Por Deng Yushan
BEIJING, 3 jul (Xinhua) --El presidente chino, Xi Jinping, viajó este jueves a Corea del Sur para una visita de Estado que ha atraído la atención mundial y generado un maremágnum de interpretaciones y especulaciones.
La gran atención internacional es merecida y para nada sorprendente, puesto que los dos países han destacado en el continente asiático como pilares esenciales de la prosperidad y la seguridad, especialmente en el noreste de Asia.
Ahora, en vista del gran potencial que aún está por ser aprovechado en su beneficiosa cooperación económica a nivel regional, así como el alarmante brote de tensión en la seguridad de la zona, ya es hora de que Beijing y Seúl estrechen aún más su cooperación para que ambos prosigan y salvaguarden su desarrollo común.
En el frente económico, la cooperación bilateral de beneficio mutuo ha avanzado considerablemente. Ambas naciones se han convertido en importantes socios comerciales e inversores mutuos, con un comercio en ambas direcciones que se ha disparado hasta superar los 270.000 millones de dólares estadounidenses en 2013.
Todavía pueden hacer más y mejor. Sus economías son altamente complementarias y están cada vez más interconectadas, así que deben aprovechar el impulso para alcanzar un acuerdo de libre comercio lo más pronto posible, el cual inyectará un nuevo vigor no solo a su propio desarrollo, sino también al crecimiento regional.
Mientras, sin un entorno estable y favorable, el avance económico sería insostenible, una dura realidad que exige a los dos pesos pesados estar a la altura de su responsabilidad compartida e inevitable en el mantenimiento de la tranquilidad en la región.
La tarea es ardua. Pese a la fuerte oposición interna y la preocupación expresada a nivel internacional, el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, ha destruido la Constitución pacifista de su país y traicionado el alma pacifista de su nación con una reinterpretación constitucional que permite a las fuerzas armadas japonesas combatir en el extranjero.
El giro radical de la postura de seguridad mantenida por Tokio durante el prolongado periodo de posguerra plantea una grave amenaza para la seguridad regional, en especial dadas las agresiones de Japón en el pasado, la contumaz actitud histórica de Abe, su creciente belicosidad en las disputas territoriales, y su connivencia con el resurgimiento del diabólico militarismo que destrozó a Asia y al propio Japón.
Además del flirteo fáustico de Abe con el fantasma de la guerra, la región también está preocupada por la tensión en la Península Coreana. Los recientes ejercicios bélicos y las pruebas con misiles solamente han atizado el fuego.
El punto clave del dilema crónico de la Península Coreana se encuentra en la desconfianza mutua y la hostilidad entre la República Popular Democrática de Corea (RPDC) y Estados Unidos. La obsesión contraproducente de Washington con sanciones e intimidación y la comprensible sensación de inseguridad de Pyongyang y sus inútiles violaciones de las resoluciones de la ONU solo han exacerbado la enemistad.
A pesar de todo, China y Corea del Sur son importantes socios naturales que comparten intereses en el tema de la Península Coreana, el cual afecta a los intereses fundamentales de ambos países. Por otra parte, una Península Coreana libre de armas nucleares y pacífica es lo que merecen todos los países de la región, pero que ha demorado demasiado tiempo.
Contra este contexto sombrío, es altamente conveniente e imperativo que Seúl trabaje mano a mano con Beijing para promover la coordinación en los asuntos regionales y compartir su sabiduría y recursos a fin de frenar los peligros para la seguridad, reducir la tensión, construir la confianza y fomentar un ambiente geopolítico que conduzca al desarrollo.
La visita del presidente chino brinda a los dos socios estratégicos una oportuna significativa para abrir juntos un nuevo capítulo en la cooperación bilateral en todos los terrenos. Por su propio bien y el de toda Asia, los dos países deben aprovecharla al máximo.