BEIJING, 22 jul (Xinhua) -- La confesión escrita del oficial japonés en la Segunda Guerra Mundial Mio Saito que fue publicada hoy martes reveló que los agresores japoneses utilizaron a ciudadanos chinos para realizar experimentos con bacterias y gas tóxico.
De acuerdo con el documento original, disponible en la página web de la Administración Estatal de Archivos, en agosto de 1939, sus subordinados recibieron a 90 chinos enviados de la provincia septentrional china de Hebei.
Saito escribió que, según el informe posterior del Capitán Superior de Shirahama, 30 personas fueron destinadas a pruebas con bacterias y otras 60, a pruebas especiales sobre la eficacia de las granadas de gas tóxico. Los ensayos eran llevados a cabo por la Unidad Ishii en conexión con la Escuela de Narashino (unidad de gas) en Sunwu.
Entre los puestos que ocupó Saito se incluyen el de comandante de unidad de la División de Changchun de la Policía Militar del Ejército Kwantung en el noreste de China y capitán de la Policía Militar Expedicionaria de Japón en el sur de China.
Según la confesión, entre sus crímenes están dar órdenes de transportar a 30 chinos "al campo de ejecución 20 kilómetros al noreste de Xinjing" a principios de noviembre de 1937 y matarlos.
También recordó 200 búsquedas en la ciudad de Guangzhou y las aldeas cercanas entre agosto de 1940 y junio de 1942. De acuerdo con su confesión, durante los rastreos "se detuvo a unos 1.000 chinos, se arrestó a otros 200 y 40 de ellos, o una quinta parte, fueron sentenciados a castigo severo".
De junio de 1941 a junio de 1942, Saito "ordenó la Policía Militar de Guangdong tres veces que realizase castigos severos a los chinos detenidos, por ejemplo, matarlos (a tiros)". El número total fue de unas 120 personas.
Se trata de la vigésima confesión de un total de 45 realizadas por criminales de guerra japoneses que se publicarán por la Administración Estatal de Archivos. Se ha difundido un documento cada día desde el 3 de julio.
La medida se produce tras las negaciones de crímenes de guerra por parte del primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y políticos derechistas.