Los “atravesados” en el centro de la molestia pública (2)

Pueblo en Línea  2017:02:13.15:48

La etiqueta es un bien escaso cuando una sociedad está experimentando una movilidad ascendente.

Se puede enseñar en las escuelas, pero ¿qué pasa con los adultos? Uno puede encontrar que los más propensos a la violación de las normas sociales en China son personas de la tercera edad. Suelen ser los abuelos y las abuelas los que no dudan en saltar los límites sociales.

Se puede considerar que tienen un instinto de supervivencia porque están muy condicionados a luchar por lo poco que se distribuía entre ellos y que la forma en que se lograba vencer no era algo muy destacable.

La historia anterior habría tenido una capa extra de complejidad moral si las dos agresoras hubieran sido de una generación más joven. Incluso, una severa advertencia habría estado fuera de lugar. La única opción sería un diplomático recordatorio.

Todos tenemos una Qin dentro de nosotros. En cualquier intersección de calles con semáforos debidamente instalados, siempre hay peatones que ignoran la prohibición de cruzar y se lanzan.

Podemos clasificar a estos transeúntes en varias categorías: el que ignora totalmente las señales de tránsito y prefiere hacer un ballet que esquive el tráfico entrante; el que cree en el poder de las masas y avanza dentro de una multitud que viola las leyes del tránsito y el que puede saltarse la luz roja si cruzar se vislumbra como una operación segura. Sólo muy pocos los que se mantienen respetuosos en sus marcas hasta que aparece la luz verde.

El violador de las normas más dramático de esta temporada fue el hombre que trató de burlar la taquilla de un parque de vida silvestre escalando la alta muralla y terminó siendo atacado por un tigre. Su indisciplina fue castigada de manera poco convencional y le causó la muerte. Fue asesinado por el tigre, que a su vez, fue abatido.

Los “humanitarios” defendieron la desatinada acción del hombre, apelando a los 130 remimbi que cobran por entrar. Enfrentados a ellos aparecieron los defesores de los animales y de las reglas sociales que consideraron que el hombre no sólo se dañó a si mismo exponiéndose al ataque de un animal sino que dañó al tigre, que tuvo que ser sacrificado por su culpa.

Si bien sería excesivamente cruel desear que alguien sea golpeado o asesinado por cometer indisciplinas sociales, admito que a veces no faltan los deseos que a los egoístas que usan indiscriminadamente sus teléfonos celulares en los cines o teatros les caiga del cielo un martillo que les aplaste su dispositivo inteligente.

En 2015, en un teatro de Broadway se le confiscó un teléfono a un espectador que lo había estado usando durante la función y en el 2009 sacaron a un espectador por utilizar flash.