LONDRES, 14 ago (Xinhua) -- Casi 70 años después de ser liberado de un campamento de prisioneros de guerra japonés en el Lejano Oriente, Fred Seiker, sigue agobiado por las pesadillas sobre las atrocidades que cometió el ejército japonés contra él y otros prisioneros de guerra.
"Uno podría creer que se ha olvidado, pero los recuerdos siguen aflorando", indicó el veterano de 98 años de edad.
Seiker, quien ahora vive con su esposa Elizabeth, en Worcester, Inglaterra, prestó servicio en la Marina Mercante holandesa antes y durante la Segunda Guerra Mundial como ingeniero de Marina calificado.
En 1942, se convirtió en prisionero de guerra del ejército japonés en Bandoeng, Java, poco después de que los japoneses invadieran la isla.
Seiker fue enviado a Tailandia como trabajador esclavo para construir la tristemente célebre Vía Férrea de Tailandia a Birmania, conocida como la "Vía Férrea de la Muerte", que costó la vida a cerca de 18.000 prisioneros de guerra de Reino Unido, Holanda, Australia y Estados Unidos.
"No perdono, porque no tengo derecho a perdonar en nombre de Harry, Bob, John, Kees, Digger, Lofty, Taffy, Shorty, Texas, Scotty, Paddy, mis amigos en ese entonces, quienes siguen siendo mis amigos. Ellos ya no pueden emitir su voz".
Miles de prisioneros de guerra compañeros de Seiker fueron asesinados o torturados hasta morir en formas abominables por la kempeitai (policía militar) japonesa durante la construcción de la Vía Férrea de Tailandia a Birmania.
La vía férrea de 415 kilómetros fue construida por los japoneses entre junio de 1942 y octubre de 1943. Fue usada para transportar suministros y tropas japoneses a Birmania, ahora conocida como Myanmar, al conectar a Bangkok, Tailandia, con Rangún, ahora Yangón.
Cerca de 62.000 prisioneros de guerra aliados y unos 180.000 trabajadores civiles asiáticos fueron obligados a trabajar en la vía férrea. Cerca de 90.000 asiáticos y 12.399 prisioneros de guerra murieron en el transcurso del proyecto, lo que significa que un prisionero de guerra murió por cada 23 metros de largo de la vía, de acuerdo con estadísticas obtenidas al final de la guerra.
ATROCIDADES EN FERROCARRILES
Las atrocidades que ocurrieron durante la construcción incluyeron asesinatos, ataques con bayonetas, inanición, abuso sexual y varias formas más de espeluznantes torturas como medio para castigar a los prisioneros de guerra y "entretener" a los guardias japoneses.
"Las decapitaciones de prisioneros de guerra fueron practicadas por los japoneses como un espectáculo en el campamento", recordó Seiker. "Todo el campamento era forzado a presenciar esas ejecuciones, siempre bajo la amenaza de guardias japoneses armados", recordó.
Los japoneses amenazaban con decapitar a un prisioneros de guerra si se descubría que "robaba" la llamada propiedad japonesa, si "ofendía" a un oficial japonés o trataba de escapar, entre otros casos.
Entre las torturas más detestables que un ser humano puede inventar, dijo Seiker, estaba el abuso sexual por parte de los guardias japoneses para su entretenimiento.
Los japoneses enviaban algunas "enfermeras" desnudas a bañarse en el río y hacían gestos lascivos frente a los prisioneros de guerra, quienes eran forzados a lavar las espaldas de las mujeres.
"Si los prisioneros de guerra mostraban siquiera una señal de excitación sexual, el guardia golpeaba sus penes con un palo delgado de bambú flexible. El dolor extremo y la humillación mental entre los prisioneros de guerra era completo, a menudo provocando problemas físicos permanentes", explicó Seiker.
También había constantes temores sobre epidemias como el cólera, durante las cuales los guardias japoneses se iban a una distancia segura mientas que los prisioneros de guerra eran encerrados en el campamento para enfrentar la enfermedad.
El cólera podía matar a los prisioneros de guerra en menos de 24 horas. Quienes morían por la epidemia eran incinerados en el área confinada del campamento.
"Al principio era macabro y escalofriante. Un cuerpo repentinamente se sentaba en medio del fuego o un brazo o una pierna se sacudían, pero incluso este horror pronto se convirtió en un trabajo de rutina", narró el veterano.
