Por Yasef Ananda
Beijing, 01/07/2019 (El Pueblo en Línea) - Cuando de garantizar la revitalización de una nación se trata, es de sabios intervenir más temprano que tarde. Beijing, aplicando el sentido común de perfeccionar el presente y, a su vez, tratar de anticiparse a las consecuencias futuras menos favorables -virtudes que deberían tener las políticas públicas que operen dentro de los sistemas sociales conocidos- acaba de anunciar nuevas medidas contra la discriminación de género durante los procedimientos de contratación laboral. Las autoridades de la ciudad también han pedido que los empleadores capitalinos ofrezcan más apoyo a las trabajadoras que son madres o aspiran a serlo.
En China, como ocurre en muchas culturas milenarias, la familia es la base fundamental del desarrollo individual. Y en particular, la predisposición a un avance desde lo colectivo y la arraigada pertenencia a un sentir de núcleo, han sido fuerzas que han configurado al gigante asiático como un singular referente de continuidad en el cambio. Sin embargo, la omnipresente dinámica global y la férrea lógica del capital ha inducido ciertas mutaciones en conceptos fundamentales, sobre todo a la hora de armonizar, abonar y apoyar dichos pilares. Tampoco hay que soslayar el galopante envejecimiento poblacional.
Cierto es que en la nueva China, nacida en 1949 y que este año conmemora el 70 aniversario de su fundación, se ha avanzado en la promoción de la igualdad de género entre hombres y mujeres. A pesar de ello, y como han expresado especialistas en el tema, aún se percibe cierta lateralidad a la hora de acoger a las mujeres profesionales. Para ser aceptadas y lograr promover, muchas veces tienen que retrasar la ansiada maternidad e incluso exponerse a indiscretas preguntas sobre su fertilidad y deseos de tener hijos durante las entrevistas o evaluaciones de rigor. Beijing se ha pronunciado, advirtiendo de fuertes multas y entrada en listas negras para los empleadores y agencias que no respeten la privacidad de sus candidatas y empleadas. También para aquellos que publiquen anuncios excluyentes como “sólo para hombres” o “se prefieren hombres” en caso de que el empleo pueda ser ocupado por cualquier persona. En este sentido, aunque la resignificación de conceptos y vocablos no constituye una victoria cultural per se, sí genera consecuencias. Me parece sano comenzar por el principio: el verbo. Y aunque la advertencia de Beijing va directa a limar, a grandes rasgos, la preestablecida dicotomía hombre-mujer en ese tipo de anuncios, también se debería afinar la puntería contra aquella publicidad que redacta un velado sexismo contra el varón o algunas mujeres cuando “se solicitan mujeres jóvenes, solteras, atractivas, de cuidada silueta y esbelta figura” para sencillamente servir en una recepción, un restaurante, una tienda o un centro de atención al cliente.
Otro de los aspectos a tomar en cuenta: para la contabilidad de una empresa, una empleada suele egresar más que un hombre. Las empresas en China tienen la obligación de suscribir cinco seguros para sus trabajadores fijos: sanitario, accidentes laborales, desempleo, pensiones y maternidad. La ley ampara, y ofrece derechos de licencias de maternidad y lactancia renumerados. Después que llega el primer hijo, y en muchos casos el segundo, está demostrado que la mujer es la que invierte más tiempo y energías en el cuidado y crianza de la prole. Un estudio internacional sobre responsabilidad de la maternidad nos recuerda que el 43% de las mujeres encuestadas declaró tener hijos a su cargo, y el 49% de ellas afirmó cuidarlos sin perder su condición de trabajadora. Sin embargo, los varones con hijos a su cuidado y que no han perdido su condición de trabajadores, apenas representó el 2% del total encuestado. La vida demuestra que mientras crecen, los vástagos comienzan a ocupar un lugar central en la vida de las madres chinas, muchas veces en detrimento de sus capacidades laborales y ambiciones profesionales. Y sin efectivas políticas y observancias que garanticen la continuidad de la mujer dentro del sector laboral formal, podrían terminar engrosando el vulnerable grupo de trabajadores informales, solución que no es recomendable a largo plazo. Aquellos que manejan los capitales –tanto estatales como privados- no pueden soslayar la responsabilidad y el compromiso social que asume una entidad comercial. Aunque su objetivo principal sea generar la mayor cantidad de riquezas posible, es contraproducente desentenderse del ecosistema del que emanaron, construyen y forman parte. De ahí que apoyar la incorporación de la mujer a la fuerza laboral formal, comprender y respetar sus singularidades como ser humano y garantizar los mecanismos de continuidad y ascenso meritocráticos son garantías para ejercer una visión empresarial ganadora.
Tampoco hay que esperar que el nuevo edicto de Beijing contra cualquier forma de discriminación de género durante los procedimientos de contratación laboral sea una varita mágica en la ardua tarea de avecinar una mayor fuerza femenina a la consolidación de una sociedad modestamente próspera y a la faena de revertir los embates del envejecimiento poblacional. También se necesitan habilitar nuevas opciones para acceder por esfuerzo propio a una vivienda familiar, ampliar las capacidades de las guarderías e instituciones educativas que funcionan acorde a los ingresos medios de la ciudad e implementar las bondades del trabajo desde el hogar y la expansión de las nuevas tecnologías, que instrumentadas con mente abierta permitirán que la experiencia y resultados del trabajador que está del otro lado de la pantalla importe más que el sexo; que el horario abierto sea más eficiente que la premura por marcar la entrada y que la oficina desde casa sea más bondadosa que el desgaste físico debido a los demasiados y larguísimos viajes de la semana. De esta manera, las profesionales con pequeños a su cargo podrían simultanear sus deberes y ganarse el sustento sin tener que desvincularse del mercado laboral formal, entre otros aspectos a tomar en consideración dentro de un holístico plan de acción.
A la hora de defender la igualdad de género en el mercado laboral, algo esencial es llegar a comprender que el hecho de reprimir y castigar las malas acciones generadas por vetustas y mezquinas mentalidades no garantiza la sustentabilidad del éxito. También hay que ocuparse de premiar con facilidades operativas y ayudas financieras a las empresas que marquen la diferencia en la proporción de trabajadoras en su nómina e inclinen la balanza a favor de la continuidad y ascenso laboral de las mujeres con hijos.
Beijing lo ha entendido y lo proclama: combatir la desigualdad de género en el ámbito laboral también significa luchar contra la pobreza, sintonizar con la visión de desarrollo y revitalización que propone la nueva era y alentar el pleno derecho que otorga la política universal del segundo hijo.
(Web editor: 赵健, Rosa Liu)