Visita de Duterte ofrece esperada oportunidad al acercamiento China-Filipinas

Actualizado a las 18/10/2016 - 17:07

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BEIJING, 18 oct (Xinhua) -- Tras varios años de distanciamiento, la animosidad entre Beijing y Manila por fin ha comenzado a transformarse en buena fe, y, en este contexto, el presidente filipino, Rodrigo Duterte, emprende el martes un viaje a China a fin de romper el hielo.

La visita sorprende a mucha gente de todo el mundo. Se produce en un momento en el que las relaciones entre China y Filipinas han llegado al nivel más bajo de la historia debido al absurdo caso del arbitraje del Mar Meridional de China, presentado contra China por el antecesor de Duterte en el cargo, Benigno Aquino III.

En una muestra de su deseo de reparar los lazos gravemente dañados, el nuevo mandatario filipino eligió China como el primer país que visita fuera de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático desde que asumiera el cargo el pasado mes de junio.

Al mismo tiempo, el viaje también sirve como una señal alentadora del valor y pragmatismo del presidente respecto a las relaciones exteriores y las disputas internacionales. En el asunto del Mar Meridional de China, ha evitado la tendencia de su predecesor a confabularse con los entrometidos extranjeros y a hacer provocaciones innecesarias, y, en cambio, ha reiterado la necesidad del diálogo y la negociación, estrategia que está de acuerdo en gran medida con la postura de Beijing.

Dados estos signos positivos, la ampliamente observada visita de Duterte a China funciona como una prueba de fuego de su sinceridad y su sabiduría política. Entre otras cuestiones, tiene que resistir la tentación de introducir el llamado fallo final del arbitraje en las conversaciones bilaterales sobre el asunto del Mar Meridional de China. El veredicto emitido por un tribunal que carece de jurisdicción no tiene ningún lugar en absoluto en las negociaciones.

En caso de que el mandatario filipino demuestre su buena fe, el viaje dará a los dos países, que comparten una tradicional amistad, una oportunidad que hace tiempo que tenía que haberse producido para cerrar las heridas de los últimos años y encauzar las relaciones bilaterales.

Una distensión entre Beijing y Manila y la restauración gradual de su confianza mutua serán beneficiosas no sólo en los frentes político y diplomático, sino también para el fomento de los intercambios y cooperación en el sector comercial y en otras áreas.

Ello está en línea con las aspiraciones de Duterte en Filipinas. Tras haber emprendido una guerra contra las drogas y haberse comprometido a conseguir la paz con los rebeldes, el nuevo presidente filipino se esfuerza por incentivar el desarrollo económico por el bien de todo su pueblo.

Con miras a materializar los objetivos domésticos de Duterte, Manila necesita una amplia gama de partidarios internacionales, en especial a los que apoyan su dura campaña contra el narcotráfico y están dispuestos a invertir más en Filipinas.

Beijing será un socio preparado, de ser descongeladas las relaciones bilaterales. China ha expuesto su comprensión sobre la prioridad de Duterte en la lucha antidroga, y a la vez, la segunda mayor economía del mundo está también interesada en aprovechar las respectivas fuerzas de ambas naciones para emprender una cooperación de beneficio mutuo.

Los beneficios derivados de este anticipado acercamiento van más allá de los dos países. Es una victoria de todas las naciones de la región que aman la paz y buscan el desarrollo, debido a que le ahorrará a esta zona unas tensiones contagiosas y contribuirá a facilitar un entorno propicio para la buena vecindad.

Sin duda alguna, es pura fantasía esperar que la visita de Duterte pueda resolver todos los problemas entre China y Filipinas. Aun así, este viaje revela el coraje y el arte de gobernar de ambas partes, y es suficiente para dar lugar al optimismo y la esperanza.