Tres días después de la rendición incondicional de Japón el 15 de agosto de 1945, algunos nativos tailandeses dijeron a los prisioneros que la guerra había terminado y que los japoneses se habían ido en la noche.
Seiker dijo que muchos de los prisioneros de guerra sobrevivientes estaban afectados por las secuelas de las atrocidades. Algunos quedaron lisiados por el resto de sus vidas, otros sufrieron desequilibrios mentales o se suicidaron y muchos quedaron ciegos a causa de los varios años de desnutrición y deficiencia de vitaminas.
"A mí me quedaron los problemas de una prolongada ira y un permanente desorden del sistema digestivo como resultado de años de disentería", dijo el sobreviviente, quien se siente afortunado por su transición relativamente tranquila a la vida normal.
ENOJO TRANQUILO
Después de ser repatriado a Holanda en 1946, Seiker emigró a Reino Unido, donde hizo una carrera de ingeniero. Él y su esposa se trasladaron a Worcester después de su jubilación en 1985.
Como un talentoso artista de acuarelas, publicó su biografía "Para no olvidar: la vida como prisionero de guerra de los japoneses" en 1995, e ilustró el libro con una colección de tiras gráficas basadas en sus experiencias como prisionero de guerra.
"A menudo gente bien intencionada me pregunta si puedo perdonar u olvidar. La pregunta del perdón es quizás respecto a la creencia o conciencia religiosa, pero olvidar es un camino peligroso", escribió en su biografía.
En la entrevista, declaró a Xinhua que quedó conmocionado por la aparente ignorancia en Occidente de las atrocidades japonesas cometidas en el Lejano Oriente durante la Segunda Guerra Mundial.
"Durante muchos años he albergado una ira silenciosa por la forma en que lo ocurrido en la Vía Férrea Tailandia-Birmania fue ignorado deliberadamente por varios gobiernos", señaló.
"Los gobiernos no quisieron molestar a los japoneses por razones políticas y comerciales, así que todo esto fue ignorado durante muchos años", agregó.
"La gente supo todo acerca de las atrocidades nazis, pero nada respecto a lo que ocurrió en esa vía férrea. Simplemente nada", mencionó, y comparó a la inhumanidad japonesa con la de la Alemania nazi.
Seiker dijo a Xinhua que sus memorias, ahora en la cuarta edición, sirven a su búsqueda duradera de volver a la gente consciente de esta situación horrorosa respecto al caso de la Vía Férrea Tailandia-Birmania de la que se habló tan poco.
En enero, el periódico "Daily Telegraph" publicó un artículo escrito por Liu Xiaoming en el que el embajador chino en Reino Unido expresó su preocupación por la actitud agresiva de los japoneses respecto a la remilitarización, a pesar del pacto firmado.
Seiker escribió una carta a Liu en la que muestra solidaridad con las observaciones del embajador. Poco después, dos altos representantes de la embajada viajaron a Worcester para entregar una carta personal del embajador a Seiker.
Las misivas intercambiadas entre Liu y Seiker fueron publicadas en China y recibieron reconocimientos sin precedentes.
"No quiero meterme en política, pero si Abe comienza a militarizar de nuevo, a pesar de un tratado firmado, eso conducirá a un problema terrible", señaló el ingeniero.
Al comparar de nuevo a los alemanes con los japoneses, el veterano dijo que el pueblo alemán ha ofrecido disculpas honestas y sinceras por lo que los nazis hicieron al mundo, pero que los japoneses han fallado en hacerlo.
Seiker dijo que Abe debe dejar de honrar a criminales de la Segunda Guerra Mundial y confesar plena y abiertamente sus fechorías y prometer que Japón jamás se militarizará de nuevo.
En 1983, Seiker y su esposa realizaron un viaje de vacaciones al cementerio de la Guerra de Kanchanaburi en Tailandia, donde se encuentran sepultadas las víctimas de la Vía Férrea Tailandia-Birmania.
En su camino hacia el cementerio, relató Seiker, dos autobuses de turistas japoneses llegaron y posaron para tomarse fotografías al lado de un pequeño monumento dedicado a los soldados japoneses muertos en la guerra, ajenos a las atrocidades que cometieron durante la guerra.
"Me molesté y disgusté con esta muestra de irreverencia", comentó. "Al caminar alrededor del cementerio, casi pude escuchar las voces de mis amigos. Fue un día muy conmovedor", afirmó.