Por Xin Ping
BEIJING, 12 mar (Xinhua) -- Para la mayoría de los niños, una escuela es el punto de partida para embarcarse en un brillante y civilizado viaje de vida, pero para los niños indígenas en Canadá, un internado financiado por el Gobierno bien puede ser la estación de partida del "tren a Auschwitz", una puerta de entrada a la oscuridad, los abusos y la muerte.
Durante más de un siglo desde la década de 1830, niños en edad escolar de la comunidad indígena fueron arrebatados de los brazos de sus madres y encerrados en internados lejanos financiados por el Gobierno canadiense, donde fueron vigilados por el clero de la iglesia cristiana, prohibidos de visitas familiares e institucionalizados lejos de sus tradiciones culturales.
Se cree que alrededor de 150.000 niños de las etnias First Nations, Metis e Inuit han sido víctimas de la asimilación cultural. En esas escuelas, los niños fueron objeto de abusos y torturas que marcaron su piel y sus corazones. Algunos sobrevivieron para compartir sus horribles experiencias, seguramente en inglés en vez de sus idiomas nativos, ofreciendo un relato de la miseria que el Gobierno canadiense infligió a la comunidad indígena.
Algunos dicen que el primer día en las llamadas escuelas residenciales fue el último de su propia identidad. Pero aquellos que salieron vivos de esas escuelas todavía pueden considerarse afortunados.
Hubo un sinnúmero de indígenas que perecieron en las "escuelas". Muchos nombres no pudieron ser rescatados. Algunas instituciones con sede en Canadá estiman que más de 3.000 niños murieron en las "escuelas". El expresidente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (TRC, según sus siglas en inglés) Murray Sinclair, dijo que es posible que unos 6.000 niños nunca hubieran regresado a casa.
Después de los constantes descubrimientos de tumbas sin identificar, el número de muertos sigue aumentando. Según la BBC, las investigaciones a nivel nacional han encontrado evidencia de más de 1.100 tumbas desde la primavera de 2021. Sin duda, el número será todavía más abrumador, aunque el Gobierno ha detenido algunos trabajos de detección para localizar las tumbas, citando la pandemia de la COVID-19.
"Va a ser un momento muy difícil (...) Sabiendo que tenemos tumbas sin nombre en nuestra comunidad, donde caminamos todos los días, conducimos todos los días", se lamentó el jefe Lee Kitchimonia, de Keeseekoose First Nation.
Mientras los políticos canadienses han estado jugando a lamentarse, en un intento de calmar la ira tanto del pueblo canadiense como de la comunidad internacional, poco se ha hecho para remediar el mal y compensar a las víctimas, aparte de pronunciar palabras huecas.
De vez en cuando, el Gobierno canadiense ha decepcionado a las personas que todavía creían que el Gobierno se enfrentaría a su oscura historia y asumiría la responsabilidad de estas atrocidades. Los políticos se negaron a admitir el crimen como genocidio cultural. Las instituciones creadas para facilitar y coordinar la investigación sobre esos internados sangrientos, se encontraban constantemente con obstáculos y contratiempos.
En 2007, la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (UNDRIP, según sus siglas en inglés) fue adoptada por la Asamblea General como documento que garantiza los derechos de los pueblos indígenas a disfrutar y practicar sus culturas y costumbres, religiones e idiomas, y a no ser discriminados.
Irónicamente, mientras una mayoría de 144 Estados votaron a favor del proyecto, Canadá fue uno de los únicos cuatro países que votaron en contra. Incluso después de que el país invirtiera su posición inicial y adoptara, utilizó con frecuencia términos como "aspiracional" y "no vinculante" en sus declaraciones oficiales. Expertos advirtieron que el verdadero intento del Gobierno canadiense es "ser eximido de cualquier responsabilidad legal ante la UNDRIP".
Como un país narcisista que se ha estado promocionando a sí mismo como defensor global de los derechos humanos, antes de señalar con el dedo a otros, Canadá debería retirar su mano extralimitada y hacer una profunda introspección frente a las tumbas llenas de esqueletos de niños indígenas.
(Web editor: Rosa Liu, Zhao Jian)