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Cultivadores migrantes de melón cosechan lo que siembran en Xinjiang

Actualizado a las 19/07/2017 - 09:03
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URUMQI, 18 jul (Xinhua) -- En un oasis, en pleno desierto de Gobi, la temperatura puede alcanzar los 40 grados centígrados al mediodía, pero el agricultor Yan Chongxiang se resiste a descansar.

Trabajando bajo el sol abrasador, Yan recoge los famosos melones Hami y luego los empaca cuidadosamente en cajas. Maduros y recién recogidos en los remotos campos de la región autónoma uyur de Xinjiang, los melones serán distribuidos a todo el país ese mismo día.

Cosechar melones Hami es un trabajo agotador pero bien pagado, pues la jugosa fruta tiene una alta demanda en el verano.

Los melones, un producto autóctono de Xinjiang, están planteados por toda la región. En la ciudad de Hami, de donde son originarios, se cultivan 4.200 hectáreas, que generan una producción anual de 378 millones de yuanes (56 millones de dólares).

El cultivo generalizado en Xinjiang, una región del noroeste de China escasamente poblada, requiere de abundante mano de obra. Por eso, todos los años, campesinos de todo el país, como Yan, son atraídos por la oferta laboral allí.

Se llaman a sí mismos "gua ke", o agricultores de melón migrantes.

Hay más de 1.000 de ellos en un solo municipio de Hami, donde, durante la época de cosecha, arman sus campamentos cerca de los campos de cutlivo.

Yan, de 27 años, es oriundo de un pueblo de la provincia Yunnan (suroeste), a 1.900 km de Xinjiang, y lleva seis años migrando para sembrar melones.

"En mi provincia somos muy pobres. Toda mi familia vive de cultivar en un mu (666 metros cuadrados) de tierra", comenta. "Un amigo me contó que podría ganar buen dinero cultivando melones en Hami. Y aquí estoy. Ahora mi familia puede ganar lo suficiente para vivir".

Yan viaja a Xinjiang junto con 30 campesinos más, la mayor parte parejas.

Después de celebrar el Año Nuevo lunar en casa, a finales de enero o comienzos de febrero, los agricultores se despiden de sus familiares y se van del pueblo. Primero toman un autobús a la ciudad más cercana, donde abordan luego un tren con destino a Chengdu, la capital de la provincia de Sichuan, y finalmente cambian a otro tren que los lleva hasta Xinjiang.

El viaje dura más de tres días, pero sin importar la distancia, valdrá la pena si pueden ganar dinero, aseguran.

En época de cosecha, se levantan a las 5:00 de la mañana. Cada uno lleva consigo una botella de agua y una vara. Se suben a un tractor y parten hacia los cultivos.

Antes del amanecer la temperatura es inferior a los 15 grados, pero Yan no siente frío, ni tampoco pierde tiempo, sabe que debe hacer tanto como pueda antes de que el calor se haga insoportable.

Una vez sale el sol, la temperatura sube rápidamente. Con una carga de casi 50 kilos de melones al hombro, Yan pronto queda empapado de sudor.

Pero Hami no es la ciudad más calurosa de Xinjiang. En Turpán, la temperatura es tan alta que los campesinos tienen que trabajar por la noche, fijándose lámparas a la cabeza.

Yan no descansa hasta cuando llegan las 10:00 de la noche, y en un día puede recoger hasta 700 melones.

Un recolector gana entre 20.000 y 30.000 yuanes (entre 2.952 y 4.428 dólares) en una sola cosecha.

"Cuando hay dificultades, hay esperanza, como los oasis en el desierto", dice Yan. Su deseo es ganar más dinero para construir una nueva casa y ofrecer una mejor educación a sus hijos.

"Xinjiang es un lugar maravilloso. Siembra y cosecharás," dijo él.

La llegada de los migrantes es bienvenida por los agricultores locales.

"De no ser por el trabajo duro y abnegado de ellos, no podríamos hacer que los melones llegaran a todo el país", dice Basit Yarze, uno de los cultivadores.

Yarze, recuerda que cuando era niño, los melones eran transportados en carretas tiradas por mulas y vendidos sólo en la ciudad de Hami. Después la plantación se hizo extensiva, y trajo más dinero y más recolectores migrantes.

"Sin ellos no podríamos cultivar y recoger tantos melones", insiste.

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