el descubrimiento de una nueva especie de orangután; el cifrado de la vida íntima de las moléculas; el lanzamiento de artículos científicos libres; un mejor editor de material genético; una nueva estrategia contra el cáncer; extracción del hielo más antiguo: 2,7 millones de años; reconstrucción del cráneo de los primeros de nuestra especie; el triunfo de la terapia génica y la «cafetera» que detecta neutrinos. 

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