Diario del Pueblo pregunta: Políticos estadounidenses, ¿los ataques a China salvan vidas?

Pueblo en Línea  2020:05:09.16:58

Comentario especial de Pueblo en Línea

Beijing, 09/05/2020 (El Pueblo en Línea) - Ante el acelerado contagio del nuevo coronavirus en EE.UU., el enfoque de algunos políticos estadounidenses y de la prensa no es el esfuerzo por salvar vidas, sino culpar a los demás. Una actitud lamentable.

Hace unos días, un documento de 57 páginas del Partido Republicano, expuesto por la prensa, enumera detallados tutoriales sobre cómo imponer la responsabilidad de la realidad del nuevo coronavirus a China. Lo más importante que hay que retener es esto: ante la pregunta si "el brote es culpa de Trump", los republicanos recibieron instrucciones de, además de enfatizar que el presidente ha instituido una prohibición de viajar desde China, "no es necesario mencionar a otros jugadores, sólo atacar directamente a China".

Tal elección de palabras sólo demuestra que cuando algunos políticos estadounidenses se enfrentan a una epidemia, si el propósito es confundir y engañar a la opinión pública no importa lo que digan la ciencia y la evidencia.

De hecho, antes de que este documento fuera expuesto, tal conducta ya había sido promovida por políticos como el secretario de Estado Mike Pompeo o el senador Tom Cotton. Demostraron desde el principio la voluntad de politizar el origen del virus, presentando al Instituto de Virología de Wuhan como un "riesgo para la seguridad", e indicando que el virus podría haber "escapado" de allí. Tales afirmaciones nunca fueron sustentadas por ninguna base científica. Ante la duda pública sobre la debilidad del gobierno estadounidense en materia de prevención epidemiológica, comenzaron a afirmar que "China se había demorado en informar a la OMS sobre la epidemia".

La mentira tiene piernas cortas. Corea del Sur y EE.UU. informaron del primer caso de Covid-19 el mismo día, pero desde entonces los caminos de ambos países han sido muy diferentes. En los últimos días, Richard Houghton, redactor jefe de la revista The Lancet, junto con otros expertos en salud, trazó el desarrollo cronológico de la epidemia, destacando que los Estados Unidos habían obtenido información epidemiológica de la OMS, lo que, una vez más, demuestra que las acusaciones de supuesto "retraso" son una total patraña.

En la actualidad, EE.UU. es el país más afectado del mundo, con más de 1 millón de casos y alrededor de 80.000 muertes. Algunos funcionarios de salud consideran que la epidemia sea un "Pearl Harbor" o "un 11 de septiembre" para los estadounidenses de hoy. A medida que circula más información sobre la respuesta del gobierno de Estados Unidos al caos de las primeras etapas de la epidemia, y que se profundiza la comprensión de la opinión pública sobre la propagación del virus, se hace evidente que algunos políticos siguen engañándose a sí mismos tratando de engañando a los demás.

En los últimos días, esta crisis histórica está inspirando más preguntas y reflexiones sobre la sociedad estadounidense. El enfoque de todas las partes es por qué, a pesar de la ventana de tiempo de más de 2 meses, los EE.UU. no están todavía preparados para el brote epidemiológico, y por qué la labor de prevención y control es tan pasiva.

La revista Science subrayó que las medidas de respuesta de Estados Unidos eran "fragmentadas, caóticas", y que las instrucciones de los políticos enviaban "mensajes disidentes". Arthur Kaplan, profesor del Centro de Medicina Langon de la Universidad de Nueva York, señaló que "la Casa Blanca no ha tomado las amenazas de los EE.UU. con suficiente seriedad" y que "los conservadores que creen en el libre mercado anteponen la ideología a la ciencia".

En un momento en que las investigaciones científicas aún no han llegado a una conclusión, la solidaridad y la cooperación internacionales son las vacunas más eficaces en las que deben basarse los países para responder a la epidemia. Los virus no conocen fronteras, y nadie está realmente seguro hasta que todos no estén a salvo. Frente a esta crisis mundial, cualquiera que desafíe al virus es un impedimento para el esfuerzo colectivo. El juego de la culpa no lleva a ninguna parte. No se puede culpar a nadie por ello. 

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