BRASILIA, 13 jul (Xinhua) -- La Copa del Mundo 2014 concluye hoy con un saldo positivo por la buena relación entre visitantes extranjeros y la población local, celebrada por su espíritu acogedor, pero el combate al racismo y la discriminación en el fútbol aún tiene un camino por recorrer.
La simpatía brasileña, una sociedad donde convergen los orígenes más diversos -indios, negros, europeos, árabes y asiáticos-, encantó a los visitantes, pero las acciones previstas para contrarrestar las expresiones racistas en los campos de fútbol del mundo dejaron mucho que desear.
Casos recientes ocurridos en las ligas europeas e inclusive en el propio campeonato brasileño antes de la Copa 2014, habían mostrado la necesidad de un proceso de concienciación para terminar con ese flagelo.
Uno de los episodios más resonantes de los últimos tiempos fue protagonizado en abril por el lateral de la selección brasileña, Daniel Alves, jugando para el Barcelona contra el Villarreal en la liga español.
Un aficionado arrojó una banana al campo de juego, y para sorpresa de todos Alves la recogió y la comió, despertando luego muestras de solidaridad de muchos otros jugadores y de la opinión pública.
En medio del repudio a esa situación discriminatoria, la FIFA y el gobierno brasileño acordaron lanzar la campaña Copa sin Racismo, contemplando una serie de acciones de propaganda y la promesa de la entidad de aplicar duras sanciones a los infractores.
Según Liliam Thuram, ex jugador de la selección francesa y campeón del mundo en 1996, el racismo en el fútbol es una cosa antigua, y si en 2014 todavía hay gestos de racismo es porque no se han dado las respuestas adecuadas.
"Creo que hay miedo de tomar las decisiones. Cuando tienes una falta en el campo, el árbitro pita y para el partido, pero cuando tienes un problema de racismo, el árbitro nunca para el partido", dijo el francés a Xinhua.
Añadió que los árbitros podrían "parar para decir a la gente que el racismo no es permitido, ya sería un comienzo".
Thuram, quien visitó Brasilia para prestigiar un torneo juvenil de escuelas francesas de todo el mundo con el fin de promover el combate a la discriminación, una medida importante sería separar a los árbitros que no reaccionen ante actitudes racistas.
"Por ejemplo, en el episodio de Dani Alves, todos hablaron de él, pero el árbitro estaba a cinco metros y no hizo nada. En ese momento el árbitro debería haber parado el partido para que la gente entienda que eso no es normal", resaltó.
De acuerdo con la ministra Luiza Barros, de la Secretaría de Promoción de la Igualdad Racial (Seppir) de Brasil, durante la Copa 2014 el racismo se dio más por internet pero en una cantidad menor de lo que se vio en los meses anteriores al Mundial.
Barros consideró que el cambio puede ser un reflejo de la campaña "Copa Sin Racismo", lanzada en mayo por el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, que celebra la buena acogida a los turistas extranjeros, que pudieron comprobar la diversidad racial del país anfitrión.
Las autoridades brasileñas consideran que el racismo aún presente en el fútbol es un reflejo de manifestaciones cotidianas de discriminación que afectan al 50,7 por ciento de brasileños que se declaran negros o pardos, según cifras oficiales.
Antes de la Copa, el Seppir mantuvo contacto con entidades ligadas al fútbol, los árbitros y las hinchadas para prevenir y concienciar sobre el racismo, advirtiendo que la práctica es considerada un crimen imprescriptible e inafianzable en el país.
De hecho, la legislación brasileña establece una pena entre uno y cinco años de prisión y multas para quienes incurran en esas prácticas racistas.
La FIFA establece en sus estatutos que está prohibida la discriminación de cualquier país, individuo o grupo de personas por su origen étnico, sexo, lenguaje, religión, política o por cualquier otra razón, y es punible con suspensión o exclusión.
El problema fue aumentando en las últimas dos décadas ante la creciente cantidad de futbolistas que abandonan su patria para trabajar en el extranjero.
Aunque la entidad reconoce su responsabilidad, voces al interior de la propia FIFA consideran que las acciones desarrolladas por la entidad durante la Copa 2014 contra el racismo, la discriminación y la xenofobia fueron menos intensas que lo necesario.
El vicepresidente de la FIFA, Jeffrey Webb, lamentó que muchas medidas planeadas no hayan sido ejecutadas, afirmando que los agentes antidiscriminación que tenían la responsabilidad de identificar actos de racismo dentro del campo y en las tribunas no actuaron.
"Fue la pérdida de una gran oportunidad", resumió Webb, quien preside la Confederación de Norte, Centroamérica y el Caribe de Fútbol (Concacaf).
La FIFA fue criticada por no haber aplicado sanciones ante casos de xenofobia, como el ingreso de simpatizantes portando un símbolo nazi en el partido entre Corea del Sur y Rusia, y por la invasión al campo de un alemán con un mensaje también de connotación nazi pintada en el pecho.
Otros casos identificados fueron los cantos de la hinchada mexicana con contenido homofóbico y banderas con mensajes de extrema derecha durante un partido de la selección de Croacia.
Según Thuram, cuando una institución como el fútbol no encuentra una solución al problema del racismo después de muchos años, y no se dan los medios necesarios para combatirlo, el problema pasa por si lo considera un problema importante o no.
"Personas que no padecen racismo no comprenden la violencia que representa, y la violencia no es sólo acerca de los jugadores. La violencia es hecha a todos los niños que asisten el fútbol", dijo.
Añadió que en todo caso, "el jugador de fútbol se puede defender, pero los niños de cierta edad que no entienden la situación, no pueden defenderse".
Para él, la violencia del racismo afecta a algo que es esencial a todas las personas, como es la autoestima.
"Es una violencia pura. Esa violencia es contra todos, no sólo contra el jugador. Por eso el fútbol es un medio importante en la lucha contra el racismo, pero el mundo del fútbol precisa ir más allá en esa lucha", subrayó el ex jugador francés.