Xulio Ríos
No habrá asunto, grande o pequeño, en la agenda china que escape a las "dos sesiones". Todos y cada uno de los tópicos al uso, desde la reducción de los excesos de capacidad o de la contaminación a la mejora de la supervisión a todos los niveles, saltarán a la palestra en uno u otro momento de la mano de los delegados presentes.
Este año, a esa narrativa, tan habitual en estos foros, se suma, no obstante, un contexto determinado por dos circunstancias sobresalientes. De una parte, la celebración en otoño del XIX Congreso del PCCh, y, de otra, el agravamiento de la incertidumbre internacional. En el primer caso, las lianghui de este año adquieren el inevitable trazo de una plataforma preparatoria de dicho cónclave allanando el camino para efectuar no solo el balance del ejercicio precedente sino también del primer lustro del actual equipo dirigente al frente del Partido Comunista de China.
En el segundo caso, la inestabilidad reinante en la política internacional está generando una inesperada confusión. Al estallido de la crisis económica en 2008 y su secuela de consecuencias socioeconómicas conocidas, se suma ahora su traducción política en otra escala, provocando una vuelta de tuerca de imprevisibles efectos. El desconcierto provocado por el Brexit primero y el triunfo de Donald Trump en EEUU después, más lo delicado de la coyuntura continental europea con grandes tensiones abiertas no solo económicas sino también sociopolíticas, así como la persistencia de conflictos que amenazan con cronificarse (desde Ucrania a Libia pasando por la guerra en Siria, entre otros) y en los que el papel de Occidente ha sido errático, trazan insuficiencias que exigen pronto remedio.
Es por eso que si bien en las dos sesiones se prestará atención a los temas habituales en los titulares (previsión de crecimiento, porcentaje de aumento del gasto en defensa, etc), la clave discursiva pasa por otras dimensiones menos numéricas. La cuestión central es si China supondrá o no un dique de contención contra la incertidumbre no solo desde el punto de vista conceptual sino también proactivo. Es decir, no solo se trata de prever medidas que garanticen la propia estabilidad interna sino de saber si existe la disposición a alentar propuestas que la procuren internacionalmente en un contexto sensiblemente adverso.
El desarrollo de los acontecimientos en EEUU bajo la administración Trump invoca dos conceptos que amenazan con presidir su gestión: proteccionismo y unilateralismo. Frente a ellos, China sugiere un mensaje situado en las antípodas: globalización inclusiva y multilateralismo. La agenda china de este año (desde la próxima cumbre de la Franja y la Ruta al cónclave de los BRICS que le seguirá) abunda en dichos preceptos. Si el G20 se fraguó como alternativa con presencia de los países emergentes a la impotencia del G8-1 (Rusia) para resolver los problemas derivados de la crisis financiera internacional, la hora parece haber llegado para innovar mecanismos que provean de una mayor estabilidad global. No es algo que ningún país pueda garantizar por sí solo. Esto ha quedado suficientemente demostrado. Pero China tiene ante sí la oportunidad de participar de forma más sustancial y activa en la gestión del tramo final de la posguerra fría aportando las dosis de cordura que hoy parecen ausentes en las plazas principales de Occidente.
Los problemas a los que China se enfrenta internamente no son menores y le reclaman no poca dedicación. Garantizar la estabilidad en un contexto tan delicado de su transición no es tarea fácil. Los retos económicos y financieros son imponentes pese a que la hoja de ruta está trazada. La aplicación depende de la mejora de la gobernanza, asegurando un liderazgo eficiente y una supervisión que resuelva las tensiones que provoca. La atención a los riesgos es y será máxima a lo largo del presente ejercicio y las lianghui evocarán ese entorno. Pero en esta China tan conectada con el mundo, el factor exterior crece en importancia para garantizar la propia estabilidad interna. Por eso, cabe esperar que en estas dos sesiones se trasladen más propuestas relacionados con la visión y el papel de China en el mundo.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.